Meditamos en silencio, para encontrar el Sonido
de la Vida.
Tratamos de silenciarnos, para poder
escuchar a quienes nos rodean.
Silencio es la voz de la Vida: en el
trueno, en el murmullo de los manantiales, en el susurro del viento, en los
gritos estruendosos del que nace o del que sufre, en la voz que amorosa nos
susurra al oído, o los gritos de odio de quien no puede aceptar vivir.
Buscamos el Silencio en la ausencia del
ruido, pero Él está en el que escucha mientras habla, porque Silencio, lo que
se dice Silencio, es: La Seidad de la Voz de la Vida. Para ser Silencio, hay
que Ser el Sonido, la Voz de la Vida que solamente puede expresarse en
Silencio.
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