Hace siglos,
nació una niña cuya mayor desgracia fue nacer tan bella, con un cuerpo perfecto,
un corazón dulce y compasivo, y una atracción para todos los que la rodeaban
rayana en la obsesión.
Pero lo que
ella añoraba, su mayor deseo, era Retornar a Casa, al Origen, a su Naturaleza
de Buda, era lo único que anhelaba su corazón, tan lleno de amor y compasión,
por toda la Vida y sus formas.
Aún joven
partió de casa de sus padres, buscando al Maestro que la ayudase en el inicio
del Camino de Retorno. Pero el obstáculo, iba con ella, acompañándola
continuamente, pues era su belleza de alma y cuerpo, que solamente serviría
como distracción y punto de pelea, intranquilidad y desarmonía para los que había
en los monasterios.
No importó a los
monasterios a cuyas puertas llamó y esperó Chiyono, en todos, tras entrevistarse
con el Maestro, la respuesta era la misma, con los mismos motivos: “Eres demasiado bella”, no eran
motivos de determinación, no era que no estuviese preparada, que no pudiese
pasar las pruebas. El motivo era que los demás eran débiles y que necesitaban más
la ayuda que ella.
Desesperada y
cansada de vagar por los caminos polvorientos, no encontrando otra manera de
entrar en el Camino que tenía la determinación de recorrer, decidió perder la
belleza aparente, la que los demás apreciaban porque en su ignorancia y falta
de determinación, no podían ver más allá. Calentando una plancha en el fuego de
la habitación, se la acercó a la cara, que la debilidad de los demás hacían
obstáculo, de su determinación a encontrar el por qué del sufrimiento, al igual
que Shakyamuni.
Este, abandonó
cuanto la Vida le había dado para tentarle, una felicidad que le escondía el dolor,
poder, riqueza, una familia, y una cárcel donde no le estaba permitida la
entrada al sufrimiento. Chiyono, la debilidad humana a las apariencias, la
llevo a esconder la belleza del cuerpo, junto con la de su alma, desfigurando
la apariencia de cara y cuerpo.
Partiendo en
la búsqueda del por qué del sufrimiento, no del cuerpo, sino aquel que invade
el alma y el espíritu del que añora volver al origen, a su Ser, a ser uno con
su propia Naturaleza, la Naturaleza del Buda Único, del Absoluto, del que por
su Compasión, Entrega y Amor, solamente Es Vacío, donde Todo es manifestado.
Chiyono, una
vez probada su determinación y liberados los demás de sus tentaciones, fue
aceptada y pudo comenzar el camino que la llevase al Origen. Durante décadas,
hizo y practicó, con toda su alma, cuanto el Maestro la indicaba: consciencia,
hacer sus labores sin discriminar y entregada a ellas, observó siendo
simplemente el observador, cuanto la acontecía y sucedía a su alrededor, intentó
profundizar en sus emociones, pensamientos, acciones, omisiones, pero sobre
todo, cuidó la actitud con la que todo era realizado y observado.
Pero los años
pasaron, la felicidad llenaba todos sus momentos, pues la aceptación y su
actitud, no discriminaban los momentos de esfuerzo, penuria y pesadumbre, por
lo que no vivía la infelicidad, como algo que pudiera sacarla de su felicidad
innata.
Despacio y con consciencia de dónde pisaba, caminaba cuando las nubes
se separaron, y una preciosa luna llena asomó entre ellas rompiendo la
oscuridad, al mirarla tropezó y el agua se esparció junto con las tablas del
viejo cubo. Al mirar desde el suelo la Luna Llena, brillando en lo alto,
encontró su Casa, la Mente Pura que de nuevo iluminó la belleza de su Rostro
Original.
Su experiencia la plasmó en un poema: “De un modo y otro
traté de mantener el cubo íntegro, esperando que el débil bambú nunca se
rompiera. De repente, el fondo se cayó. No más agua; no más reflejo de la luna
en el agua: vaciedad en mi mano”.
Hay que dar, entregar cuanto se es,
sin perder la determinación de seguir entregando incluso lo que no tenemos. Porque
la Luna brilló siendo miles de lunas en el agua esparcida por el suelo, incluso
fue Luna llena en el cubo, lleno de agua. Tratamos de conservar, de encontrar,
sin darnos cuenta que solamente podemos entregar, incluso cuando no nos
queda nada, cuando creemos ser Luna Llena, todavía no somos Vacío.
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