Otro año ha
pasado, de nuevo llega otro Domingo de Resurrección. Le hemos llorado, gritado,
aclamado y Él de nuevo vuelve al lado del Padre, para que un día le abramos las
puertas de nuestros corazones y dejemos de ser la cruz en la que cada momento
es crucificado, escupido y lanceado.
Cada año lo
recordamos, durante los cuarenta días de la Cuaresma y siempre, imperturbables
y con una constancia, digna de empresas mejores, volvemos a traicionarle,
venderle, servirle de cruz y enterrarle. Como Vida que acoge la muerte, esta no
puede retener en ella el Amor Universal, que tras aceptar nuestra no disposición
a aceptarle, vuelve al Universo junto al Padre, esperando que llegue nuestra
madurez como Seres Humanos.
Ayer comenzó
a llover por la tarde, hoy domingo, desde la mañana el cielo está descargando
sus emociones contenidas, regando una tierra que no quiere ser la Cruz de la
Vida, una tierra que es el Corazón del Amor Universal, una tierra de cuyos
cienos, asoma inmaculada la flor de loto, donde se asienta la Naturaleza del
Buda.
Todos somos
Buda, todos somos Cristo y en nuestro propio rechazo, nos convertimos en la
cruz y cieno de donde ellos, emergen como Vida, Pureza, Amor, eternamente con
nosotros, porque saben cuál es nuestra realidad, esperando que de alguna forma,
el velo de la ignorancia que cubre nuestros corazones, permita crecer la flor
que hay en nosotros, que es lo que ellos son, lo que somos.
No hay otro final que el no subir a Jesús a
la Cruz, no bajar a Cristo de la Cruz, que el lodo, el cieno de nuestras vidas,
se convierta en el alimento del Loto donde reside nuestra Naturaleza, somos la
realidad del Amor.
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