No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 20 de junio de 2014

ESCUCHAR, MEJOR QUE OÍR

Un filósofo no budista le preguntó a Buda:
“No pido explicaciones; no pido silencio, ¿podrías indicarme el Camino Correcto? Con palabras o con silencio”
Buda se mantuvo Meditando en silencio.
El filósofo hizo una reverencia y dio las gracias al Buda diciendo: “Con tu gran compasión has despejado mi mente de toda duda y llevado al Camino de la Iluminación.”
Cuando el filósofo se hubo ido, Ananda preguntó al Buda qué era lo que el filósofo había conseguido.
El Buda contestó: “Un buen caballo, simplemente con la sombra del látigo, corre.”


          Tantos libros, tanta información hablada, escrita, en imágenes. Con los Maestros que han pasado a través de los tiempos, miles de años con los grandes libros escritos, filósofos explicando desde todos los ángulos y formas, su visión de la verdad y llevamos miles de años, esperando que un Maestro venga a decirnos al oído la Verdad. Nos preguntamos donde está nuestro error, con lo que nos hemos esforzado ¿por qué no nos habla el Maestro?, errantes por la tierra durante miles de años en busca del Maestro, que nos hable.
          Con las palabras de Maestros y maestros, se han creado: religiones, doctrinas, filosofías, comunas, grupos. Por lo que hemos entendido de sus palabras, ha habido guerras, destrucciones, desesperación y la pérdida de la humanidad. Otros entendimientos han llevado a la esclavitud, entre nosotros o a un dios, suicidios con matanzas en su nombre, al odio, a la no aceptación de otra parte de los hijos del dios de esas enseñanzas, por entender algo diferente. También ha habido gentes que han encontrado la hermandad y espíritu de la ayuda, pero hay demasiadas que lo hacen en loor de una recompensa futura. En todas esas enseñanzas nos hablan de un solo Dios, padre y madre de todos.
          ¿Dónde está la equivocación, el malentendido? Hermes ante la pregunta de la Naturaleza del Todo, guardó silencio, el Buda también lo hizo en varias ocasiones, Jesús al ser preguntado: ¿Quién eres?, guardó silencio también.
          Estamos tan obsesionados en oír el sonido de las palabras, que nos olvidamos de escuchar el Silencio. Nos han hablado tanto de que el Maestro habla al oído del que está preparado, que hemos cerrado o no estamos atentos, al corazón o el alma que escucha lo que nos dice continuamente el Maestro con su Silencio.
          La Verdad no puede ser nombrada, vista, u oída, todo ello es una dualidad de dos. Apenas puede ser olida, sentir su olor en nuestro corazón, o saboreada, algo que si podemos hacer en ocasiones, aún siendo una dualidad, es propia nuestra, de uno.
          Ananda es el primo, la persona que está continuamente con el Buda, el que cuida y ve en sus peores momentos el cuerpo físico que sostiene en este mundo, el Espíritu de Buda. El está siempre atento a sus más pequeñas necesidades, sus deseos, a preparar todo lo que es necesario para la vida del cuerpo, a oír las enseñanzas de su primo el Iluminado. Es de los últimos grandes discípulos en alcanzar la Iluminación, a pesar de la cercanía con la fuente, tan atento a oír las palabras del Maestro, que se olvidó que él mismo era Buda, el Maestro y que solamente en el Silencio puede ser escuchado, ni tan siquiera pudo escuchar el Silencio de Buda, su primo.
          Es un filósofo desesperado, a punto de darse por vencido en la búsqueda de la Verdad, el que llega junto a Buda, probablemente solo ha escuchado hablar de Él, pero en su desesperación llega llevando nada, vacío completamente de todos sus conceptos y de su ser, y suplica que de cualquier manera le indique el Camino, el único que lleva a ti mismo, el de la entrega a lo que eres, la entrega al Todo, solamente siendo lo que realmente no puedes cambiar, Todo. El Buda con su respuesta le transmite al corazón anhelante y atento para escuchar lo que el Maestro dice, “No hay nada que añadir a lo que eres, eres el Maestro”.

          Solamente cuando escuchamos los silencios que hay entre los ruidos de las palabras, cuando lo que nos dicen es escuchado en el corazón, cuando conservamos el silencio interior como el Buda y el filósofo, podremos, no solamente oír las palabras, sino escuchar en nuestros corazones el Silencio del Maestro, del Todo, de la Vida.
El Buda contestó: “Un buen caballo, simplemente con la sombra del látigo, corre.”


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