La
forma tradicional de beber, es el bebernos el contenido, desechando la botella
o a veces reutilizándola, para guardar otra cosa o como adorno.
Cuando
nos bebemos el contenido, lo que somos, es la forma natural en la que hemos
sido enseñados. Las religiones y las filosofías, nos enseñan a olvidar lo que
somos, para integrarnos en un ser superior, siendo uno con Él.
Cuando
dejamos de nuevo el vacío en la botella, miramos en el interior tratando de
identificar ese vacío, que sabemos nos uniría con el Vacío externo, con el Vacío
Absoluto.
Pero
hemos mantenido la botella, el ego, que independientemente de que el cristal
sea transparente, percibiendo la igualdad de los dos vacíos, estos continuaran
separados por la botella. Podemos verlos o percibirlos como uno, unidos, podemos
percibirlos separados, pero siempre en el fondo diferentes, fuera de la Seidad Única.
Algunos
Seudo-Maestros, de las llamadas sectas, o que buscan seguidores, el método que
enseñan es el de romper la botella, en la pérdida del ego, nos quedamos sin
forma, sin saber cuál es nuestro lugar o lo que se espera de nosotros. Es entonces
cuando nos ofrecen un nuevo contenedor, donde se mezclan los vinos de
diferentes botellas, olvidados de nuestro sabor, de nuestra procedencia, adoptamos
la forma del contenedor que la secta nos da. Eso solamente nos permite percibir
el color de la botella, que siendo opaca, impide ver la gama de coloridos del
Vacío Exterior.
Los
Maestros, nos ayudan a bebernos primero la botella. Al perder la forma que nos
proporciona el ego, hay un momento en el que nos sentimos extraños, quizás un
poco perdidos, pero en el trabajo de bebernos la botella, el vino ha cogido
suficiente cuerpo, obteniendo un aspecto gelatinoso, que no se pierde en el
exterior, simplemente es tocado por el entorno directamente.
Aquí
comienza el verdadero trabajo, el de beberse el vino, dejando un Vacío que no
está separado del Absoluto, al no haber botella. Poco a poco el vino se va
diluyendo, al ser bebido, siendo un Solo Vacío, en el que todavía continúa la
esencia del vino. Lo que desaparece es la separación, no para dar como
resultado la unión de ambos, sino la del retorno a la Unidad Eterna.
Al
pertenecer a una bodega infinita, llena de botellas y licores diferentes de
todas clases, debemos recordar que la unión nunca llega rompiendo las botellas,
pues quedarán siempre los trozos inservibles de las botellas.
Tampoco
podemos hacer que otra botella se beba a sí misma, o al vino que contiene.
El
trabajo de la bodega, es personal, intransferible para cada botella, grande o
pequeña. Incluso las vacías, tendrán que beberse para que aún sin personalidad,
desaparezca el ego grupal en el que esté integrada.
“Solamente
yo, puedo beber de mi copa”, decía Jesús. Son las palabras, que debe
decir cada uno que desea beber realmente.
Somos
nosotros los que debemos de beber lo que hemos creado, para que quede lo Eterno.
Beber
correctamente, al igual que hacer correctamente cualquier cosa o actividad en
nuestra vida, es de suma importancia, el resultado que alcancemos, depende de
la corrección de lo que somos.
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