Este es un
dialogo entre un monje llamado Joshu y su Maestro Nansen.
Joshu: ¿“Cuál es el camino del Buddha?”
Nansen: “La mente
ordinaria de cada día es el Camino”
Joshu: ¿“Cómo puedo saber que la mente ordinaria
es el Camino?”
Joshu: ¿“Cómo puedo tener
la seguridad de que es el Camino”?
Nansen: “El Camino no es
saber o no saber. Saber es un engaño, no saber es indiferencia. Cuando
realmente has alcanzado el Camino Verdadero más allá de toda duda, es como el
espacio infinito, un inexplicable vacío.
“¿Cómo podría ser esto o aquello, correcto o
incorrecto?”
Es una
conversación simple, de las muchas que hay escritas, entre un Maestro Zen y un
discípulo. Con el tiempo se llamaron “koan”, que muchos entienden que es una
conversación en la que no se puede encontrar el significado o que no lo tienen.
A decir
verdad, esta es la realidad, los discípulos actuales se esfuerzan por encontrar
el sentido oculto de estos koan, pero verdaderamente no hay nada que entender
en ellos. El poder verlos es siendo uno con el koan o haciéndolo algo vivo,
entregando tu vida a él.
Tras largos
años meditando, estudiando y esforzándose por encontrar a Buda, Joshu le
pregunta a su Maestro, cómo puede encontrarle, en qué se está equivocando para
no haberlo encontrado, dónde tiene que buscar para hallarlo.
Nansen sabe
del potencial y el esfuerzo de Joshu, y le contesta de una manera directa y
simple, en cada cosa que ves, en todo lo que hay en este momento, en las cosas
exactamente como son, en lo que vemos como materia, en lo que vemos como
pecaminoso, sucio, en lo que llamamos ignorancia, reside el Buda, el Camino. “La mente ordinaria de cada día es el
Camino”.
Joshu todavía, a pesar de la
simpleza de la respuesta, se aferra al esfuerzo hecho, quiere alcanzar,
encontrar algo que esté por encima de lo que está viviendo, algo misterioso y
valioso. Le cuesta aceptar, “que la mente
ordinaria es el Camino”. E insiste en querer que le aseguren, quiere
entender, con su mente, que tal como es, ya es Buda.
Nansen sabe
que tiene que empujarle, forzarle a salir de su aferramiento, de su razón, y le
dice que si trata de buscar donde es aquí, qué es lo que hay, cómo es el ahora;
si pretende entender, lo que la vida es, o el ahora, si se esfuerza por
percibir al Buda, estará caminando en la dirección equivocada. “Si tratas de buscarlo o saberlo, iras con
toda seguridad en la dirección equivocada”.
Pero nadie se
sienta a meditar, a sufrir los dolores en la espalda y las piernas, a
esforzarse duramente, si no tiene la seguridad de una recompensa, ser Buda, la
Iluminación.
Pero si uno
mismo es el Camino, si tal como somos ya somos Buda. ¿Cómo podemos saberlo, si
es lo que somos?, pero serlo es, no el ser conscientes de ello, sino la
Consciencia del Ser Buda, por lo que hay un saber que trasciende la consciencia
de serlo. Saberlo es dualidad, es ver a Buda separado del perceptor, no saberlo,
es no manifestar lo que eres, no manifestar tu Naturaleza de Buda, no ser tu
Camino. Cuando realmente eres el Camino, Buda, no puedes percibirte por lo que
se manifiesta cómo “el espacio infinito,
un inexplicable vacío” donde todo es acogido, todo lo ordinario y lo
extraordinario, la ignorancia y la sabiduría, lo humano y a Buda.
Ser lo que
somos, no es algo que podamos buscar, encontrar o modificar. Tampoco puede ser
percibido por nosotros, no hay manera de ser comparado, por lo que no puede ser
calificado tampoco. “¿Cómo podría ser
esto o aquello, correcto o incorrecto?” cuando se ha trascendido la
dualidad, cuando somos el aquí y ahora, solamente se puede Ser.
Cuando buscamos recompensas, lo
extraordinario, superar lo que somos, mundos idílicos, planos elevados, en
nuestra meditación, debemos recordar las palabras del Maestro, “La mente ordinaria de cada día es, MEDITACIÓN”.
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