No pretendo molestaros

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Yui Shin

martes, 29 de julio de 2014

¡POBRES GUERRAS!

          Estamos tan acostumbrados a escuchar, leer y en nuestros días a ver, actos denigrantes y fuera de toda noción de dignidad y honor, que hemos perdido la facultad de entender lo que pasa a nuestro alrededor, cargados con el peso de una educación y una estructuración social, que nos ha hecho olvidar los valores que tradicionalmente se atribuían, al ser que deberíamos encarnar, para alcanzar una de nuestras metas, crear la Humanidad.
          En la vida, encontramos insectos que se disfrazan con colores de peligrosos cuando no lo son, en nuestro cuerpo, bacterias, virus y células que cambian sus marcadores para invadir o destruir otros organismos, hay células que utilizamos su exterior para engañar introduciendo algo diferente en el interior.
          El hombre ha usado el engaño a lo largo de su historia como algo natural, prácticamente en todas nuestras actividades, conocemos y existen los medios y la forma de engañar a los demás.
          En la guerra tenemos el famoso caballo de Troya, las tácticas, las estrategias y las estratagemas, en nuestras relaciones amorosas o de amistad, a veces nos lo llegamos a creer nosotros mismos, en el resto de relaciones: laborales, políticas, sociales, lo natural es que lo primero que pensamos es que nos están engañando, desgraciadamente es natural también que nos equivoquemos pocas veces al pensarlo, lo cual dice mucho de nuestro nivel humano.
          Hemos llegado a un nivel tal de aceptación de este tipo de engaño, que vemos natural que se escondan armas, guerrilleros o las personas que quieren pelear, unas veces por ideales otras por intereses, pero siempre sin dignidad, se refugien, escondan o utilicen: iglesias, hospitales, escuelas, centros urbanos, o a cualquier ser indefenso, como pantalla o defensa, para protegerse y esconder su cobardía.
          No hay ninguna guerra que tenga realmente como causa, motivos sociales o espirituales. Todas ellas son, por la ambición de algunos, o por la ignorancia de otros, que es el matrimonio que mayormente triunfa en la destrucción de unos seres inhumanos por otros.
          Vemos en las guerra (que no faltan en nuestro día a día), que todas las armas que se utilizan son vendidas por los que quieren imponer o encontrar la paz, la mayoría de ellas son para cambiar el poder, por odios raciales o religiosos, o porque la economía de los países ricos necesita más dinero o necesitan algo de la riqueza de un país pobre.
          Se raptan y adoctrinan niños, se asesina a los que no piensan igual, se viola todo y a todos los que les apetece, porque se está luchando por la democracia y el bienestar del pueblo, y al final después de sufrir lo indecible, el pueblo sigue siendo: adoctrinado, vejado, humillado, ignorado, utilizado, prisionero y sin libertad, tras todas estas guerras.
          Las noticias nos venden y explican las situaciones, dependiendo de su ideología y su acercamiento o necesidad, de una parte u otra de los beligerantes.
          Si una parte de los palestinos, de los separatistas rusos, de los que quieren cambiar el mapa y las religiones en África, de los judíos, o los que por alguna razón quieren la guerra o la lucha, desean pelear, la dignidad dice que no deben protegerse para que los indefensos sean asesinados primero, que sus ideas no deberían expulsar o forzar a vivir en la miseria a la mayoría de un país. Pero el creer que un lado lo hace mejor o con más dignidad, a causa de su debilidad o fortaleza, es inclinarnos a un tipo de deshumanización u otro.
          En España hemos sufrido el terrorismo, que ha extorsionado, asesinado, expulsado de su tierra, destruido y aniquilado, todo aquello que se ha opuesto a sus deseos. Lo único que aceptan es que se les de lo que piden, que es el dialogo que utilizan los que se llaman demócratas, “me entregas cuanto deseo, te arrodillas, me das tu dignidad y si me parece bien te dejaré lo que me apetezca”.

          En la guerra, no hay ningún ser humano que tenga razón, por eso cuando se hacen son hechas por inhumanidad. Nadie que se beneficie de la guerra alcanzará la felicidad, porque la Felicidad no puede existir en la ambición. Nadie que se beneficie de la guerra encontrará el Amor, porque no puede vivir en el corazón lleno de odio. Nadie que se beneficie, haga o ame la guerra, encontrará a Dios, porque Dios es: Paz, Amor, Aceptación, porque no teniendo nombre atiende por todos, porque Todos somos iguales en Su Corazón, porque siendo Todo no pelea por nada, porque siendo Nada acoge todo sin discriminación.


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