Cuando Bodhidharma dejó su sombra
impresa en la roca de la pared de la cueva, simplemente meditando de cara a
ella, todo lo que era oscuridad le abandonó, porque no se puede percibir la
oscuridad en presencia de la luz.
Sus escritos, lo que recogieron
de sus charlas y vivencias, lo que se atribuye a Él, es la base del Zen como le
conocemos. Podemos ver claramente las enseñanzas de los Sutras, iluminadas por
la luz del Tao.
No hay nada, que podamos decir
que está fuera del Dharma, la Verdadera Enseñanza del Buda. Todo es
impermanente, Todo es la manifestación del Vacío y en él tiene su Naturaleza.
Ver o percibir la Realidad es el
estado del sueño, de Mara, de la ignorancia.
No hay una Realidad que pueda ser
percibida, conocida, la esencia de Todo es la No-Mente.
En sus escritos o lo que le
atribuimos o hemos traducido, nos habla del Espíritu del Zen, para aquellos que
se queden en la letra, en su entendimiento, conocerán una vida mejor, pero
desde la percepción. Nos dice Bodhidharma:
“La capacidad de la mente es ilimitada y sus manifestaciones son
inagotables. Ver formas con los ojos, oír sonidos con los oídos, oler olores
con la nariz, probar gustos con la lengua, todos los movimientos o estados son
siempre tu mente. En cada momento, allí donde no llega el lenguaje, ésa es tu
mente.
“Buda” es una palabra sánscrita para lo que llamamos “Iluminado”,
no de tener luz, sino de serlo, de iluminar cuanto le rodea y cuanto es,
completamente atento, despierto, percibiendo la Realidad de Todo.
Responder, percibir, arquear las cejas, parpadear, mover las manos
y los pies, todo lo cotidiano es tu Naturaleza, milagrosamente despierta. Y
esta naturaleza es la mente. Y la mente es el Buda. Y el Buda es el Camino. Y
el camino es Zen. Pero la palabra “Zen” es un rompecabezas, tanto para los
necios, como para los sabios. Ver tu naturaleza es zen. Pero a menos que la
veas como Naturaleza Original, no es Zen”.
Lo que
percibimos en lo que llamamos nuestra realidad, está todo limitado por la mente
y lo que hemos podido desarrollarla. Al igual que las ondas de radio o de
imágenes, es necesario un emisor y un receptor. La Realidad se muestra en la
forma, y es percibida por la mente que actúa como receptor.
La Realidad
son las infinitas ondas que hay y existen en el Vacío, que en su Realidad final
serían el propio Vacío. Es por ello que la capacidad de la mente es ilimitada,
no puede ser infinita porque no puede recepcionarse a sí misma.
Su propia
manifestación como mente está en lo que percibe, porque ella al ser Vacío también, solamente puede acoger la forma de lo percibido. El resto de la Mente es donde
no es percibido nada, donde no llega el lenguaje, el sonido, la forma.
En el Buda la
sombra no es percibida, porque al ser Luz, siempre estará iluminada en su
presencia. La noche no desaparece nunca, pero no puede manifestarse en la
presencia del sol, por ser este luz. Su percepción de la Realidad, podríamos
decir que es Siendo esa realidad, más que percibir una parte, por eso se dice
que: “Es Consciencia de Todo”, “Percibe Todo”, lo que indica que no puede ser
una percepción de algo, sino la “No-Percepción de Todo”.
La sonrisa es
lo que percibe el receptor, al igual que cualquier otra acción o apariencia de
realidad, es la percepción de la mente, existiendo en la dualidad. Es por ello
que no es en percibirla, sino en la Realidad de la sonrisa, en su Alma, en su
Espíritu, es donde se manifiesta la Luz de Buda, porque Todo Es su Naturaleza. Por
ello está dentro de nuestra capacidad percibir ese Espíritu en la Totalidad de
lo que percibimos. Ese trabajo, ese esfuerzo, esa práctica, ese Camino, lo
llamamos zen.
Es por ello que la Realidad Zen, solamente puede percibir la Naturaleza
Original, el Vacío, el Todo, a Buda. No porque el Zen sea un receptor con ese
potencial, sino porque el Zen, Dhyana, es: Naturaleza Original, el Vacío, el
Todo, Buda, la No-Percepción, la No-Mente.
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