Dicen que Dios viendo que no había
un mínimo de personas justas en Sodoma y Gomorra, las destruyó. Es el de
defensor de principios que hemos establecido como justos, al que el concepto de
Dios ha sido llevado. Hemos creado toda una Verdad, un cúmulo de religiones,
sustentándonos en un concepto que nosotros mismos hemos creado, hemos ido
definiendo, le hemos dado forma, realidad y sus límites.
Hay: ateos, filósofos, científicos,
una mayoría de personas que creen en filosofías de izquierdas, que debido a
esta cristalización de un concepto, incapaces de pensar por sí mismos o
intentar explicar ellos las definiciones o teorías de los demás, entendiendo e
incapaces de llegar más allá de la letra de libros, que en algún momento han
intentado explicar el funcionamiento de la Vida y sus reglas, dentro del
entendimiento o capacidades de cada persona o circunstancias de una época, han
llegado a una conclusión: “Dios no
existe”, algo que hace innecesaria y falsa cualquier religión y por tanto
sus enseñanzas.
Es muy
diferente la afirmación de Zarathustra de:
“Dios ha muerto”, solamente puede morir lo que vive, Dios vive en nosotros,
por lo tanto hay un solo lugar donde esta muerte puede producirse, que es: “En nosotros”. No es por tanto la
muerte de Dios la que tenemos que llorar, sino la de una parte nuestra, que no
es una parte concreta y definida, sino la del Concepto de Dios: “El creador de la humanidad, el creador de
la Vida, el creador de nuestra existencia, el que nos insufla los valores y el
amor a la Vida, el que nos hace eternos, el que hace que todos vivamos en un
solo corazón, el de Dios”, este concepto es el que muere, no en algún lugar
del Universo, sino en nuestros corazones, nuestras almas, algo que hace llorar
profundamente a Zarathustra, porque solamente le ha quedado la materia sin
alma, el hombre sin humanidad.
Es nuestra
comprensión de la interrelación entre toda la existencia, la que permite decir
a Hermes Trimegistus: “Así es arriba
como abajo, el Todo está en las partes y las partes están en el Todo”.
Es el
comprender que la Vida se entrega a Todo y que mientras haya una sola
posibilidad de continuación de una existencia, esta se manifestará, la que
permite escribir que: “Solamente al
extinguirse todas las posibilidades de continuación para Sodoma y Gomorra,
desaparecieron”.
Es al
comprender que: “Todo lo que tiene un
comienzo tiene un final, todo lo que tiene existencia está sujeto a la muerte”,
lo que nos lleva a que tiene que haber algo fuera de esta dicotomía o dualidad,
por lo que la existencia de la Vida en la Eternidad como concepto, nos lleva a
crear un nombre para él, siendo este: Dios.
Ha habido
grandes personas, Maestros que a lo largo del tiempo, han intentado explicarnos
esto con palabras: “Hay algo que está
fuera de la Existencia o no existencia, que no es materia o espíritu, sin
comienzo o final, eterno, que él la Vida Infinita, su totalidad es llamada
Dios, y todo forma parte de esa totalidad”.
Somos nosotros,
los que hemos encerrado en su letra estas verdades que hemos creado nosotros,
los que cansados de buscar esa Vida de la que somos parte, nos hemos dedicado a
mirarnos el ombligo, los que en lugar de usar lo que hemos recibido para llegar
a la humanidad, lo hemos dedicado a crear nuestro ego, a satisfacer nuestra
ambición, nuestros intereses.
Hubo un
tiempo que nuestra ignorancia nos permitió aprender mirando el funcionamiento
del Universo, la manifestación de la Vida a nuestro alrededor y en nosotros,
permitió conocernos y pensar que estábamos unidos en el Universo, que al igual
que nosotros estábamos influenciados por cuanto nos rodeaba y existía en
nuestro interior, de la misma manera nosotros influenciábamos y creábamos lo
que lo demás terminaría por manifestar y nosotros somos.
Hermes no contestó al ser preguntado
por la naturaleza de Dios, porque no hay nada fuera o dentro de lo que es el Concepto
de Dios, todo lo que exista en la Eternidad, ES Dios, está y existe en Él,
porque es lo que define el concepto que hemos creado de la observación, de
nuestro existir junto: al entorno, el Universo. Nunca ha habido un Dios que nos
diga que existe, porque es lo que nosotros hemos definido que somos. Somos
Dios, somos la Humanidad, somos la Religión de Dios, pero hemos muerto perdidos
en la letra, perdiendo el espíritu, al igual que Sodoma y Gomorra, hemos
destruido nuestro ser, cuando el espíritu de Dios ha dejado de vivir en
nosotros.
Gracias a los escritores antiguos
todavía nos queda una oportunidad, leer la historia del fénix, porque afortunadamente,
mientras quede la menor ceniza nuestra, incluso una pequeña mota de ceniza,
Dios continuará viviendo.
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