Hace miles de
años, los grupos de los homínidos eran dirigidos y protegidos por el más
fuerte, pasado el tiempo, se le exigió que fuese también inteligente, pues el
grupo dependía de él. Hoy en día, estas costumbres las vemos en los animales,
en la mayoría de los que conviven en grupo, hay un líder que debe ser capaz de
proteger y defender, no solamente al grupo, sino también su estatus.
Posteriormente
cuando se fueron haciendo sedentarios, se formaron grupos de poder, que dirigían
y establecían las reglas de convivencia, unas veces por la razón y otras por la
fuerza. Pero lo que no había cambiado, era la protección que estaban obligados,
a dar al grupo. A la hora de cazar o luchar con otros grupos, estos líderes
iban los primeros y todos le protegían por la necesidad que tenían de su liderazgo
y ellos correspondían siendo los más arriesgados para dar ejemplo.
Con el tiempo
llega el idealismo de los caballeros, defensores del honor, del grupo, del débil
y de la Verdad que el grupo tuviese.
Pero desgraciadamente
al comenzar a vivir en la comodidad, terminadas las grandes guerras, y con la
devaluación del honor y la Verdad, entramos en a etapa de la democracia. El voto
y el poder se le trasladan al pueblo y con ello la responsabilidad de los
resultados.
Los grupos de
poder, muerto Don Quijote y quedando solamente los Sanchos Panza, les dan
sufragios, votaciones, derechos, bienestar, y les hacen creer que el poder de
la ínsula está en sus manos. Al igual que el bienintencionado Sancho, una y
otra vez, solamente es requerida su opinión, cuando se sabe que va a decir que
sí a lo que los grupos de poder desean o para mofa y risas de la inocencia del
pueblo.
Si miramos
alrededor en la Tierra, podemos ver que hay grupos matándose, en cualquier
continente, todos peleando y matándose por el bienestar de sus paisanos, por el
bienestar del pueblo, por los derechos humanos, porque quieren ayudar a sus
enemigos a corregir sus errores y hasta hay quienes luchan y matan por la mayor
gloria de dios.
Vemos que hay
trabajadores, funcionarios y demás categorías de la gente del pueblo, los
Sanchos, que son los que arreglan y ejecutan las órdenes para ser robados por
algunos grupos de poder. Otros grupos de poder, te venden drogas, obligan a
prostituirse a mujeres, hombres y niños de cualquier sexo, y además te permiten
llevarla, y te pagan por engañar u obligar a algún semejante a obedecer. Somos los
Sanchos los que hacemos los trabajos más mezquinos, los que nos arrastramos
siguiendo sus órdenes, los que nos matamos unos a otros para el mayor
engrandecimiento y riqueza de estos grupos.
Desaparecieron
los caballeros y el honor, incluso los políticos y empresarios. Ahora nos han quedado,
los servidores públicos, los negociantes, los ansiosos de poder, los que no ven
más allá del dinero, todos mantenidos por el rebaño, por los pobres borregos
que un día fuimos Sanchos.
Puede que algún
día vuelva Ulises, luchando con los dioses, con los poderes, con cuantos
encontró en su camino de vuelta a casa, a los brazos de Penélope que mantuvo su
actividad y su entereza durante el tiempo que fue necesario.
Navegando en el mar de la adversidad, sobreponiéndose
a cuantas pruebas fue sometida su entereza, renunciando a cuantos poderes y
riquezas le fueron ofrecidas, incansable en el tiempo, con una firme voluntad de
hacer lo correcto, lo que tenía que hacer, regresó a Casa de donde nunca partió
realmente, viviendo en el corazón fiel y paciente de su otra mitad. Penélope y Ulises,
la Vida y los Humanos, la Vida y yo. ¿Para cuando las gentes seremos personas?,
¿nos atreveremos a enfrentarnos a la deshumanización, a renunciar a los cantos
de las sirenas?, ¿nos atreveremos a llegar a casa, a la Humanidad?, ¿a Ser Vida?.
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