El concepto
de ser, para nosotros implica siempre la necesidad de complementarlo con “algo”.
Es la inercia, el automatismo del uso del verbo, la acción y quien, como, donde
y cuando es realizada. Incluso en las religiones el concepto de Dios, el Ser por
excelencia, lo asociamos siempre a una Entidad, a una forma.
A lo largo
del tiempo los Maestros, los místicos y los grandes buscadores de la Verdad,
han tratado de transmitir qué hay detrás de ese concepto de Ser, lo han hecho:
de manera burda, sofisticada, con silencio, con sonido, con palabras, gestos, y
de cuantas maneras se les han ocurrido, lo único que nos ha quedado claro es
que no nos han servido las respuestas. ¿Porque no han sido las preguntas
correctas?, ¿Porque, no han sido las respuestas correctas? No, simplemente,
hemos hecho las preguntas y hemos escuchado las respuestas. Somos las preguntas
y las respuestas correctas, pero seguimos dudando, buscando, si lo somos.
Si le damos
una galleta a un niño, se la come, la disfruta y no se pregunta nada,
simplemente es: “un niño comiendo
galleta”, pero nosotros preguntamos, ¿te ha gustado, estaba dulce, a qué
sabe, quieres más? El niño educadamente nos puede decir que sí, que sabe a
galleta, que si no está dulce no sería una galleta, y si le seguimos
insistiendo nos dará una galleta a nosotros. Al comerla, miraremos a qué sabe,
si es crujiente, si está bien de dulce, y podremos explicar un montón de cosas
sobre la galleta, pero seguro que no la habremos disfrutado, ni nos habrá hecho
tan felices como al niño, nos hemos olvidado de ser : “niño comiendo galleta”, o mejor aún, ser: “lo que soy comiendo galleta”, todo en uno. Inexplicablemente,
hemos conjugado el verbo, hemos realizado la acción, hemos introducido el “ego”.
Algunos Maestros
nos han repetido innumerables veces, “No es una cuestión de saber o no saber, y
añado, “es una cuestión de Ser””.
Nos apuntamos
para practicar Zen, qué es lo primero que preguntamos, ¿qué conseguiremos con
ello, podremos llegar a .., pero para qué sirve?, todo seguido y a continuación
sentaremos a meditar todas nuestras peticiones, pasando lista cada rato, para
ver cuantas de ellas se han cumplido.
Pensamos que
la Vida, el Zen, son mercados donde podemos comprar lo que deseemos y dejar en
ellos lo que no necesitamos en este momento. Nuestra actitud por ello es la de
pedir: tanto de iluminación, déme una semana de felicidad, si eres tímido “por
favor” me pondría un poco de decisión, o un poco de valor, y construiríamos alguien
maravilloso a base de mercadear y comprar.
Yo salí de
Andalucía siendo niño, he viajado en muchas direcciones y lugares, pero nunca
he dudado de que sea andaluz. Cuando alguien me ha ofrecido lo que quisiera,
nunca se me ha ocurrido decir: quiero ser andaluz. Me he esforzado por muchas
cosas, unas las he logrado y otras no, pero nunca se me ha pasado por la
imaginación, hacer algo para ser andaluz. Me he preguntado que sentirán los
japoneses, los hindúes, los de muchas tierras, y por qué son tan
raros, pero nunca he pensado lo que se siente o que sea raro: ser andaluz. Por mucho
que quisiera, que ignorase, que me niegue, “que soy andaluz”, lo seré por toda
mi eternidad.
Zen es Todo,
Buda es Todo, probablemente y porque no hemos tenido otra opción: Hemos nacido
en Zen, somos Zen, salimos de Zen, nos movemos, nos paramos, vivimos y morimos en Zen; siendo Zen Todo, no podemos salir, ni
entrar, ni perder, ni ganar, ni sentir, ni ignorar, ni llegar, ni partir, ni
dar, ni recibir, simplemente y solamente: ZEN.
Soy andaluz, Andalucía, España, Europa, la
Tierra, la Vía Láctea, el Universo, el Buda, Amor, Felicidad, por llamarle de
alguna manera le llamo ZEN.
Ser Zen es
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