Casi nadie nos
preguntamos, ¿Cómo he llegado aquí?, cuando la vida y la salud nos sonríen,
quizás pensando, que es lo que nos merecemos por nuestro esfuerzo y buen hacer.
Pero cuando: la salud que tenemos, la vida, la situación y posición social, los
resultados de lo que hemos hecho en nuestras vidas, no es el que deseamos o
creemos merecer, las preguntas surgen, buscamos la responsabilidad y al
culpable, de que nos hallan engañado, de lo que hemos recibido por nuestro buen
hacer.
Es entonces,
cuando nos acordamos de: Dios, el karma, los políticos, el destino, los demás
en general, para ver quién y donde está
la culpabilidad o la respuesta de, ¿Cómo he llegado aquí?.
Pero nuestra
estupefacción llega a límites extraordinarios, cuando la situación es de: accidentes,
enfermedades raras que nadie quiere tener y muchas otras situaciones para
nosotros inexplicables, de cómo han podido ocurrirle a esa persona y en estas
circunstancias. Pero quizás sean los problemas que le ocurren a la infancia los
que nos dejan anonadados, no encontrando explicación a esas situaciones de:
Hambre, maltrato, abusos, enfermedades. Es cuando nos surge el ¿Por qué?, desde lo más profundo, pues
no encontramos explicación, de algo que le es dado a quien acaba de llegar, a
quien todavía no ha hecho nada para ganar lo que tiene.
En primer
lugar los conceptos que manejamos, están creados en la antigüedad y llamados
con una o varias palabras que tenían un sentido y explicación para ellos, pero
las traducciones nos han llevado a quedarnos en la explicación, más que en el
concepto. Es como mirar varias fotos de árboles, tituladas todas, “Árbol”. Obviamente para el que oye la
palabra, no puede entender y a veces ni tan siquiera acercarse, a lo que comprende
la persona que está viendo las fotos (el concepto).
Miramos el
Karma, como una serie de reglas arbitrarias, creadas por alguien que no tiene
sentimientos y que simplemente impone unas leyes sin pensar en Justicia, sin
pensar en el amor y la compasión.
Como yo lo
veo, no hay nadie que imponga unas normas, leyes, o deseos arbitrariamente,
simplemente hay una Vida cuya forma y expresión hemos recibido la libertad de crear.
Podríamos pensar en un pintor que ha creado un cuadro de invierno, cuando
cansado del frío, quiere que el cuadro se transforme o cambie a uno de
primavera, este no lo hará por sí mismo. El cuadro expresa lo que el pintor es, está hecho a imagen y
semejanza del alma del pintor, pero no puede transformarse por sí mismo. Este más
o menos es nuestro concepto de Dios, del Creador, el responsable de nuestro
eterno invierno, sufrimiento e inhumanidad, el creador de nuestras desdichas.
El verdadero
Creador, el Ser, no ha pintado un cuadro, “¡¡Es
el cuadro!!!!”, por eso es el Ser, la Seidad del cuadro. Pero el cuadro está
imbuido de Vida, una Vida que tiene
por naturaleza la Libertad, de la que participa cuanto es plasmado en el
cuadro. Es esa Libertad y el Amor y Entrega del Creador, lo que impide que
pueda ser borrado, alterado o cambiado, el más simple de los trazos, el más
ligero de los colores, con los que el cuadro se autocree. Es nuestra Libertad y
nuestra responsabilidad única, lo que hay en el cuadro, es por lo que en su
profunda Compasión, en su infinito Amor, Dios, el Creador, Buda, le dio la
Naturaleza de Impermanencia, de Cambio, constante, para que pudiésemos cambiar,
modificar o crear un cuadro, sin tener reglas, leyes o modelos, hasta ese punto
es el Amor, la Compasión de la que somos manifestación. No hemos sido creados como
simple forma, hemos sido puestos en la Vida como creadores de la forma en que la
expresamos.
Si tiramos
unos dados en el suelo de una calle llena de muchedumbre en movimiento, si
muchos de ellos tiran dados también; si los premios, están escritos en una
lista infinita en constante movimiento, que muestra solamente diez premios y al
entrar apuntamos los premios y los números que hay en ese momento. Al recoger
los dados, sumar los puntos y dividirlos por el número de parejas de dados, difícilmente
nos coincidirían los premios con los números que tenemos apuntados, porque todo
está en movimiento y cuentan las acciones del conjunto, aparte de las nuestras.
Nuestro resultado como ser: en
apariencia, salud, personalidad y la mayor parte de los detalles, están
grandemente influenciados por cada una de las células, estas además están
influenciadas por cada uno de los cromosomas, estos por todo lo que ha sido
hecho, o dejado de hacer, desde el principio de los tiempos y por todas las
especies y tipos de vida. Esto es lo que determina lo que somos en un momento
dado. Pero no es el Karma, un dios caprichoso y poderoso, o un destino
inmutable quien decidirá lo que seremos en otro momento, en otro ahora. No es
la genética, ni la sociedad, ni la familia, ni el punto de desfallecimiento al
que hemos llevado a la Tierra, nuestro cuerpo Madre, lo que determinará lo que
podemos ser.
Solamente el Amor, la Aceptación, el
ejercicio y manifestación de nuestra Responsabilidad, son los que determinarán
lo que seremos, la forma que tendremos como expresión de Vida, porque somos
Vida y los creadores de su manifestación en la forma. Si deseamos una salud,
una sociedad, una manifestación, diferentes de nuestra Humanidad, tendremos que
crearlas, individualmente, porque no tenemos una Libertad para todos, no la
tenemos porque es lo que somos y tendremos que manifestarla, para que no puedan
manifestarse: los abusos, las enfermedades, el hambre, la injusticia, la
inhumanidad.
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