¿Cómo podríamos saber, conocer, algo sin preguntar?, ¿Cómo
podríamos encontrar la paz, el conocimiento, sin hallar las respuestas a
nuestras preguntas?.
Es
indudable que lo que ha proporcionado el avance de la cultura, ha sido la
curiosidad innata, el cuestionar el por qué de todo cuanto percibimos en
nosotros o nuestro alrededor. Hemos obtenido como recompensa de esta
curiosidad, el conocimiento de las respuestas.
También es
indudable que lo que ha proporcionado la evolución, no ha sido la curiosidad,
sino la adaptación. En ella no ha habido preguntas, ni respuestas, simplemente
el funcionamiento natural de la Sabiduría.
La
curiosidad es el círculo interminable, surge la semilla de una pregunta, que
fructifica con la respuesta, que es semilla de nuevas preguntas, que dan origen
a multitud de respuestas, que semillan la Gran Duda de infinitas preguntas, que
no pueden ser respondidas.
Nuestra
curiosidad, produce preguntas en las cuales implícita o explícitamente está incluido el “yo”.
Queremos saber lo que cada cosa es en relación a nosotros, a lo que percibimos
y a cómo lo percibimos. Hay un “yo que pregunta” lo que está percibiendo, por
lo que podemos saber lo que percibimos, nunca lo que las cosas son. Menos aún
cuando intentamos conocer las respuestas a preguntas, que han sido producidas
desde el origen de los tiempos, encerradas en la Pregunta: “¿Quién soy?”. A veces
la pregunta es acerca de la Vida, de Dios, del Universo, pero siempre
implícitamente la Pregunta de “¿Quién soy?”, subyace en ellas.
Cuando los
primeros en preguntar y hallar respuestas, intentaron explicarlas, se
encontraron con la dificultad de que lo que ellos percibían no podía ser hecho
palabras. Es entonces cuando recurren a las explicaciones.
El hombre
se ha relacionado con el entorno, ha vivido inmerso en el equilibrio de la vida
que se manifiesta en la Tierra. Pero un día se pregunta ¿Por qué tengo que
morir cuando hay poca comida?, ¿Por qué tengo que compartir o usar las cosas
que tengo en mi entorno?. Al principio sintieron gratitud a lo que le
proporcionaba cuanto necesitaban: ríos, bosques, árboles, animales, sol,
estrellas, viento. Miedo por lo que les atemorizaba o destruía: volcanes,
tormentas, huracanes, fuego, animales fuertes y agresivos.
Un día
encontraron la respuesta: “Creemos dioses que
nos favorezcan, encontremos la manera de vencer a los demás y conseguir lo que
deseemos.
Lo que los
brujos, los videntes, los guías que les habían hablado de la gratitud hacia el
entorno que les proporcionaba cuanto necesitaban, habían preguntado y hallado la respuesta desde el Vacío, los que le habíamos seguido hasta entonces la
entendimos desde el “yo”.
Todo vive
y se manifiesta en la Vida, todo evoluciona y está sujeto a la única Ley
inmutable, “La del cambio, la Impermanencia”. No sabemos el por qué o cómo evolucionamos, más allá de
lo que hemos podido observar en nuestra curiosidad. Pero el tiempo no pasa de
ser ahora, el pasado solamente se manifiesta como ahora, el futuro solamente se
manifiesta como ahora, incluso los videntes lo perciben como ahora.
La respuesta a “¿Qué soy?”, es: Seidad, lo curioso es que no podemos preguntar en esa condición.
No puede realizarse pregunta alguna, porque seriamos la pregunta, ni podríamos
responder porque seriamos la respuesta. Es por ello que en la Seidad de la
Vida, el tiempo no existe, están el pasado y el futuro incluidos en su Ahora,
que es cuando la Vida manifiesta su Seidad, siendo Ahora.
Decir que
tenemos hambre, recibe la respuesta de que comamos, pero seguimos hambrientos,
la respuesta no nos satisface, hasta que hemos comido, pero misteriosamente la
pregunta no tiene fundamento porque no tenemos hambre.
Preguntamos
por Dios, por la Religión, por la Vida, encontramos muchas respuestas, incluso
buenas respuestas aclaratorias, pero solamente para satisfacer la curiosidad,
la insatisfacción de un yo que quiere saber lo único que no tiene respuesta:
¿Quién soy?.
Pero responder
verdaderamente la pregunta, es realizarla desde el Vacío, desde la Naturaleza
de Buda, siendo el Vacío que acoge la pregunta siendo la respuesta. Siendo la
Seidad de lo que Es, la Seidad del Ser, porque no importa la pregunta, la
respuesta es lo que somos, lo que hemos creado, porque es lo que somos: Nuestra propia Creación en el Vacío de nuestra Seidad.
Cuando Shakyamuni
dice: “Todo es Buda, Buda es Todo”, significa que lo que existe es Buda, lo que no-existe
es Buda, la molécula es Buda, el vacío que la contiene es Buda, el Universo es
Buda, pero Buda no sabe que existe Buda, es el único que no lo sabe. ¿Qué
podemos saber nosotros, desde nuestras preguntas?, por lo que preguntamos es
Buda, la respuesta es Buda, el que pregunta es Buda, la propia pregunta es
Buda, si Buda es el único que no puede saber sobre Buda, no puede saber de
preguntas, ni respuestas, de conservar conocimiento de algo, porque lo único
que le es permitido es Ser Buda. La Gran Duda no es cuestión de curiosidad, es
un problema de ser lo que somos en cada Ahora, lo único que no podemos
percibir.
Seguiremos
preguntándonos ¿Quién soy?, no encontraremos respuesta más allá de ser el Vacío
que acoge nuestra Creación. Todas las demás serán para satisfacer la curiosidad
del “yo”.
Y sin
embargo, con preguntas o sin ellas, seguiremos siendo exactamente lo que somos,
lo único que nos es imposible conocer o saber, por ello cuando
Shakyamuni encontró una respuesta sin pregunta, dijo que: “Todo es
Impermanente, Todo es Vacío, Todo es Buda”, señalando su dedo la luna.
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