Cuántas
veces nuestra búsqueda se traduce en una pregunta: “Son
galgos, no son podencos”. En un lugar donde solamente hay galgos y
podencos, o es Yin o es Yang, cuanto viene o se va. Es el Yin y el Yang lo que
queda, porque lo que no cambia es que si tú eres galgo, yo soy podenco.
Varias
veces en dokusan, la entrevista con el Maestro, me abrieron la cabeza como
respuesta a nuestros diálogos. Tratando de argumentar acerca de la Naturaleza
de Buda, de lo que Es Vida, o de si eran “galgos o podencos”, el Maestro al no
poder argumentar con mi maravillosa mente y amplio conocimiento, probablemente
desesperado al no encontrar respuestas, me golpeó aprovechándose de su poder,
abriéndome la cabeza.
Una
de las veces sucedió en Hosshinji, con Daigaku-san como traductor, las otras en
Bukkokuji a solas con el Rosshi. Todo iba bien, probablemente en la mejor
traducción que he tenido de mis palabras, acercándolas a lo que quería decir. Al contrario que el Rosshi de Bukkokuji, el de Hosshinji no era tan rápido, así
que: “Me miró, se levantó, se acercó a mí, golpeándome con un símbolo
de madera que tienen los Maestros y que no recuerdo su nombre. Se sentó de
nuevo, me miró, continuando la conversación al responderle a su pregunta”.
Pasado
el Sesshin, la semana de silencio y Meditación, me preguntó si la reacción del
Maestro había sido debida a su traducción, pues en unos 20 años traduciendo, nunca
había visto algo semejante. El Rosshi era bastante paciente y le parecía todo
bien, por lo que no era normal esta respuesta.
Incluso
en esos momentos, cuando no entendía la pregunta que me estaban realizando,
cuando mi comprensión no alcanzaba a la profundidad de la respuesta a mis
preguntas, lo viví como una simple conversación. Antes y después de esas
respuestas, había saltado al menor movimiento del Rosshi, quizás no necesitando
o rehuyendo la respuesta directa.
Hoy,
todo lo que recuerdo es que era agradable charlar acerca de las cosas profundas
del budismo, de la Verdad, de la Naturaleza de Buda, de la dualidad Universal, pero
tarde o temprano la hora de la comida llegaba y había que dejar de dilucidar si
lo que teníamos o nos perseguía eran galgos o podencos, pues era el momento de
comer.
Al
final, preguntándonos por la raza o naturaleza de lo que nos rodea, nos
persigue, nos domina, nos obedece, lo bueno o malo de todo ello, no encontraremos
la respuesta de lo que realmente nos inquieta: ¿Quién soy?.
Preguntando
si son galgos o podencos, nunca podremos ser perros. Porque realmente y por muy
agradable que sea el buscar lo que somos, es lo único que no podemos ver cuando
viene o se va. Lo que viene o se va siendo lo que somos, no pasa de ser el
reflejo de la luna, el reflejo del espejo.
Preguntado
el Maestro, ¿Cuál es la Naturaleza de Buda?,
su Compasión señaló directamente a mí, el que siente el dolor, el que ha
preguntado, el que ha respondido.
Preguntado el Maestro, ¿Cuál
es la Naturaleza de Buda?, su Compasión mostró directamente mi
sangre, mi Vida.
La
conversación continuó, hasta olvidar el mi.
Galgos
o podencos, inglés-japonés, no hay entendimiento en la Verdad.
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