Desde el principio
de los tiempos, el hombre se ha sentido responsable de cambiar el mundo, se ha
esforzado, ha luchado, ha creado mecanismos, e incluso entregando su vida ha
ido construyendo el entorno y la sociedad, según sus patrones y creencias, para
crear un mundo que funcione perfectamente.
Los resultados
son comprobables: el Paraíso y el Edén destruidos en su vida, la tierra cada día
más delicada, la sociedad convertida en suciedad o vertedero moral, la convivencia
es la mar de calentita con tanta pelea y guerras, nuestras religiones son: “Poder
y dinero”, nuestra hermandad consiste, en tratar de convertir a los demás en “primos”
y aparte de los de la bolsa, pocos valores son tan siquiera reconocidos.
Lo difícil, es
tratar de ser uno mejor, porque por supuesto seriamos arrasados y escarnecidos
por todos. Y cómo vivir como un ser humano, con tanto animal depredador y peligroso
alrededor. Cambiando el mundo, tratando de mejorarlo, nos hemos metido en un
callejón sin salida aparente.
Porque si los
demás no cambian, si todos siguen viviendo guiados por sus ambiciones, cual sería
el objeto de que nosotros tratásemos de ser personas, respetando no solamente a
los demás, sino a nosotros y a la tierra con toda la vida en ella.
Es una
argumentación exhibida por todos, porque, ¿Por
qué tengo que ser yo solamente quien cambie, tratando de manifestarme como un
ser humano?
Shakyamuni,
se sentó tras haber agotado, todas sus ideas, sus fuerzas y voluntad,
decidiendo que si no encontraba una respuesta válida, no se levantaría. Buscaba
no un mundo mejor, sino uno que trascendiera el sufrimiento. Por lo que como
decía, se dijo a sí mismo con total determinación: “Me sentaré aquí, ahora, que
aunque los huesos se descarnen, no me levantaré, si no encuentro la respuesta,
la Iluminación”
Al final se
levantó Buda, el mundo seguía siendo el mismo, nada había cambiado, pero su
visión de él, era totalmente diferente. Shakyamuni, se sentó pero no volvió a
levantarse, solamente la Vida que se manifestaba en un cuerpo, volvió a unirse
con el Mundo. No había nada que cambiar, nada que hacer, nada que no fuese
vivir, ¿vivir qué?, simplemente siendo Vida.
Hemos tratado
siempre de cambiar: al mundo, a los demás, las reglas, el entorno, olvidando que
no solamente el hombre había sido creado con “libre albedrío”, esa es la naturaleza de toda la Creación.
Shakyamuni nos
enseñó un camino, simple, rápido, instantáneo, con nuestra afición a darle
nombre a todo, le llamamos Zen. ¿Qué enseña este camino.?
Shakyamuni se
sentó, sin tratar de cambiar a nadie, labor en la cual estaba agotado y había
desistido. Por no cambiar, no trataba de cambiarse ni a él, simplemente se sentó,
lo que llamamos Meditación. Al sentirse uno con la Vida, cambió su percepción,
su manera de ver y sentir, su forma de expresar la Vida que sabía que era. Eso cambió
el mundo, al percibirlo totalmente diferente trascendió, el sufrimiento y el
deseo, y en consecuencia al mundo. Solamente cambió él, pero, ¿qué existe en el
mundo que no sea “yo”? si se pudiese preguntar a cualquier individualidad quién
eres, su respuesta sería: “yo”.
Cambiando Yo,
algo que no es difícil, todo sería diferente. El mundo y toda su expresión cambiarían,
simplemente cambiando “yo”.
Obviamente solamente
hay un momento para hacerlo que es "ahora", a lo largo de toda la existencia, no
hay nada que no se halla realizado "ahora".
Y el sitio
ideal es aquel del que nunca hemos salido: "aquí".
Hemos tratado desde el principio cambiar el
mundo, hacerlo mejor. Para ello hemos
peleado, luchado, esforzado y entregado nuestras vidas. Hemos visto los
resultados de intentar destruir y forzar el libre albedrío de los demás, enfermedad,
dolor, destrucción, muerte e inhumanidad. El camino de Shakyamuni, del Zen, es
simple, la expresión del Mundo, de la Vida, es la que tú creas con lo que eres,
cambia, aquí y ahora, para que el mundo sea mucho mejor que el mayor de tus
sueños, porque será el sueño de todos.
Solamente cambiando el “Yo”, aquí y ahora, podremos
crear el Todo soñado, Humanilandia.
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