Me encontraba
el otro día con una frase del Baghabad Gita, un libro que de alguna manera me
impresionó al leerlo en la Biblioteca Tibetana de Dharamsala, India. No fue
solamente lo escrito sino el estar viendo y conviviendo en la cultura que le
había originado y que él enriqueció, lo que probablemente hiciese que mi
actitud al leerlo, no fuese la de “la historia de una batalla antigua, de la
mitología hindú”.
Es difícil recordar mis impresiones de aquellos momentos, en ingles, con montones
de nombres y referencias, de algo que no entendía, como es toda esa mitología
de dioses y semidioses mezclados con la gente, pero que no obstante me
impresionó.
Posteriormente
lo he leído varias veces, gustándome más cada vez que lo leo: poesía sencilla,
sentimientos profundos, lectura fácil a pesar de lo complicado de los nombres,
no muy largo, y sobre todo una batalla que es la de cada día, encontrar el
equilibrio: “En nuestro interior, el interior-exterior, mortal-Eterno,
Dios-hombre, cuerpo-Espíritu, el equilibrio en nuestra relación con las
diferentes situaciones de nuestra dualidad, y la relaciones con la Vida en
nuestra manifestación. Esa es la guerra del Bhagabad Gita.
Esto es parte
del primer capítulo, tras la introducción de los personajes.
ARJUNA:
28. ¡Oh, Krishna! viendo a mis familiares
preparados para la batalla, mis párpados desfallecen y se cierran; y mi boca se
seca y queda amarga, temblores recorren mi cuerpo y mi cabello se eriza con
horror.
29. Mi arco Gandiva cae de mis manos, el pecho
me arde, y mis músculos desfallecen pudiendo apenas mantenerme en pie, pues mi
mente vaga en todas las direcciones. Presiento malos augurios.
30. ¡Oh, Krishna! ¿Por qué matar a mis propios
familiares en el fragor de la batalla?
31. No veo ninguna gloria en ello. No tengo
deseos de victoria.
32. ¡Oh, Krishna! Ni siquiera por el reino y
todos sus placeres. ¿Cómo podemos querer un reino, o sus placeres o incluso la
vida?
33. Cuando aquéllos para los que desearíamos
ese reino y esos placeres, y los goces de la vida, están aquí en este campo de
batalla, a punto de perder su vida y sus riquezas.
34. Listos, y dispuestos a exponer su vida en
esta batalla, se encuentran: maestros, padres, hijos, abuelos, nietos, padres,
yernos y esposos de esposas que solas quedan.
35. De ningún modo quiero dañarles, ¡Oh, Krishna!.
Incluso aunque deseasen matarme, no los dañaría ni por el imperio de los tres
mundos11; menos aún, por un reino en esta tierra.
36. La desgracia recaería sobre nosotros, si
matamos a estos hombres; aunque sean malos. ¿Qué gozo encontraríamos en su
muerte, ¡Oh, Krishna!, liberador de las almas?
37. ¿Acaso puedo matar a mis familiares, los
hijos del rey Dhritarashtra, hermano de mi propio padre? ¿Qué felicidad
obtendríamos matando a nuestros seres queridos en la batalla?
38. Aunque ellos, con sus mentes obcecadas por
la codicia, no tengan ningún reparo en destruir una familia, ni en traicionar a
sus propios amigos.
39. Nosotros no deberíamos hacer esto, ya que
vemos maldad en la destrucción. ¿No crees que deberíamos cuidarnos de cometer
semejante fechoría?
40. Con la destrucción de una familia
desaparecen sus virtudes y tradiciones, y al faltar estas virtudes, la
iniquidad corroe el seno de la familia.
41. Cuando esto sucede, ¡Oh, Krishna!, las
mujeres de esa familia se corrompen, y su corrupción origina gran confusión en
las castas y en el orden social12.
42. Este desmán llevará a la familia y a los
destructores de la familia a un destino fatal. Los espíritus de sus muertos
sufrirán en el infierno al verse privados de las ofrendas y los ritos
funerarios.
43. El delito de los destructores de la
familia, cuyo resultado es el desorden social, destruye la nobleza del
nacimiento, los antiguos ritos y los altos valores.
44. Y, ¡Oh, Krishna!, los hombres cuyas virtudes
familiares están corrompidas, son condenados al infierno. Así nos ha sido
dicho.
45. ¡Oh mal día! Qué espíritu maligno ha
poseído nuestras mentes, cuando aquí estamos, dispuestos a matar a nuestra
propia gente en el campo de batalla por un reino terrenal.
46. Más me valdría que los hijos de
Dhritarashtra, encontrándome desarmado y sin ofrecer resistencia, me
aniquilasen en medio de la lucha.
SANJAYA:
47. Así habló Arjuna en el campo de batalla; y
dejando a un lado su arco y sus flechas, con su alma inundada por la
desesperación y la pena, se desplomó abatido sobre el asiento de su carro.
11 Habitan el mundo terrestre los hombres y
animales que se encuentran por encima de los siete patalas, donde viven
demonios y seres de naturaleza inferior. Debajo de ellos se hallan los
infiernos (narakas), donde expían sus penas los pecadores. El paraíso está
sobre el mundo terrestre, en él se encuentran las moradas de beatitud habitadas
por dioses y sabios.
12 Con el paso de la India védica a la Edad
heroica, quedó constituido así el sistema de castas (yama): La principal es la
brahmánica, que se supone que salió de la boca de Brahma. Está compuesta por
sacerdotes cuya labor principal es estudiar los libros sagrados y cumplir los
ritos. La siguiente casta es la Kshatrya o Chatria, proviene de los brazos de
Brahma. Eran los guerreros, reyes, nobles, príncipes y amos de grandes
extensiones. La tercera casta es la Vaisya, que según la tradición salió del
vientre y los muslos de Brahma. Eran comerciantes y agricultores. Por último
los Sudras vienen de los pies. Era la casta impura formada por los siervos y
parias.
Diariamente tenemos
que tomar decisiones, a un lado del campo de batalla están nuestras ambiciones,
la materia y los ejércitos espirituales que van a las batallas. Del otro está
nuestra conciencia limpia, nuestra parte abierta a la Vida, nuestro aspecto más
humano, apoyado por nuestro amor a los que nos rodean y los consejos del
Maestro, el que eternamente habita en nuestro interior y que solamente
conoceremos al estar preparados. Es cuando escuchamos y nos esforzamos por
seguir la Voz de nuestro Silencio Interior, cuando la Voz del Maestro resuena nítida
en nuestros corazones, poniendo entonces, lo que creemos ser a sus pies, para
que al vivir en el Maestro podamos manifestar su esencia sin cambiar lo que
somos.
Está sacado
de la traducción de Julio Pardilla, que he leído en Pdf, en Internet. Las
traducciones hay muchas y buenas, pero lo que me ha gustado de esta sobre todo,
son las explicaciones que da en el prólogo e introducción, explicando las bases
del libro, las cuales me han parecido interesantes.
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