No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 21 de mayo de 2015

¿POR QUÉ IGUALES?


          Hace ya bastantes años que estuve en algunos debates acerca del feminismo, en la mayoría éramos mitad y mitad, solamente en uno era el único hombre aparte del moderador, entre los debatientes.
          En oriente hay pocas edificaciones construidas con un eje de simetría, en la artesanía, una vez terminado el objeto, se le añadía o producía una pequeña imperfección intencionadamente, rompiendo toda posibilidad de que fuese perfecta. En ambos casos era porque en la naturaleza, no se hacen dos mitades idénticas y tampoco algo perfecto, en el sentido de no poder ser mejorado, porque la imperfección es el origen de la manifestación en la Vida, origen de la evolución de que algo puede perfeccionarse por medio de su esfuerzo, no mirando desde la opinión de que las cosas son defectuosas.
          En la pareja hay dos mitades, las mismas mitades que hay en cada uno de sus integrantes: “Una mitad Yin femenina y la otra Yang masculina”. De alguna manera no podemos conservar nuestras dos mitades femenina y masculina individuales, porque ahora nuestra individualidad es como pareja. No quiere decir que de nuestros dos aspectos ha desaparecido uno, seguiremos funcionando con él, pero nuestra función debe de ser modificada como parte de una nueva individualidad.
          Nuestra visión de la pareja es la unión de dos individualidades, que nunca tienen que ser una mitad de la pareja, las argumentaciones que damos son lógicas, pero no puede haber una mitad en una individualidad que se conserve siendo: mitad Yin, mitad Yang. Tiene que ser una de las dos mitades, la Yin o la Yang. Según las circunstancias, el tipo de relación, la actividad y el momento, unas veces se puede ser una y en otros la otra polaridad. Independientemente de que físicamente seas la parte femenina o masculina, puedes tener la función contraria, pero nunca las dos al mismo tiempo en el ser de la pareja.
          La tendencia de las peticiones feministas es la ser iguales que el hombre, viendo los logros en una sociedad controlada en muchos aspectos por él, nunca he entendido esta petición, siempre he pensado que la mujer quería mejorar la sociedad, no que todos fuéramos iguales en nuestros despropósitos.
          En las sociedades en los que la mujer es discriminada, sojuzgada, mantenida en posiciones bajas o no tiene opinión, al menos en las que yo he visitado, la mayor actividad para que no cambie la ejerce la propia mujer. Son ellas las que en general fuerzan a las demás a seguir las costumbres y son más implacables en el castigo.
          He estado en países y sociedades donde la mujer es la de la casa, donde los hombres mandan y deciden lo que hay que hacer, les gritan a las mujeres y a veces las fuerzan. Pero ha sido precisamente en estas sociedades, donde he visto los hombres más inútiles y desamparados sin la fuerza de las mujeres. Cuando están sin gente alrededor, se hace siempre lo que dice el hombre, la mayoría de las veces porque es lo que quiere la mujer, en público muchas veces el hombre ya sabe lo que tiene que decir, la mujer no puede hablar, pero el hombre ha dicho lo que habría dicho ella.
          He visto sociedades donde el hombre estaba hablando con los amigos, iba a la caza y tenía algún tipo de actividad más dentro de su posición de hombre. Las mujeres limpiaban la tribu por la mañana a la salida del sol, en algunas iban los hombres a traer el agua desde los manantiales o eran también las mujeres, cocinaban, cuidaban la huerta y los animales, a los hijos, tejían, preparaban alimentos, y en general eran las que mantenían la fuerza de la tribu, su cohesión y su por qué de ser, al darle los valores sociales. El hombre era quien aplicaba la fuerza física, pero la mujer era la energía, la fuerza de ser de la tribu.
          Nuestra aparente igualdad es, que la mujer pierda su condición femenina para acercarse a la masculina, algo que más temprano que tarde, creará una sociedad, sin principios, sin energía que mantenga la cohesión, una sociedad de “mirarse el propio ombligo”, lo vemos en la política, en la empresa, en los grupos de poder, en las películas, en los videojuegos: “La mujer cada día es más como el hombre, un ser que pierde fácilmente su humanidad y su dignidad, incluso está perdiendo su sentimiento maternal por lo que la rodea”. Esto por supuesto no es importante, porque lo que hay que lograr es la igualdad en derechos, equipararnos los dos sexos, conseguir la libertad de poder decidir acerca de nosotros.
          Hay que terminar con la violencia de género, algo en lo que todos estamos de acuerdo independientemente del sexo. No debe de permitirse que el fuerte abuse del débil. Por ello una de las grandes peticiones, es que si el hombre no tiene responsabilidad de sus actos, por qué la va a tener la mujer: “Creemos una ley en la que se haga libre el aborto”, un ser que no puede opinar, no puede manifestarse, no puede defenderse, y no solamente es atacado, despreciado y menospreciado, por quienes deberían protegerlo, sino que piden la ayuda de la sociedad, la ley y la medicina, para poder atacar, al todopoderoso feto.
          En esas sociedades de mujeres sojuzgadas, he podido ver la dignidad de la mujer, su fuerza, sin la que la tribu desaparecería instantáneamente. También he visto, la cobardía disfrazada de aparente valor del hombre, que viendo la fortaleza de la mujer, la importancia que tenía para la tribu, que él no podría vivir sin ellas, ha mostrado su indignidad al erigirse como el rey de la tribu, sin reconocer que la cimentación de la razón de ser de la tribu, su dignidad, su fortaleza, su florecimiento residía en la mujer.
          Son los cimientos de los grandes y hermosos edificios, las raíces enterradas en el suelo, las que no nos llaman la atención, las que no vemos ni imaginamos su belleza, pero no habría edificios, ni árboles dignos, sin ellos.

          Nunca entenderé el por qué en lugar de exigir su dignidad como ser, la mujer se destruye a sí misma queriendo ser igual y con los mismos derechos que el hombre. Todos somos corresponsables, algo que nunca proviene de los derechos, sino de las responsabilidades. La dignidad no es por ser una cosa u otra, la dignidad viene de ejercer la responsabilidad de ser.


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