A
veces deberíamos mirar en los cuentos, en las fábulas donde los antiguos
expresaban su visión del mundo que les rodeaba.
En Alemania y supongo
que en otros lugares con diferentes ejemplos o situaciones, había una leyenda
de la que los hermanos Grimm escribieron un cuento, que relata la historia de
una misteriosa desgracia acaecida en la ciudad de Hameln: “El flautista de
Hamelin”.
Un
flautista, coge los problemas de la gente, y engañándoles con el sonido de la música
de su flauta, los arroja al mar. Al no recibir el pago acordado por su
servicio, engaña a los herederos del pueblo. De nuevo la música de la flauta,
resuena por las calles llenas de los hijos, de quienes no pagaron el precio
prometido, y fueron llevados a la gruta del olvido, para no regresar más,
destruyendo así la vida y el futuro del pueblo.
Cuántas
veces hemos leído u oído historias y fábulas de quien vende su alma al diablo.
Pero
seguimos sin pretender bailar, disfrutar de la música, cuando suena y la música
que se escucha en el momento, no porque esté sonando, sino porque aceptamos o
somos responsables de estar bailando, pero nunca seguiremos al músico, sino a
la música que resuena en nosotros.
El
precio de ser gente, de no ser responsables de nuestro baile y felicidad, de
nuestros logros. Solamente nos llevará a no dejar de ser gente, con el problema
que ello conlleva, que no es otro que el de seguir al flautista, al diablo, que
solamente tiene un precio: “Nuestra Alma”.
Miramos
a la sociedad que hemos creado y solamente encontramos que el “Culpable es el
otro Flautista”, ni tan siquiera llegamos a sentir un vislumbre de libertad que
permita, esbozar la posibilidad de ser los responsables de nuestras vidas, de
nuestra situación.
Países
enteros en guerra, en corrupción, en ruinas morales, económicas, buscando
culpables, añorando la paz, la convivencia, el reparto de lo poco o mucho, que
tengamos de una forma en la que se vea la humanidad. Pero buscamos la solución
en seguir al flautista, al diablo, que solamente encontraremos al vender
nuestra alma.
No
es necesaria la música para bailar, no se necesita apropiarse de lo de los demás,
no hay nada mejor para la felicidad que ser buenos vecinos, buena gente, no es
necesario el flautista.
Para
ser felices, para poder convivir, solamente hay que conservar nuestra alma,
nuestra responsabilidad, porque no somos gente, somos: El Alma de la Humanidad,
la Música de la Vida, donde reside la Responsabilidad de la Libertad.
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