EN VENTA

          Estamos llegando a la Navidad y es el comienzo de mirar las etiquetas y los precios, para elegir los regalos. Generalmente en nuestra vida, cualquier cosa que queremos o necesitamos, lo primero que hay que hacer es mirar su precio. Si es muy valiosa, o cara, nos pensamos, si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo y los sacrificios necesarios para comprarla. Pero cuando queremos algo para un momento o algo poco necesario o importante, buscamos un saldo, algo barato o miramos en segunda mano algo que no ha querido alguien.

          Las personas no tenemos un precio establecido, se dice que nuestra alma inmortal no tiene precio, pero en general podemos alquilarnos por horas, por servicios, por noche, por un tiempo. Con la esperanza de que después de alquilarnos, tendremos la posibilidad de ser libres y dueños de nuestras vidas.

          Lo que no nos damos cuenta la mayoría de las veces, es cuando llevamos la etiqueta del precio por el que nos vendemos, porque al final siempre es mejor echarle las culpas a la Vida o a Dios, de lo que hace con nosotros la gente a la que nos hemos vendido.

          Todos sabemos y pregonamos que el amor y nosotros no estamos en venta, que somos algo que no se puede comprar.

          Cuando caminamos por la calle, con la etiqueta bien grande y escrita con letra clara:

 “No soy capaz de estar conmigo, ni me quiero, ni me respeto, ni me acepto, ni me aguanto. Me entrego por cualquier tipo de compañía”.

“Tengo tanta frustración conmigo, tanta decepción, tan perdido, que haré lo que me manden. Sin importar qué o quién”.

“Necesito tanto que me acepten, por falta de amor propio, que permito que me utilicen como quieran, por una mirada”.

“Me acepto tan poco, que estoy en disposición de: por pertenecer a un grupo, tener vuestra consideración de persona normal, a entregar mi alma, y vivir como un ser sin voluntad, a las ordenes de quien me compre”.

          Probablemente no nos reconozcamos en las estanterías de los saldos, o en la de los regalos u ofertas. Pero vamos camino de no tener quien nos compre, por falta de compradores.

          Vendemos tan fácilmente, tan tirada de precio nuestra alma inmortal, que no tiene precio. Vendemos y desconocemos tanto nuestro amor, lo ofrecemos de una manera y a unos precios, que difícilmente se puede apreciar que es amor. ¿Quién va a tener interés en comprar, lo que está tirado por los suelos, lo que se vende como basura, lo que no tiene valor para nosotros?

          Todos hemos comprado cosas, ninguna de ellas se ha vendido a nosotros, simplemente siendo cosas se han entregado para estar a nuestro servicio, para sernos útiles, y nuestra posesión sobre ellas nos permite hacer lo que queramos sin respetarlas.

          Nosotros somos Libertad, nos vendemos voluntariamente, ofreciéndonos como cosas sin valor, cómo algo que despreciamos y no aceptamos. Vendemos nuestra dignidad, nuestra humanidad, nuestro amor, por una caricia, por una mirada, por una compañía, porque nos digan lo que tenemos que hacer, buscando ser como los demás, buscando respeto y compañía.

          El amor, el respeto, la compañía, nace de nuestra aceptación total de lo que somos, de saber que somos únicos, de saber que tenemos el valor que nos damos, porque nada ni nadie puede comprarnos, si en ejercicio de nuestra libertad, no nos ponemos en venta.

          Somos Vida, somos Libertad, por indigno que sea nuestro aspecto, no puede cambiar lo que somos, porque somos lo más valioso que hay en la vida, porque: SOY YO.