La mayoría de
las veces que hablamos de la Vida, solemos hacerlo de la misma manera que de la
persona que nos gusta o decimos amar: ¡Tiene un cuerpo, unos ojos, es tan
agradable, tan buena persona, tan seria, tan simpática!. Todo ello quiere decir
que la amamos porque tiene muchas cosas que nos agradan o porque se parece a
alguien: famoso, de nuestra familia, nuestros padres o bien porque es
totalmente diferente.
Algo que como
vemos, nos sale de lo más profundo del corazón atravesado por la flecha de
Cupido y moribundo. Apenas nos hemos molestado en ver cómo es realmente esa
persona y respetamos y aceptamos como es. Solamente hemos observado lo que nos
interesa o nos gusta.
De la Vida
observamos lo mismo: Qué podemos obtener de ella, queremos que sea como la
imaginamos, vemos que es correcta cuando nos favorece, si no estamos los humanos
la vida desaparecerá, si no podemos vivir en un lugar no puede haber vida, y
sobre todo, más que como es o lo que es, nos importa su apariencia.
Si miramos la
amistad, sigue siendo el mismo proceso de selección: qué nos aporta, depende de
cómo actúan los demás, de su fidelidad, pero siempre desde el beneficio que
debemos obtener de ella.
No es difícil
imaginar, que el resultado de vivir así no sería bueno, si es que hiciese falta
tener que imaginarlo, con el ejemplo que tenemos con la situación en el planeta
y el resultado de nuestra convivencia entre nosotros y nuestra relación con la
Vida. Al final la solución la encontramos en implementar o cambiar leyes,
protestar, cambiar cúpulas, o lo que es más deprimente: vivir en una queja
continúa, de todo, y además tener razón, en que el funcionamiento de nuestra
relación social es absolutamente deficiente. Pero nadie quiere cambiar su
percepción, nadie quiere ser el primero en arreglar al menos su vida desde el
interior, nuestros conceptos siempre son los correctos, hemos sido creados con
todos los derechos y solamente por existir, nos hemos ganado y merecemos todo. Es
por ello que dios ha sido creado a imagen y semejanza nuestra. Son los demás
los que están equivocados, son ellos los causantes de los problemas en la
sociedad, son por tanto los demás los que tienen que cambiar para que nosotros podamos
arreglar la vida.
La Vida nunca
cae en problemas, la Vida no crea problemas, nunca se desequilibra, nunca
necesita nada, nunca pide nada, existiendo Todo en ella, tampoco puede darnos
nada, porque Todo en ella es y existe como Libertad. Ella se expresa siendo lo
que Nosotros, no el pequeño nosotros del grupo, sino el Nosotros de la Creación,
hemos creado de nuestras vidas. Nosotros somos su manifestación y los que le
damos existencia a la Vida, Ella transciende el concepto de existencia o no
existencia, es por tanto nuestra responsabilidad el crear la vida que deseemos,
no, siendo iguales o guiados por las leyes, sino siendo diferentes, libres de
ejercer nuestra responsabilidad y función en cada individualidad de la que
formamos parte, porque es el buen funcionamiento de cada individualidad, el que
determina el funcionamiento del grupo, individualidad o sociedad.
Nunca es la
parte alta o la baja, la importante o la aparentemente innecesaria, la de un
lado o la de otro, la espiritual o la material, la mente o el cuerpo, la que
determina el funcionamiento de la sociedad, sino el esfuerzo en conjunto de todas
ellas. Todos somos los responsables de nuestra sociedad, a nivel individual y
en conjunto, de cómo vivimos la amistad, el amor, la forma y expresión de
nuestra vida. Porque es nuestra forma de expresar lo que somos, la que
determina la apariencia de nuestras vidas.
Somos Libertad, Vida, Amor; por encima de
cómo las expresamos, pero solamente cuando lo hacemos correctamente podemos
además de ser Felicidad, poder vivirla y expresarla. En “el Camino Óctuple”, lo
importante es que todo debe expresarse y ser realizado “Correctamente”.
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