Han pasado varios años desde la primera vez que oí de mi Maestro el koan del hombre colgado por los dientes de una rama, en un precipicio.
El koan, de Kyogen, refleja la situación siguiente, más o menos: “El Zen es como un hombre colgado por los dientes, de una rama sobre un precipicio. Sus manos no se aferran a ninguna rama, sus pies no descansan en ninguna rama, y una persona le pregunta: “¿Por qué Boddhidarma vino a China desde la India ?”
“Si el hombre en el árbol no responde, falla en sus votos de Bodhisatva, y si responde cae y pierde la vida, ¿qué debe hacer entonces?”
Lo primero que se me ocurrió fue, ¿cómo puede una persona, viendo la situación, pensar sólo en sus dudas y no en ayudarle?
A lo largo de este tiempo me han surgido más dudas, por ejemplo: ¿Cómo puede quedarse alguien, colgado de una rama por los dientes?, ¿Es posible para la dentadura, sostener el peso de una persona, por mucho tiempo?, ¿Es la suerte del hombre, encontrar una rama que además de fuerte, tuviese un diámetro que pudiese abarcar con la boca?, ¿Si la rama tiene un diámetro tan pequeño, cómo es que no la cortó con la presión de los dientes? Las preguntas pueden prolongarse eternamente y ninguna respuesta puede solucionar la situación.
Desde el precipicio, una risa estruendosa, llena de felicidad y confianza y una respuesta rápida, “Boddhidarma nunca vino a ningún sitio, siempre ha estado Aquí.” Con los pies firmes en el suelo, el Bodhisatva es libre de abrir su boca, el precipicio está en su naturaleza, por muy alto que sea, sus pies descansan en la seguridad de Buda.
Es como para no creérselo, estas cosas son imposibles que pasen en la vida real.
¿Quién puede garantizarnos que daremos el siguiente paso, podemos estar seguros tan siquiera de terminar el que estamos dando?
Toda nuestra vida, transcurre en el precipicio, tenemos que tomar decisiones continuamente, tenemos que responder a las preguntas, nuestras y de los demás y nuestra vida no tiene garantía de continuidad.
Al igual que el Bodhisatva, nuestra vida siempre depende de la respuesta que damos, incluso si ésta es la del silencio. Nuestro diario hacer y vivir es la respuesta que damos a la vida. No hemos hecho promesas, ni votos, pero, ¿podemos realmente desvincularnos, de las consecuencias de nuestras respuestas al devenir diario?
A pesar de que nuestras vidas están aseguradas, no siempre tendremos la fortuna de encontrar la rama que nos salve, ni la dentadura que nos soporte, el precipicio es, el camino por el cual transcurren nuestras vidas.
Podemos seguir viviendo en el precipicio, también podemos vivir como Boddhidarma, sin ir a sitio alguno, simplemente viviendo Aquí.
Este artículo fue publicado anteriormente el 7-10-13
Este artículo fue publicado anteriormente el 7-10-13
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