Esta es la
base de la ley Mosaica, de ahí nuestra incredulidad y perplejidad al mirar la justicia
de la Vida. ¿Cómo es posible que a veces, las personas que precisamente son
buenas, les ocurren las peores desgracias, sin embargo, la gente mala, que hace
daño a los demás, todo le va bien?.
Independientemente
de lo desequilibrada que esté una balanza, si ponemos cosas en el platillo que
queremos que gane, lo conseguiremos. Incluso si tenemos que poner un gran número
de cosas en dicho platillo.
Cuál es
nuestra dificultad para entender o ver la justicia de la Vida. En cualquier
decisión o resultado, sea de un instante o de un largo periodo de tiempo, o de
una individualidad ínfima o de un universo, los parámetros que hay que valorar para
llegar al resultado son infinitos, algo que escapa a nuestras posibilidades.
Cuando me han
surgido las dudas acerca de la justicia de la Vida, siempre llego a la misma
conclusión, “¿Es justa la Vida?, no, la Vida no es justa nunca”, lo que nos
lleva a la siguiente pregunta: “¿Es la Vida injusta?, no, la Vida no es nunca
injusta”.
¿Podríamos dudar
alguna vez, la justicia de una balanza diciendo que se ha inclinado hacia el
lado equivocado? Nuestro error probablemente está, en que ponemos en un
platillo las cosas buenas y en el otro las malas, como es natural y justo.
Pero, ¿Cómo
puede diferenciar la Vida, donde no existe intrínsecamente el bien y el mal,
donde no hay dualidad, el bien del mal? Obviamente no lo hace, por eso no puede
equivocarse, porque Ella no pone u ordena las acciones u omisiones, en los
platillos. Ella solamente es la balanza, donde los infinitos parámetros, de
cada individualidad son pesados y se obtiene el resultado para esa
individualidad, en lo que se transformará en cada presente.
El resultado
de cada individualidad, está integrado también, por el de las diferentes individualidades
de las que forma parte y de la que ella es en esa integración.
Nosotros tenemos
nuestro concepto de lo que es el bien y el mal, pero la Vida acepta que cada acción
u omisión, se sitúe en el platillo al que corresponde, por lo que el resultado
es determinado no por la balanza, sino por la verdadera naturaleza de las
cosas. Es la naturaleza de lo que nosotros creamos lo que determina la Justicia
Universal, la Justicia de la Vida.
Nosotros
cuando hacemos el bien o el mal, no pensamos u observamos: la actitud, las
motivaciones, el por qué, o las causas últimas de hacer uno u otro.
Podemos hacer
un bien, no pensando en quien lo recibe, sino en la recompensa que esperamos
alcanzar, podemos dedicarnos a ayudar a los demás, pero qué hacemos con la vida
que nos ha sido encomendada, la nuestra. Incluso querer destruir el mal,
implica un deseo asesino de destrucción, es difícil manejar un número infinito
de parámetros y más cuando tenemos la preconcepción de en qué lado de la balanza
queremos que esté, sin poder analizar la interrelación de todos ellos, ni las múltiples
combinaciones y resultados de esta interrelación.
Pretendemos juzgar
a la Vida, a su Justicia, mirando casos y datos con nuestra discriminación,
parcialidad e incapacidad de manejar lo infinito. Pero cómo condenar a la
balanza que permite que nuestras acciones, omisiones, nuestras vidas, se sitúen
en el platillo que corresponde a su naturaleza, aceptando su libertad, sin
opinar, discriminar, influenciar o añadir lo más ínfimo que podamos imaginar. Lo
que hay en cada platillo es nuestro solamente y por libre elección se ha
colocado en el platillo que realmente le corresponde.
La Vida solamente da lo
que hemos ganado, lo que hemos creado, lo que en justicia no puede negarnos
porque es nuestro, porque incluso lo que nos da, no puede dárnoslo porque es lo
que somos y lo que ella simplemente acepta Ser.
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