No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 8 de abril de 2016

LAS PALABRAS


      Paseando un día Buda por el jardín, acercose a una flor, la acogió amorosamente en sus manos, mientras la olía intensamente con los ojos cerrados y se diluyó en el Vacío.
      Cuántas veces hemos visto una preciosa flor, la hemos mirado y olido. Unas veces sin cortarla de la planta madre, otras la hemos cortado y tirado tras olerla, otras la hemos llevado a casa y puesto en un jarrón con agua para seguir oliéndola.
      Su recuerdo nos ha acompañado durante tiempo, a veces toda una vida, ya que el sentido del olfato, siendo el más primitivo, recuerda casi todo lo que olemos en ella.
      Al transmitir la experiencia, hemos llenado libros de poemas, de historias románticas, de vidas de personas sencillas, de flores misteriosas. En nuestros recuerdos de flores que nos transportaron, que mostraron nuestro amor a alguien, que nos sacaron de la oscuridad con su perfume.
      Podemos hablar y escribir metáforas del tiempo pasado por la flor, yaciendo en las raíces de la planta, o en el interior de sus ramas, mientras grandes tormentas y fríos inviernos intentaban verla y oler su perfume, del que hablaban los mismos dioses. Pero paciente esperaba su momento de primavera, para mirar al sol, en espera de que llegásemos a recibir su color y olor.
      Cuántos libros, cuántos relatos, eternos en el tiempo, nos hacen vivir de nuevo, el color, la belleza y el éxtasis del aroma de la flor.
      No importa cuántas palabras, cuántos relatos o libros escribamos, contemos, escuchemos o escribamos, en ninguno de ellos habrá más que un recuerdo, un sueño de un olor que solamente podemos recordar en las palabras o en su silencio.
      Buda oliendo con los ojos cerrados la flor, se diluyó en el Vacío, sin palabras, sin recuerdos, sin flor ni aroma, en un Vacío, del que se había diluido el Silencio, sin Buda, sin Vacío, solamente Aroma de Flor, sin nadie para olerlo.


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