Mirando lo que mi familia espera de mí,
escuchando lo que la sociedad espera de mí, viviendo con el peso de lo que me
falta para ser como quiero ser, hay quien me habla de felicidad, de conformismo,
de que lo importante es aquello que soy. Los años pasan y mi desesperación, mi
impotencia aumenta, apenas cumplidos los años que no me sacan de la niñez,
siento mi espalda doblada por el peso del fracaso de lo que soy, es el comienzo
de la decepción conmigo mismo.
Necesito juguetes, que mis padres me
regalen y mimen, para olvidar lo que soy. Es el camino hacia la búsqueda de
algo, de alguna substancia que me cambie el color de lo que veo, el sabor de lo
que vivo, el dejar de vivir con quien soy.
Pero hay siempre un hilo, que desde la
persona que realmente busca, que verdaderamente desea cambiar, desea ser lo que
le pesa, lo que apenas le permite respirar al mirar la distancia entre lo que
siente ser y la persona que añora ser, que indefectiblemente desde la
desesperación de no poder vivir su ahora, le dará una pequeña luz, que sin ser
suficiente para ver, le guiará, al sueño de ser lo que quiere realmente ser,
que no es otra cosa: “que lo que ya es, en su ahora”.
No es fácil, descubrir que nuestro sueño,
no es posible sin que lo estemos deseando, que no hay nada que lo desee, sino
el que estamos siendo, el soñador, el que ha descubierto que se puede hacer
realidad el sueño.
Pero no podemos llegar a un sitio, no hay
lugar donde podamos llegar, si estamos en él, siempre hay que salir desde un
lugar diferente, desde un aquí, pues el sueño siempre está situado: “Allí”.
Encontrar que solamente el que somos desea
ir, que todo lo que tenemos para alcanzar nuestro sueño de convertirnos en un
ser maravilloso, es lo que somos, es el principio de comenzar a respetarle, de
quizás sentir un poco de amor por él.
Es en este momento cuando deja de
pesarnos, cuando comienza a llevarnos hacia un allí inalcanzable para el que
somos, que además lo sabe: “Es el único que nunca alcanzará nuestro sueño”. Podremos
llevar muchos de nuestros yo, verlos en el que nos hemos convertido, pero es el
que somos, el gran sacrificado, deja su lugar para que el sueño sea realidad.
El sueño que perdemos es el de alcanzar la
felicidad, vemos que es inútil perseguirla, desde que amamos al que somos,
hemos dejado de soñar con ella. Desde que sabemos que para llegar al que
queremos ser, solamente tenemos que ayudar al que estamos siendo, que no hay más
camino que la aceptación de la realidad que somos, para alcanzar y
transformarnos en algo que ni tan siquiera en nuestros sueños habíamos soñado,
nos hemos transformado, hemos cambiado, hemos logrado: "Ser el que somos y amarle".
La felicidad ha dejado de ser un sueño, el
gran cambio no ha sido el llegar allí, sino el vivir aquí, y finalmente puedo
llegar a todos mis sueños, amando donde estoy, lo que soy.
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