No recuerdo
exactamente lo que me llevó a escribirlo. Probablemente la visión de los
cementerios en el Sudeste Asiático tan diferentes a los nuestros, esa
apariencia de jardines y lugares de descanso. La visión de Bali, con sus
playas, sus pueblos y sus gentes.
Esa reencarnación
flotando continuamente alrededor en las sociedades, en las gentes, que de
alguna manera desde los libros que había leído en India, me hacía mirar desde
un nuevo lugar las costumbres de las gentes, que cambiando de países, continuamente
me rodeaban.
Creo que fue una
noticia de las que se generaron en los periódicos, lo que originó el escrito,
pero son recuerdos perdidos en el tiempo, que sin embargo están en lo que soy
ahora, sin apenas darme cuenta, todo aquello que ha desaparecido aparentemente,
todavía vive en mí.
Porque qué
pensamos encontrar mañana, sino aquello que estamos creando. Todo nuestro
pasado es el que tendrá que vivir nuestro futuro, mientras vivimos entre medias
lo que somos.
¿ Por qué lloran los muertos?. Dicen que los muertos están llorando
por un mundo que han perdido, en su mundo flotando, sabiendo que volverán, para
encontrar lo que les vamos dejando, nosotros en él metidos, ellos desde afuera
mirando, viéndonos en guerras, en divisiones de terrenos vanos, que nada son
sin el hombre, este que tratamos de individualizarlo, en lugar de ser uno por
uno, individuales, viviendo en un solo campo, nos miramos a los pies y decimos:
“este es mi campo sagrado”. Por eso lloran los muertos, que viven fuera del
campo santo.
Sus
lágrimas riegan las flores, donde los cuerpos de unos hombres que estuvieron
equivocados, yacen en sepulturas, en campo abierto o campo vallado, que ninguno
sale fuera, solo adentro, todos vamos llegando, paso a paso, entre suspiros y
lamentos, entre pensamientos vanos, de si quiero o no quiero, solo deseos, no
quereles sanos.
Mentes enfermas, individualización que equivocamos, con: tu allí, esto
es mío, aquél es tu país, quiero vivir separado. Esto ven los muertos y siguen
llorando, sobre campos de batalla, sobre dineros que felicidad no han comprado,
así viven con miedo de volver y encontrarlo como ellos lo hicieron, o peor,
como lo dejamos. Sus lágrimas, sus lamentos, nos dicen sus equivocaciones, las
nuestras y los cambios. Escuchemos en silencio, sus canciones, sus pasos, uno a
uno, no, no son dos, son uno y uno que andan el mismo camino, diferentes,
ayudando. Sequémosles las lágrimas, no nos encontremos un día llorando, viendo
nuestro mundo sin rumbo, sin timón y sin mando. Si supiéramos de sus lloros de
cuerpos descarnados, en un mundo de sombras, con luces para los visionarios o
para aquellos que buscan, u otros que saben donde debemos encaminarnos.
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