Mucho antes
de que Shakyamuni naciese, antes de que corretease por los jardines de palacio
y viviese rodeado de belleza y juventud, millones de meditadores habían
alcanzado altas metas, habían alcanzado la unión con su Dios, con el Espíritu,
con el Todo.
Él salió de
palacio, de la vida que conocía en busca del por qué de la propia vida, de
alcanzar la disolución de la Gran Duda, de saber el por qué en una vida de
felicidad como la suya, no podía librarse del sufrimiento. Buscó sin poder
hallar nada más que lo que podía ser encontrado, sintiendo la insatisfacción,
la dependencia de la duda, la carga de lo que encontraba. Pero su meta no era encontrar lo posible de encontrar, sino lo inalcanzable, lo que no puede ser encontrado. Siguió buscando
incansablemente, hasta el punto de que prometió: “Que el sol seque mis huesos, mientras quede un hálito de vida en el
cuerpo, no me levantaré hasta que haya logrado la Verdadera Iluminación,”.
Más de dos
mil años han pasado y cuántos de nosotros hemos sentido el dolor en el cuerpo, la
corrosiva duda, la paz de la Meditación, la unión con cuanto nos rodea, años de
práctica, años de búsqueda de Maestro, las interrogantes de: “si será mejor el Yoga, o el Hinayana, o el Mahayana, o el Chamanismo,
o los Sufies, o acaso la tan admirada Meditación Zen, o quizás el Cristianismo”.
Práctica,
desesperación, búsqueda, esfuerzo, dedicación, en pos de la tranquilidad de la
Iluminación que nos lleve a la Felicidad, a la Libertad, al encuentro con
nuestro Ser, nuestro Espíritu.
Todo ello es
inútil, pero necesario, no encontraremos sin buscar. No hallaremos si buscamos.
No conseguiremos
nada sin esfuerzo, pero el esfuerzo no nos llevará al sitio donde está la
Libertad y la Felicidad.
Nuestra meta
es la Iluminación, la Realización de nuestra Unidad con el Todo, pero nunca
podremos llegar a ella, independientemente del esfuerzo, de la dedicación, de
la entrega, del dolor que suframos o dediquemos, las metas que nos hemos
trazado son imposibles de alcanzar.
Shakyamuni,
recorrió este camino, lo que encontró es que no era por medio del esfuerzo o la
dedicación, como se alcanzan las metas, pues la Meta es llegar a “Aquí”, que es
el único sitio donde no podemos ir, el que no podemos alcanzar.
Descubrió que no se puede alcanzar la
Libertad, la Iluminación, la Felicidad, que independientemente de las vidas que
dediquemos a ello, incluso con una entrega absoluta, son metas que no podremos alcanzar
o conseguir.
Habiendo recorrido todos los caminos
que podían ser recorridos, practicando todas las meditaciones que podían ser
practicadas, soportando todas las privaciones hasta casi no tener noción de
vivir, un día sentado bajo el árbol Bodhi, viendo que lo que le había impedido
alcanzar todas las metas había sido lo mismo, se diluyo en el Vacío, impidiendo
así que hubiese: “Buscador, meditador, o algo que se esforzase, disfrutase o
padeciese, diluyo a Shakyamuni y todas sus vidas”.
No por ello desapareció nada,
solamente desapareció el espejo donde las partes del Todo se reflejaban.
No habiendo quien meditase, solamente
quedó la Meditación, no habiendo metas eternamente llegó a ella en el “Aquí”,
no habiendo nada que sufriese o buscase la felicidad solamente quedó Felicidad,
no quedando quien pudiese manifestar la Vida, solamente quedó la Libertad de la
Vida.
Solamente cuando no hubo Shakyamuni
buscando, pudo encontrar Shakyamuni la Verdad.
Cuando no hubo quien tuviese la Gran
Duda, la Gran Duda encontró todas las respuestas.
Cuando no hubo quien buscase la
Libertad, la Libertad se manifestó en Todo.
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