No pretendo molestaros

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Yui Shin

domingo, 27 de marzo de 2016

MONOLOGANDO


          Generalmente cuando conversamos con alguien, podemos entender lo que nos dicen, y aprender de sus palabras. Otras veces, oímos con atención sus palabras, tratando de comprender lo máximo posible de aquello que nos están diciendo.
          Pero pocas veces escuchamos lo que nos dicen, desde la persona que habla o guarda silencio. La mayoría de nosotros entablamos conversaciones, en cambio el Maestro o los que enseñan sus experiencias del Espíritu, nos hablan en monólogo, en silencio, en el que las palabras no están dichas para nosotros, porque ellos nos hablan para nuestro Silencio.
          En una de las parábolas de Jesús, la de: “La higuera estéril”, nos fijamos en que el dueño de la Viña (Dios), al no ver frutos decide cortarla, que Jesús el viñador, pide paciencia y permitir una última oportunidad. Pero es desde escuchar al Dios castigador, al que enjuicia, al que no nos ha dado el: “Libre Albedrío”, al que espera resultados, al dios de los hombres, cuando es este nuestro entendimiento.
Cuando Jesús, relata la parábola para el hombre, no lo está haciendo para el oído, sino para el Silencio del Hijo de Dios, la Humanidad. Nos dice que:
«Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador:
—Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra
Pero él le respondió:
—Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y le echaré abono, por si da fruto en
adelante; y si no da, la cortas después.» (Luc. 13:6-9).

Obviamente, cuando plantamos algo esperamos sus frutos, y no cualquiera sino aquellos que deseamos y razón por la que hemos plantado, cuidado, abonado y regado la higuera. Nuestro deseo, puede esperar un tiempo prudencial, sabemos que toma un tiempo obtener los frutos. Pero no podemos aceptar que pasado ese tiempo, nuestros deseos se vean insatisfechos.  Dios había hecho un pacto con Israel y había enviado a su Hijo el Mesías, a cuidar la higuera de Israel. Al no recibir el fruto deseado, al no escuchar y aprovechar sus enseñanzas, una sola palabra: "Córtala". El Hijo de Dios, pide a su Padre esperar un tiempo para que Él una vez más, trate de hacer fértil a los hebreos.
          Pero es lo que vemos, lo que entendemos en la conversación, en la cual interpretamos de lo que nos dicen, de lo que oímos, de lo que leemos. No sé cuantas traducciones han pasado, ni tan siquiera cuantas veces pasaron las palabras de una boca a otros oídos, antes de que fuesen escritas, y leídas por mí, pero de qué serviría si las escucho también desde mi entendimiento, desde mis oídos.
          Es el hombre el que siente y vive en el deseo, en recibir frutos por sus hechos, por sus acciones. Es el hombre el que no ve el Universo, la Vida, cuando trata de vivir, cuando desea una rosa, en un campo de flores, que no son ni tan siquiera vistas. Es el hombre el que nunca recibe nada, por vivir en el deseo de aquello que no puede tener, por ser deseado.
          Es el Hijo de Dios que vive en nosotros, el que desde el silencio de la higuera, escucha en el silencio de la Humanidad, que no puede escuchar a nadie, no puede dialogar con nadie, pues siendo Una, vive en Eterno Monólogo de Silencio. Donde el canto de las estrellas, los pájaros, el viento, la voz de los niños, el sonido de la sombra producida por la higuera, por las nubes, resuenan en permanente Silencio.
          Es el viñador el que le pide al hombre impaciente que espere, que comprenda que cuando en días de calor venga por el camino, sediento y sudoroso, podrá sentarse a la sombra de la higuera. Que cuanto crece alrededor está abonado por las hojas que la higuera entrega a la Tierra, como alimento de las plantas y hierbas hermanas. Que con su alimento ayuda a florecer las flores del camino.
          No es Dios: el impaciente, no es el dueño de la Tierra que pide frutos, no es el que desea destruir, castigar a quien no cumple con sus deseos. El Hijo que cuida la Tierra, el viñador que confía en que un día el fruto de la higuera sea la Humanidad. Mientras el hombre desespera, queriendo ser Humanidad, antes de dar fruto, antes de abandonar el deseo, antes de aceptar que no es existiendo en el tiempo, mirando resultados, cuando se da fruto. Sino en un cuidado eterno, en el que en Silencio manifiestas al Hijo de Dios, al que tienes que cuidar, porque es la higuera la que hará al jardinero, es la Higuera Estéril la que es Dios, porque: “Qué fruto puede dar el Todo?.

          Deseando Nada, esperando Nada, sin conversar, sin escuchar, somos el Eterno Monologo de Dios, el fruto de la Higuera Estéril, Su Silencio, la expresión de Amor del Silencio de Dios.


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