No pretendo molestaros

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Yui Shin

domingo, 13 de abril de 2014

SIENDO MADRE

          Es difícil resumir la relación de la madre con su entorno, en ella están las costumbres, las tradiciones, la educación y su innegable feminidad, Yin en la relación con los demás y un Yang olvidado, explosivo y peligroso, tanto para ella misma como para su entorno, en su individualidad.
          También hay diferentes maneras de enfocar el nacimiento del Universo, “un Dios en una noche de bodas de seis días, que deja el Universo en manos de la Vida, para que lo críe durante millones de años”, “un Dios desarrollando el germen durante seis días, y en una explosión (Big Bang), le da nacimiento para que la Madre Vida, lo críe hasta que sea mayor. En la mayoría de las
filosofías y religiones, hay explicaciones parecidas, “un aspecto masculino, explosivo y breve y otro femenino, que lo engendra y lo cría, permaneciendo en el tiempo”.
          La realidad es que lo masculino, desarrolla lo femenino, y lo femenino desarrolla lo masculino, alternándose en la Vida un aspecto y otro. Lo que decían los antiguos, “El Yin engendra el Yang y el Yang al Yin”, es algo más complicado, pero suficiente por el momento.
          El hombre es la energía que engendra el feto, la madre: engendra, desarrolla, alimenta y le protege, hasta que está listo para salir al mundo. Al salir, está todavía unido a la madre, pero es imprescindible que el feto acepte su libertad e independencia, firmando su acuerdo con la Vida, con una primera respiración, para que Esta le incluya en su naturaleza de Libertad. El cordón umbilical debe de ser cortado, no puede nacer un ser que sea dependiente, que no sea por naturaleza libre, es entonces cuando: aceptando su libertad, independencia y responsabilidad, de la individualidad que es, surge su primera respiración.
          A partir de ese momento, su única meta es ser totalmente independiente, si tiene hambre lo exigirá llorando hasta obtener alimento, lo mismo con la atención y siempre diciendo que está aquí.
          La Vida le ha creado libre, esa será su máxima prioridad, el tiempo que esté en la dualidad de esta vida. Su conflicto no es el tener libertad, su conflicto nace, de que se olvida de la base de esta libertad, “la responsabilidad”. Como individualidad integrada en una familia, un círculo social, un grupo (humano), un planeta; su trabajo individual es responsable del bienestar y buen funcionamiento de cada una de sus individualidades.
          Pero, ¿y la Madre?, le ha tenido como su propia individualidad, le ha sentido latir el corazón como el suyo, y cuando le da la libertad, ¿ha sido capaz de cortar el cordón de la separación, de la libertad de esa parte suya.?
          Acostumbrada a tener un papel secundario, fuera de la vista y de la valoración, dedicada casi exclusivamente a la familia, cometió el mismo error que el hombre, al creer que: era el que se encargaba de determinados trabajos, identificándose con su profesión, y su papel en épocas de guerra, dispuesto a dar su vida, para que las mujeres pudieran engendrar más ciudadanos. La subsistencia de una tribu, solamente dependía de si había suficientes mujeres, para engendrar muchos en poco tiempo, para ello hacían falta muchas mujeres y al menos un hombre, pero podría incluso buscarse uno en otra tribu.
          El hombre ha sabido siempre, su poca importancia para el mantenimiento de la especie, es por ello que incluso entre los animales podemos observar, que necesita sentirse importante en otras actividades o responsabilidades.
          La mujer no ha sabido ver que cumplir como madre, esposa y mujer, no la exime de la responsabilidad de su propia libertad. No puede olvidar, por dedicarse a inmiscuirse, vivir y querer  organizar las vidas alrededor, por muy bien que lo haga, que su máxima responsabilidad es su propia vida.
          La familia, y todas las individualidades donde nos integramos, somos corresponsables de ellas, la responsabilidad nunca puede obviarse sin consecuencias.
Hace años,una señora mayor fue traída a mi consulta por sus hijos, no podía apenas caminar y tenía muchos problemas de espalda y otros achaques. En el transcurso de las sesiones, me hablaba de sus hijos, que no la contaban nada y otros reproches de su relación con ellos. La dije que es que eran muy malas personas, malos hijos y muy ignorantes. Inmediatamente me hablo de lo buenos hijos que eran, y su buena situación en la vida. Ante lo cuál, sorprendido la comenté, de cuál era el origen de su desconfianza hacia ellos.
Poco a poco, hablamos de que si ella no se preocupaba tanto, de los problemas que surgían en las vidas de sus hijos, confiaba que ellos sabrían solucionarlos, se dedicaba a ser feliz viviendo su vida, sus hijos al verla bien y si no la veían preocupada la contarían más cosas, y que siempre sabrían que estaba allí, para si era necesaria su ayuda. Poco después, al comentarle un problema, sus hijos se sorprendieron, al contestarles su madre: que no importaba que ellos sabrían resolverlo.
En un mes venía sola a consulta y se iba a pasear por el parque, hasta que su hija salía del trabajo. Al darles libertad, ella también la consiguió, pudiendo al fin cortar el cordón umbilical, para poder formar Una familia libre.


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