Hay veces que
las enseñanzas se pierden en la letra, sin mostrar el espíritu de lo que se
quiere exponer. Otras es el entendimiento de las enseñanzas, el que se pierde
en la letra, de la experiencia que alguien quiere transmitir, aún sabiendo que
es imposible.
En budismo se
habla continuamente del “Aquí y ahora”, y nos perdemos intentando parar la
vida, para vivir ahora o excluir el mundo
para vivir aquí; otras veces nos perdemos en una maraña de pensamientos
y conceptos intentando entender, el significado profundo de las palabras, o
elucubramos sobre lo que el Buda quiso decir.
El Buda dijo: “Duda de
todo. No des nada por seguro, de las experiencias ajenas, recorre
cuidadosamente tu camino, encuentra tu propia luz”.
Probablemente la duda que nos dice,
no tenga que ver con la desconfianza y simplemente sea la traducción o el uso
que nosotros le damos a la palabra. Más bien lo que nos dice es que no debemos construir
nuestra vida en experiencias, vivencias, conceptos o en las opiniones, de los
demás. La vida que manifestamos, es nuestra responsabilidad exclusiva, somos la
misma Vida que el Buda, la misma que el Universo, pero experimentarlo, es algo
que el propio Buda no pudo hacer por nosotros.
Santo Tomás,
quiso introducir la mano en el costado de Jesús, pero no le fue permitido. Él estaba
en la duda, como dice el Buda, pero era la duda de la desconfianza, de la
inseguridad, de la falta de fe, de querer conocer la profundidad de la Vida Eterna
Crística, simplemente explorando el interior de Jesús. Aunque le hubiese sido
permitido, nunca habría conocido esa verdad. Es algo que solamente puede ser
personal.
Un Maestro Zen, estaba cavando y
plantando unos retoños de árbol, a la
orilla del río. Sus discípulos le dijeron que qué hacia, a lo que respondió que
sembrando unos árboles, quisieron ayudarle y dijo que lo haría él, que era su
trabajo. Le preguntaron, que para qué se esforzaba tanto para plantar unos árboles
tan retirados del monasterio, y les contestó que quería descansar a su sombra y
el frescor del río en su vejez, una vez estuviera retirado. Las murmuraciones de los discípulos
no tardaron en surgir: “Por qué un maestro que enseñaba a vivir aquí y ahora,
estaba tan diligentemente y con tanto esfuerzo, preparando el futuro; que si el
budismo y las enseñanzas del Maestro eran que no había que desear, ni programar
el mañana, ¿por qué en lugar de dedicarse a enseñarles, dedicaba el tiempo para
su futuro?
Obviamente, los discípulos no
aprendieron nada del esfuerzo y trabajo del Maestro. Estaba trabajando,
plantando árboles. Lo que estás haciendo, nunca es para ahora, porque el ahora
ya es lo que estás haciendo. Pero los árboles, pequeños retoños, de pocos centímetros
de altura, aguantaron el sol y el frío, la lluvia y la sequía. Pasaron los
años, y de alguna manera todavía seguía siendo ahora.
A la orilla del río, en la sombra
de un pequeño grupo de árboles, hermosos, lozanos, frondosos y susurrantes, un
anciano descansa, retirado del mundo, refrescando su vida en la primavera de su
otoño.
A veces queremos alcanzar metas, al final de un camino que no hemos
recorrido.
Otras queremos un futuro, que no hemos creado ahora.
Deseamos un mañana mejor, pero ese mejor es ahora cuando tiene que
nacer.
Si deseamos llegar a la meta deseada, si queremos un mañana mejor, si
buscamos la felicidad que no hemos conseguido, si deseamos disfrutar de la
vida, tener una buena salud, si queremos realizar que ya somos Buda, Cristo,
Todo. El Camino, la Meta, su creación y el llegar, solamente podemos realizarlo
personalmente, Aquí y ahora.
Ahora son todos los mañanas que viviremos, todos los caminos, todas las
metas que alcanzaremos, están ya aquí.
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