No pretendo molestaros

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Yui Shin

martes, 7 de julio de 2015

ESCUCHANDO A JESÚS


          Hay veces que deberíamos intentar leer las palabras de los Maestros desde sus ojos, estando donde ellos tienen sus pies, calzando sus sandalias, viviendo en su Espíritu, en su Unidad.
          Leo diferentes escritos acerca de Jesús, con entendimientos tan diferentes como las personas que lo han leído, cada uno ha entendido sus palabras, que ni tan siquiera son las suyas, sino las que innumerables traducciones y creadores de religiones, han puesto en su boca. Nosotros simplemente leemos las palabras, de no sabemos quien y juzgamos a Jesús y a Cristo, condenándole o intentando seguir lo que entendemos o nos explican de las palabras escritas.
          Si por un momento mirásemos desde otra posición, con otra actitud, hasta prácticamente desaparecer para escucharle con el corazón, quizás podríamos ver que nunca habló de un Padre, lejano o viviendo en un lugar paradisíaco. Podríamos incluso ver en todo lo que nos dicen que dijo, que nosotros somos ese Padre creador de lo que somos, que somos los Creadores de nuestra realidad, que cuando hablaba del amor del Padre es que debemos amar a nuestro pasado, porque es el amor que recibiremos del Padre.
          Simplemente es cambiar el entendimiento de una palabra, cambiar el punto de observación que utilizamos para entender todo su mensaje, he dicho Padre, podría haber sido otra pero es: “Lo que nos origina, el origen de algo son sus padres, sus creadores, porque la palabra Padre de Jesús, es todo el tiempo, toda la Vida, todo el pasado creador del presente, de nuestra realidad, de lo que somos, justamente en este momento, ahora”.  
          Su realización fue simplemente esa, supo que era Hijo de la Vida, que era su propia creación, porque era el Hijo, no solamente del Hombre, sino el Hijo del Todo. En él confluían todas las circunstancias habidas, de toda la Vida de la que había participado y en su aceptación nunca se sacrificó por nadie porque Él era el Padre, creador del Universo, de Sí mismo.
          El entendimiento, nuestro entendimiento del Padre, no sería el de alguien en el Cielo, amoroso y justo, alguien que nos juzgará y concederá aquello que hemos ganado, para toda una eternidad. Alguien que desde el principio de los tiempos sabe y conoce todas nuestras acciones y que a pesar de habernos concedido el libre albedrío, conociendo todo lo que va a acontecer, somos los responsables de nuestras acciones siendo que: “Él no puede equivocarse”.
          Jesús sabe en su ser que es Hijo de Todo cuanto ha acontecido desde antes del principio de los tiempos, que es el Hijo de su pasado, porque su manifestación como persona es simplemente la creación de cuanto ha acontecido en su propio Ser: “La Vida”. Algo que nos hace recordar las palabras: “Antes de que el Padre fuese Yo fui”. Existía para realizar las acciones origen de lo que era, de Jesús, de ese Jesús que realizó las acciones o fue la manifestación de lo que le había originado. Aceptando ser la Vida que estaba antes del principio de manifestación, aceptaba la responsabilidad de lo creado, de su ser, de la manifestación como Universo, como Jesús, como Humanidad.
          Él no es crucificado por los pecados de los demás, ni tan siquiera por los pecados propios, o de la Vida, él abre sus brazos acogiendo Todo, la Creación, al Universo, la Vida, en un acogimiento que lo que es crucificado es simplemente el ego de creerse Jesús, el hijo de José y María, no en una negación de ello, sino la muerte de la separación con el resto de los Hijos de la Vida, porque Jesús, María, José y el resto del Universo, somos el Padre Único, todos hijos de la Única Madre, María, Vida.
          Padre de Todos, eres el Cielo, manifestamos tu nombre, porque nosotros somos tu reino, porque somos los creadores con nuestra voluntad, del Cielo, de la Tierra y el Infierno. Nosotros somos el pan de la Vida, manifestada con nuestras acciones, no habiendo nada que perdonar aceptamos nuestra responsabilidad, como tú la aceptaste al ver que en ti está la Vida, el Padre y que tú eras el creador de todo ello. Tomamos la firme determinación de dedicar nuestra vida y esfuerzo a alcanzar la Bienaventuranza de buscar y encontrar esa responsabilidad, esa experiencia, ese vacío de ego que nos haga vivir con los brazos extendidos para acoger nuestra creación, a nuestro ser, a la Vida.  
          Hemos entendido sus palabras, hemos creado su religión, pero no somos Uno en el Padre, no somos la Religión del Padre, no somos la Palabra en el Silencio del Padre, no aceptamos ser los creadores de la Vida que manifestamos y por tanto el Padre. Dicen que resucitó, pero realmente al vivir en el Padre, es todos nosotros que no hemos dejado de vivir, muere con todos, nace con todos vive en todos.


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