Hay veces,
que tratamos de huir de todo lo que vemos equivocado en la vida, nuestros
ideales y percepción de la sociedad, nos impulsa a buscar en la actitud opuesta
el lugar donde cultivar la virtud y la felicidad.
Hay un filósofo
griego, Diógenes de Sinope, que siendo hijo de un banquero, al ser desterrado a
Atenas y oír las enseñanzas de un filósofo, siguió sus enseñanzas hasta el máximo,
llegando a vivir en un tonel, rodeado de perros con los que comía; tratando de
eliminar todo lo superfluo, en la seguridad que cuanto más se tiene, más difícil
es encontrar la felicidad, debido a las necesidades que nos creamos y los
miedos a perder lo que tenemos, así como no alcanzar nunca los límites de la
ambición.
Entre las
historias que se cuentan están estas dos: “Viendo en una ocasión, a un niño beber agua usando sus
manos, tiró su escudilla, viendo que almacenaba cosas superfluas. También se
despojó de su plato al ver a otro niño, que al rompérsele el suyo, puso las
lentejas que comía en la concavidad de un trozo de pan”.
En el
principio del Budismo, también hubo muchos seguidores que se despojaron de
cuanto poseían, algunos con fuego y otros tirándolas al mar o ríos. Otros decidieron
repartirlas entre los necesitados.
Desde siempre
se ha sabido que: la posesión, el apego, el aferrarse, a o de las cosas, es el
camino más corto hacia la infelicidad.
Pero no somos
tan conscientes que: el rechazo, desapego o la indiferencia, por ellas no es
sino el mismo camino, con una luz o color diferente.
Según el Buda:
“Está el sufrimiento de temer la
carencia de lo que consideramos necesario y el del miedo a perder lo que tenemos y
consideramos imprescindible para nuestra felicidad”. En ambos caso el
origen del sufrimiento no está en las cosas sino en nuestra actitud.
El miedo a
necesitar o el rechazo a tener, solamente pueden nacer de la desconfianza, la
inseguridad y la falta de respeto no solamente hacia nosotros, sino también
hacia la Vida. Rechazamos lo que el Universo nos ofrece, tenemos miedo de no
recibir de la vida, la sociedad y nosotros mismos, aquello que necesitamos.
La equivocación
no está en el deseo o el rechazo, sino en la falta de aceptación y el deseo de
poseer, lo que ha sido creado libre. Todo el Universo se manifiesta para ser
modificado, para crear uno nuevo en cada ahora, con lo que hacemos con él, pero
el respeto de la Libertad, no es negociable, nada puede ser poseído: ni los objetos,
ni los seres vivos, ni nuestra salud, ni nuestro cuerpo, ni tan siquiera
nuestra mente. Todo está al servicio de todo, pero en libertad, con la sola
responsabilidad de ser y ejercer lo que eres.
Incluso rechazando
todo, tienes que respirar la vida que te da el aire; comer los alimentos cuya
vida mantiene la nuestra; dormir bajo el techo de estrellas, que guardan tu
sueño, para que no te despierte el sol hasta el momento oportuno; el cuerpo que
permite realizar lo que piensa la mente y siente el corazón. No podemos
poseerlos, pero la felicidad de todos depende de cómo los usemos, al igual que
con el uso que hacemos de los objetos y cuanto hay en el Universo.
Diógenes, salía con un farol buscando a “un
hombre honesto”, Zarathustra la Humanidad que se supone en el hombre. El
Universo nos ofrece cuanto hay en Él, la Vida se expresa y se entrega a nuestro
hacer. Nada puede ser poseído, pero en nuestra ignorancia es lo único que
intentamos, vivimos y deseamos: con cuanto nos rodea, con cuanto somos.
Pero es en el cómo aceptamos y usamos cuanto hay en el Universo, en lo
que somos, en la forma en que manifestamos nuestro Ser, donde reside la Honestidad,
la Humanidad, la Luz que permite no solamente verlas y encontrarlas, sino
vivirlas siéndolo.
La Virtud, la Verdad, no se encuentra en el rechazo o el intento de
posesión, sino en la aceptación y uso correcto de cuanto recibimos de la Vida.
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