Un filósofo no budista le
preguntó a Buda:
“No
pido explicaciones; no pido silencio, ¿podrías indicarme el Camino Correcto?
Con palabras o con silencio”
Buda
se mantuvo Meditando en silencio.
El
filósofo hizo una reverencia y dio las gracias al Buda diciendo: “Con tu gran
compasión has despejado mi mente de toda duda y llevado al Camino de la
Iluminación.”
Cuando
el filósofo se hubo ido, Ananda preguntó al Buda qué era lo que el filósofo
había conseguido.
El
Buda contestó: “Un buen caballo, simplemente con la sombra del látigo, corre.”
Tantos
libros, tanta información hablada, escrita, en imágenes. Con los Maestros que
han pasado a través de los tiempos, miles de años con los grandes libros
escritos, filósofos explicando desde todos los ángulos y formas, su visión de
la verdad y llevamos miles de años, esperando que un Maestro venga a decirnos
al oído la Verdad. Nos preguntamos donde está nuestro error, con lo que nos
hemos esforzado ¿por qué no nos habla el Maestro?, errantes por la tierra durante
miles de años en busca del Maestro, que nos hable.
Con las
palabras de Maestros y maestros, se han creado: religiones, doctrinas, filosofías,
comunas, grupos. Por lo que hemos entendido de sus palabras, ha habido guerras,
destrucciones, desesperación y la pérdida de la humanidad. Otros entendimientos
han llevado a la esclavitud, entre nosotros o a un dios, suicidios con matanzas
en su nombre, al odio, a la no aceptación de otra parte de los hijos del dios de
esas enseñanzas, por entender algo diferente. También ha habido gentes que han
encontrado la hermandad y espíritu de la ayuda, pero hay demasiadas que lo
hacen en loor de una recompensa futura. En todas esas enseñanzas nos hablan de
un solo Dios, padre y madre de todos.
¿Dónde está
la equivocación, el malentendido? Hermes ante la pregunta de la Naturaleza del
Todo, guardó silencio, el Buda también lo hizo en varias ocasiones, Jesús al
ser preguntado: ¿Quién eres?, guardó silencio también.
Estamos tan
obsesionados en oír el sonido de las palabras, que nos olvidamos de escuchar el
Silencio. Nos han hablado tanto de que el Maestro habla al oído del que está
preparado, que hemos cerrado o no estamos atentos, al corazón o el alma que
escucha lo que nos dice continuamente el Maestro con su Silencio.
La Verdad no
puede ser nombrada, vista, u oída, todo ello es una dualidad de dos. Apenas puede
ser olida, sentir su olor en nuestro corazón, o saboreada, algo que si podemos
hacer en ocasiones, aún siendo una dualidad, es propia nuestra, de uno.
Ananda es el
primo, la persona que está continuamente con el Buda, el que cuida y ve en sus
peores momentos el cuerpo físico que sostiene en este mundo, el Espíritu de
Buda. El está siempre atento a sus más pequeñas necesidades, sus deseos, a
preparar todo lo que es necesario para la vida del cuerpo, a oír las enseñanzas
de su primo el Iluminado. Es de los últimos grandes discípulos en alcanzar la
Iluminación, a pesar de la cercanía con la fuente, tan atento a oír las
palabras del Maestro, que se olvidó que él mismo era Buda, el Maestro y que solamente
en el Silencio puede ser escuchado, ni tan siquiera pudo escuchar el Silencio
de Buda, su primo.
Es un filósofo
desesperado, a punto de darse por vencido en la búsqueda de la Verdad, el que
llega junto a Buda, probablemente solo ha escuchado hablar de Él, pero en su
desesperación llega llevando nada, vacío completamente de todos sus conceptos y
de su ser, y suplica que de cualquier manera le indique el Camino, el único que
lleva a ti mismo, el de la entrega a lo que eres, la entrega al Todo, solamente
siendo lo que realmente no puedes cambiar, Todo. El Buda con su respuesta le
transmite al corazón anhelante y atento para escuchar lo que el Maestro dice, “No
hay nada que añadir a lo que eres, eres el Maestro”.
Solamente cuando escuchamos los silencios
que hay entre los ruidos de las palabras, cuando lo que nos dicen es escuchado
en el corazón, cuando conservamos el silencio interior
como el Buda y el filósofo, podremos, no solamente oír las palabras, sino
escuchar en nuestros corazones el Silencio del Maestro, del Todo, de la Vida.
El
Buda contestó: “Un buen caballo, simplemente con la sombra del látigo, corre.”
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