Venimos de
una sociedad, sumida en la ignorancia, las supersticiones, sojuzgada, pobre y
sin libertad. Hemos tenido épocas en las que la mitología, el ateismo, y un sin
fin de dioses, han regido nuestras vidas. Afortunadamente en nuestra evolución,
hemos encontrado los dos caminos que nos llevarán a la cumbre de la evolución
humana, estos dos caminos son: los del dios único y absoluto y el de la
ciencia, que nos explica lo que es la vida y que nos enseñarán cómo vivirla.
Hemos descubierto:
las energías, las vibraciones, la inexistencia del tiempo, la materia, la masa,
las energías gravitacionales, el alma, el espíritu y que el hombre está hecho a
imagen y semejanza de dios.
No es como
cuando caminábamos desnudos por la tierra, sin fuego, sin casa, refugiándonos
en las cuevas como los animales, comiendo lo que podíamos encontrar, sin garantía
de que no fuese venenoso y con el miedo de que algún animal nos pudiese atacar.
No teníamos
ninguna protección y vagabundeábamos indefensos por la inmensidad de la Tierra.
Pasados unos miles de años, comenzamos a tener cuevas mejor acondicionadas,
fuego, algunas estrategias para poder alimentarnos de animales más fuertes que
nosotros, y por primera vez aún sin ser conscientes de ello, sentimos gratitud
y respeto, por cuanto nos rodeaba, por todo lo que compartía la Tierra con
nosotros, por los astros que nos ayudaban a vivir, los que alumbraban y nos
permitían caminar en la noche. Sentimos también gratitud y respeto, por los
miembros de la tribu que hacía posible que pudiésemos seguir viviendo, a los de
las otras tribus o grupos de los que aprendíamos cosas nuevas, incluso a veces
al discutir, manteníamos nuestra agresividad para defendernos. Las peleas y
discusiones, eran como cuando íbamos a cazar, cuando conseguíamos el alimento,
nuestra buena relación con los animales era lo natural, lo mismo con los otros
grupos.
Nuestra gratitud
por todo cuanto nos permitía existir, la expresábamos por medio de nuestro
respeto por ellos: cazábamos lo suficiente para comer, convivíamos con nuestro
grupo, con los otros que pasaban por nuestros alrededores, por los animales,
plantas y aguas, que nos proporcionaban cuanto necesitábamos.
Con el tiempo
llegó un momento, en que todavía sin ser conscientes de ello, percibimos que la
vida en la Tierra era solamente una, interrelacionada e interdependiente, que
la vida en la Tierra, estaba conectada con todo cuanto veíamos en el cielo: sol,
luna y estrellas, que nuestra vida y la de cuanto nos rodeaba, era mantenida
por todos cuantos estábamos compartiéndola. Comenzamos de alguna manera a
dibujar este sentimiento, en nuestras cuevas y en las piedras de nuestros
lugares de caza o descanso.
Cuando pudimos
expresar esto con palabras y hacer abstracciones con estos sentimientos, vimos
que había un Dios en: el río, en la montaña, en los árboles, en los animales,
en la tormenta, en el bosque, en el fuego. Que todos ellos tenían un Espíritu:
el del águila, del jaguar, el bosque, y por supuesto en nosotros.
Hoy en día,
por medio de las religiones y la ciencia, sabemos la verdad, “solamente los
humanos están hechos a imagen y semejanza de dios y tienen espíritu, solamente
ellos forman parte de la vida eterna, del dios absoluto, y solamente los
humanos alcanzarán la gloria”.
En la antigüedad,
todos sabemos que no había una religión verdadera, por eso podíamos creer que
Dios estaba en las cosas, en los elementos, en los animales, en los astros y
que ese mismo Dios era, del que nosotros éramos imagen y semejanza.
Debemos disculpar
tanta ignorancia, que Dios estuviese en cada individualidad, que fuese el mismo
que estaba en nosotros, solamente podía ser producto de la gratitud que sentíamos
por poder vivir y el respeto que sentíamos por la Vida que compartíamos, con el
resto de la Tierra y del Universo que conocíamos.
Durante milenios,
convivimos en el respeto por el resto de manifestaciones de la Vida, llenos de
gratitud por cuanto recibíamos del resto de la Creación. Hoy en día sabemos que
tenemos suficiente poder, para no tener que respetarnos ni a nosotros mismos,
es lo que hemos creado en nuestra evolución, en la que sabemos que dios no es
necesario, porque somos autosuficientes para destruir no solamente la Tierra,
sino el Universo. Teniendo tanto poder, ¿por qué tendríamos que sentir:
gratitud, respeto, dignidad, o necesidad? Somos los que conseguimos cuanto
queremos y forjamos nuestra libertad.
En la antigüedad, en la prehistoria, los pobres
ignorantes vivían en una vida de dignidad, gratitud y respeto. Veían a Dios en
todo. Creían que la Vida era Una. En esta ignorancia, la convivencia era
construida y sustentada por el respeto.
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