Decía ayer
una misionera española, destinada en un poblado del Congo, las necesidades y
los problemas cotidianos de la vida en aquellos lugares. Algunos son
verdaderamente escandalosos para nosotros, supongo que en aquella cultura los verán
simplemente mal o normales. Pero hubo algo que me llamó la atención y es cuando
la preguntaron por cómo había visto España y los españoles. Su respuesta fue
que: “Había visto en sus conversaciones con otras personas, en programas, por
la calle y el transporte, que había percibido una gran sed de Dios, que en el
Congo tenían sed por la falta de agua, pero que la gente aquí no sabe de su sed,
que busca satisfacerla sin conocer el origen de su insatisfacción, de su sed: “La
necesidad de Dios”.
Vamos tras
los deportes siendo capaces de empeñar a la familia, de jugarnos nuestra vida
por unos colores, por un nombre. Pasamos días en la calle, para ver a un
triunfador, a un cantante o artista. Odiamos a otros, simplemente porque siguen
a otro equipo, a otro pensamiento, a un político, a cualquier cosa, que sirva
para darnos el sentimiento de tener algo en el estómago y no sentir el vacío.
Hemos perdido
la capacidad de estar con nosotros, de valorar lo que tenemos, lo que somos,
nuestro entorno, a lo que nos enriquecen las diferencias, a argumentar para
aprender, para conocernos. Solamente necesitamos grupos que nos lleven a
competir con los demás, a hacernos sentir triunfadores, perdiendo nuestra
personalidad en aras de un ídolo. Tratamos de identificarnos con alguien o
algo, simplemente para sentir que somos, que merecemos la pena, por vernos como
reflejo de alguien, a quien necesitamos sujetar para no desmoronarnos.
Vemos que lo único
que vale la pena es el poseer, el poder, el bienestar, el que nos respeten o
teman, el poder hacer cosas que nos hagan perder la autoestima, pero permita
sentir la palmada del grupo en la espalda. Hemos perdido la medida de los
valores, simplemente hay que perder la consciencia para sentir que podemos
lograr lo que deseemos, pero que pocas veces intentaremos lograr, sumidos en el
sopor de la drogadicción y adicciones, no estoy hablando solamente de drogas,
sino al no vivir de forma natural, a no necesitar las grandes emociones o el
peligro del límite, para sentirnos vivos.
Nos hemos
acostumbrado al gregarismo, a la uniformidad incluso en la diferencia, a la
libertad de los derechos y las leyes que nos imponen una libertad estructurada
y medida, al faltarnos la responsabilidad.
Hemos huido
del Dios que el hombre manifiesta, el que nos han contado, el que el hombre ha
usado en sus ambiciones, el que nosotros no hemos sabido encontrar. Es por ello
que miramos en la historia, en los libros sagrados, que nos tienen que ser explicados porque no somos capaces de entenderlos. Buscamos
a un Dios, que se parece al de Judas, que comande a sus ángeles para liberarnos
del invasor, del enemigo, que es el que encontraron los reyes y caballeros,
también la Iglesia, que perdida en la letra y las circunstancias de la época,
se dedico a luchar contra el mal, que era todo aquello que entendía a Dios de forma
diferente, que al final confundió el Poder de Dios con el de la Iglesia que
seguía las palabras, lo escrito por el hombre.
“Somos Hijos de Dios, Dios vive en mí,
Dios es Todo, Dios creó la Humanidad a imagen y semejanza de Sí Mismo, aquél
que me buscare siempre me encontrará, porque Yo vivo en Todo”. Estas cosas han
sido dichas por el hombre, en su búsqueda del manantial que calme la sed de la
gente, para sentir que hemos llegado a la Humanidad. "Porque tuve sed y me diste
de beber”.
Buscamos a un Dios que nos de agua que
calme nuestra sed de Humanidad. Sin darnos cuenta, que es Dios quien está
sediento porque nosotros no somos Humanidad.
Dios está en ti, Dios vive en nuestros
corazones, por eso no lo podemos encontrar, por eso creemos que ha muerto, por
eso no encontramos su Iglesia, su Religión, porque no hay nada que sea de Dios,
buscando lo Suyo, no nos hemos dado cuenta que lo que buscamos es lo nuestro,
lo que somos, lo que tenemos que manifestar, porque somos el agua, somos el
manantial.
Somos la Religión, su Iglesia, porque solamente hay un lugar donde
puede vivir y manifestar su Gloria y es en lo que Somos, en nosotros, buscamos
calmar la sed de no encontrarnos, pero no hay nada que encontrar, sino que
manifestar, que Ser.
Si buscas a Dios, si crees que ha muerto, si piensas que no existe, sufrirás
de sed Eterna, porque es que no estás viviendo, porque no eres Vida.
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