Quién no ha
recibido una caja envuelta en papel de regalo y no ha podido contener su
ilusión y curiosidad, abriéndola inmediatamente. Tras la apertura, la caja, se
ha convertido en una caja de: zapatos, de camisa, de fruta, de reloj, de vino,
de ilusión.
La caja
recibe de nombre, determinando lo que es, de aquello que ha recibido en su
corazón vacío, que estando en ella, nunca es la caja, a pesar de que denomina
su función. Incluso
cuando este objeto es sacado al exterior, la caja sigue siendo denominada por su pasado, por una utilidad concluida, por algo que una vez pasó y existió en su vacío.
cuando este objeto es sacado al exterior, la caja sigue siendo denominada por su pasado, por una utilidad concluida, por algo que una vez pasó y existió en su vacío.
Si alguna vez
tuviésemos que estudiar la caja, miraríamos su interior, veríamos qué hay,
podríamos diseccionar y analizar los componentes de lo que hay en el interior y
diríamos que hay: unas suelas, unos cordones, trozos de cuero cosidos con hilo
de naylon, un papel blanco y un tarro con crema de zapatos. Podríamos seguir
con nuestro estudio y determinar el tipo de cuero, el color, si el cosido es manual
o de máquina, no importa cuantos estudios hagamos del contenido, ninguno podría
decirnos nada sobre la caja, que es la que contiene todo lo que deseemos poner
dentro.
A veces es
difícil comprender que la caja donde existe el Universo, lo que no tiene es
precisamente lo que forma la caja, las paredes, los límites de sus paredes, que
hacen que el tamaño de lo que puede contener, tiene necesariamente que ser más
pequeño que ella. Generalmente lo que nosotros miramos, es lo que encontramos
dentro de la caja y los conocimientos que desarrollamos son para saber qué es lo
que hay, pero pocas veces miramos la caja, lo que contiene, lo que permite que
el regalo de lo que somos tenga un lugar donde manifestarse.
En las
muñecas rusas, cada una contiene otra más pequeña en su interior, o está
contenida en otra mayor, podemos mirarlo desde los dos ángulos. De la misma
manera, por muy pequeña que la hagamos, siempre tendrá un punto central donde
no habrá nada, por el otro extremo siempre habrá un espacio donde no existe
nada, alrededor de la muñeca más grande.
Las cajas son
un poco, como el koan de un Maestro que les pregunta a sus discípulos: “Si cae un árbol en un
bosque y no hay nadie para oírlo, ¿produce ruido al caer?
Al igual que
todos los koan, podemos mirarlo como dualidad o como absoluto. En dualidad, un
bosque no solamente tiene que tener un suelo donde crecen los árboles, sino que
tiene que haber más de un árbol. Por tanto, siempre habría al menos otro árbol
que oiría el sonido y lo podría entender como ruido o musical, según su
percepción. De la misma manera, que el Maestro puede preguntar porque hay discípulos.
Pero, ¿podría
oírse un sonido, dentro del Absoluto?, cuando el aíre, la tierra, las plantas,
los árboles y los animales, formasen un solo bosque como Unidad indiferenciada,
el sonido no tendría opción de existir como sonido, por lo que formaría parte
indiferenciada del Silencio, al no poder haber algo o alguien que lo
diferenciase del resto.
El regalo que
viene en una “caja de manzanas”,
obviamente es manzanas, pero si nosotros fuésemos las manzanas, no podríamos
recibir el regalo, porque no podríamos recibir como regalo lo que somos, sabríamos
de la existencia de la caja, pero la “caja de manzanas”, no podría saber de
nuestra existencia, porque en ella no hay separación entre la caja y las
manzanas.
Nuestra Caja, es la Vida, esa caja que no
tiene límites, que no se compone nada más que del interior y del exterior de la
caja, la unión del Yin y del Yang. En su interior todo lo que hay es un regalo,
pero mientras lo aceptemos, todavía no seremos Vida, permaneciendo escuchando, el sonido de la Vida al caer en el bosque de la dualidad. Es de esa aceptación
y reconocimiento del regalo, lo que permite que a veces nos agrade o desagrade,
lo veamos necesario o innecesario, y que nos perdamos el mejor regalo el de Ser
Vida, dentro de una Consciencia que no percibe o es consciente, de la existencia
de un regalo dentro de la caja, porque somos Caja de Vida.
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