A veces al
organizar nuestras vidas, no nos preguntamos nada, simplemente nos lanzamos y esperamos
que Dios y la sociedad, nos llevarán donde queremos ir.
Es entonces
cuando nos surge la pregunta, ¿Cómo he llegado aquí, a esta situación, qué he
obtenido, por qué mi vida es de esta manera, por qué mi salud es tan débil?
Muchas veces intentamos comprender, las circunstancias los hechos, qué tipo de
fatalidad nos ha traído a esta situación, qué hemos hecho o dejado de hacer, en
qué nos hemos equivocado, para estar en esta situación que no he buscado, ni me
merezco.
La mayoría de
las veces, lo importante no es cómo hemos venido, sino dónde queremos ir, el por
qué estamos en esta situación, sino en cuál queremos estar, no mirar la salud
que tenemos, sino qué salud queremos ser.
Desde la
noche de los tiempos, desde antes de que supiésemos de religiones, algo en
nuestro ser nos ha hecho sentir la culpabilidad de nuestra salud. El otro día,
en un reportaje en el cual unos occidentales estaban viviendo con una tribu,
que prácticamente vivía en la prehistoria, abandonaban, incluso mataban a los
enfermos porque estaban poseídos por la maldición, extendiéndola incluso a sus
familias.
Probablemente
esta culpabilidad, nos ha llevado al rechazo, no solamente de la enfermedad
sino también y aunque parezca lo contrario de la persona enferma. Cuando nos
sentimos enfermos, aparte del sentimiento de lástima, lo primero que miramos
es, qué hemos hecho mal, en qué nos hemos equivocado, qué o quién es el
culpable, y qué parte de culpabilidad tiene la sociedad y el entorno. En lugar
de mirar o pensar que somos una persona enferma, al igual que antes éramos una
persona sana, que no hay una enfermedad o una buena salud, invadiéndonos o
siendo añadida a lo que somos. Somos una persona con un tipo de salud, como
resultado de todas las circunstancias, incluso desde antes de nacer y sobre
todo, de nuestra actitud al ser alimentados por estas circunstancias y el
aprovechamiento que hemos hecho de ellas.
La persona
enferma es un resultado final y actual, del aprovechamiento de la vida y
circunstancias vividas por lo que somos, esa individualidad, ese ser que es el
que vive nuestra vida y se desarrolla por medio de ella.
Una de las
enfermedades malditas y extendidas, con una gran variación en su manifestación,
es, el cáncer. Las células que forman y protegen nuestra individualidad, de
alguna manera, sienten, creen, perciben, que estamos siendo atacados por algún
tipo de enemigo, y en su amor por nosotros, defienden nuestra integridad,
nuestra individualidad. En su equivocación, destruyen los órganos vitales que
no solamente mantienen nuestra vida, sino la suya, su individualidad no puede
vivir separada de la nuestra.
Dentro de los
libros que he leído para mi actividad, acerca de las enfermedades, que me han
permitido verlas desde otra perspectiva, quizás el que está más cerca de mi
pensamiento es: “La Enfermedad Como Camino”, en él trata de explicarse los
tipos de actitudes al vivir que nos llevan, a estar receptivos o propensos, a
ser candidatos a persona enferma.
Respecto al cáncer,
lo que nos explica es, que de alguna manera, cuando no nos mostramos amor, a
veces por: dedicarnos demasiado a los demás, olvidándonos de nosotros; cuando no nos respetamos, dejando
que los demás mangoneen nuestras vidas; cuando tenemos una autocrítica
destructiva o de menosprecio; cuando no nos aceptamos y no estoy hablando de
aguantarnos o resignarnos, estoy hablando de respetarnos porque nos amamos;
cuando no respetamos a nuestro cuerpo, que es el que realiza y manifiesta en
esta vida, cuanto pensamos y sentimos. ¿Qué es lo que pueden aprender nuestras
células?, sino a atacarse unas a otras, es pura genética, por medio de la vida
y las experiencias adquiridas, hemos sido dotados con ojos, boca, corazón, unas
defensas, un cerebro y cuanto somos, ha sido creado por esa entidad que durante
millones de años ha estado evolucionando, por medio de crear una genética, que
transmitiera a sus descendientes todo lo que había aprendido.
Somos células
de la Tierra, y la destruimos, tenemos una mente que desarrollar y la
descuidamos, tenemos un corazón para vivir amándonos y amando, y lo ignoramos,
nos ha sido entregada una vida, un alma, un cuerpo, y no sentimos ningún
respeto, a lo más que llegamos es a mimarlo o malcriarlo, destruyendo su salud.
Debemos sentir,
no culpabilidad que simplemente nos hace vivir en el miedo y el rechazo, sino
la responsabilidad de aprender de lo bueno y lo malo de esta vida, alimento de
nuestro ser.
Debemos aprender a construir y amar, para respetarnos y que sea lo
que nuestras células aprendan. A veces las enfermedades nos indican las
equivocaciones, no son nuestras enemigas, sino una parte de nuestra
individualidad, de nuestro ser, que hemos creado, no podemos eliminarlas,
porque son las que han creado nuestras defensas.
No hay enfermedades, sino personas
enfermas, si la culpabilidad es de alguien, solamente el culpable puede cambiar
la situación. Por eso aceptar la responsabilidad de lo que somos, nos da la
libertad de cambiar como nos mostramos, queremos ser una persona sana, creémosla,
en lugar de crear la enfermedad. Rechazar la enfermedad solamente la fortalece,
porque ella no pelea por existir, solamente cuando la creamos, se siente en la
obligación de acompañarnos. La mejor medicina es el amor, hacia nosotros
mismos, porque somos infinitos, desde un yo pequeño y egoísta, hasta un yo:
español, europeo, terrestre, humano, universal. Nuestro amor es simplemente
parte del Amor.
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