Estamos tan
acostumbrados a escuchar, leer y en nuestros días a ver, actos denigrantes y
fuera de toda noción de dignidad y honor, que hemos perdido la facultad de
entender lo que pasa a nuestro alrededor, cargados con el peso de una educación
y una estructuración social, que nos ha hecho olvidar los valores que
tradicionalmente se atribuían, al ser que deberíamos encarnar, para alcanzar
una de nuestras metas, crear la Humanidad.
En la vida,
encontramos insectos que se disfrazan con colores de peligrosos cuando no lo
son, en nuestro cuerpo, bacterias, virus y células que cambian sus marcadores
para invadir o destruir otros organismos, hay células que utilizamos su
exterior para engañar introduciendo algo diferente en el interior.
El hombre ha
usado el engaño a lo largo de su historia como algo natural, prácticamente en
todas nuestras actividades, conocemos y existen los medios y la forma de
engañar a los demás.
En la guerra
tenemos el famoso caballo de Troya, las tácticas, las estrategias y las
estratagemas, en nuestras relaciones amorosas o de amistad, a veces nos lo
llegamos a creer nosotros mismos, en el resto de relaciones: laborales, políticas,
sociales, lo natural es que lo primero que pensamos es que nos están engañando,
desgraciadamente es natural también que nos equivoquemos pocas veces al
pensarlo, lo cual dice mucho de nuestro nivel humano.
Hemos llegado
a un nivel tal de aceptación de este tipo de engaño, que vemos natural que se
escondan armas, guerrilleros o las personas que quieren pelear, unas veces por
ideales otras por intereses, pero siempre sin dignidad, se refugien, escondan o
utilicen: iglesias, hospitales, escuelas, centros urbanos, o a cualquier ser
indefenso, como pantalla o defensa, para protegerse y esconder su cobardía.
No hay
ninguna guerra que tenga realmente como causa, motivos sociales o espirituales.
Todas ellas son, por la ambición de algunos, o por la ignorancia de otros, que
es el matrimonio que mayormente triunfa en la destrucción de unos seres
inhumanos por otros.
Vemos en las
guerra (que no faltan en nuestro día a día), que todas las armas que se
utilizan son vendidas por los que quieren imponer o encontrar la paz, la mayoría
de ellas son para cambiar el poder, por odios raciales o religiosos, o porque
la economía de los países ricos necesita más dinero o necesitan algo de la
riqueza de un país pobre.
Se raptan y
adoctrinan niños, se asesina a los que no piensan igual, se viola todo y a
todos los que les apetece, porque se está luchando por la democracia y el
bienestar del pueblo, y al final después de sufrir lo indecible, el pueblo
sigue siendo: adoctrinado, vejado, humillado, ignorado, utilizado, prisionero y
sin libertad, tras todas estas guerras.
Las noticias
nos venden y explican las situaciones, dependiendo de su ideología y su
acercamiento o necesidad, de una parte u otra de los beligerantes.
Si una parte
de los palestinos, de los separatistas rusos, de los que quieren cambiar el
mapa y las religiones en África, de los judíos, o los que por alguna razón
quieren la guerra o la lucha, desean pelear, la dignidad dice que no deben
protegerse para que los indefensos sean asesinados primero, que sus ideas no
deberían expulsar o forzar a vivir en la miseria a la mayoría de un país. Pero el
creer que un lado lo hace mejor o con más dignidad, a causa de su debilidad o
fortaleza, es inclinarnos a un tipo de deshumanización u otro.
En España
hemos sufrido el terrorismo, que ha extorsionado, asesinado, expulsado de su
tierra, destruido y aniquilado, todo aquello que se ha opuesto a sus deseos. Lo
único que aceptan es que se les de lo que piden, que es el dialogo que utilizan
los que se llaman demócratas, “me
entregas cuanto deseo, te arrodillas, me das tu dignidad y si me parece bien te
dejaré lo que me apetezca”.
En la guerra, no hay ningún ser humano que
tenga razón, por eso cuando se hacen son hechas por inhumanidad. Nadie que se
beneficie de la guerra alcanzará la felicidad, porque la Felicidad no puede
existir en la ambición. Nadie que se beneficie de la guerra encontrará el Amor,
porque no puede vivir en el corazón lleno de odio. Nadie que se beneficie, haga
o ame la guerra, encontrará a Dios, porque Dios es: Paz, Amor, Aceptación,
porque no teniendo nombre atiende por todos, porque Todos somos iguales en Su Corazón,
porque siendo Todo no pelea por nada, porque siendo Nada acoge todo sin
discriminación.
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