Paseaba
tranquilamente por el campo, cuando recibí la agradable sorpresa de encontrarme
con Dios que estaba tomando el sol. Hacía mucho tiempo que deseaba verle, por
lo que me acerqué y le dije: “Qué día más
bonito y soleado”.
Entreabriendo los ojos pues incidía el sol
en ellos, me miró sonriendo y contestó: “Sí
hacia tiempo que no teníamos un día tan soleado”.
Aprovechando
la ocasión me acomodé a su lado y entablamos conversación. Al final me atreví a
preguntarle una de las preguntas que me rondaba la mente, desde hacía un
tiempo: “¿Por qué es tan importante amar a
Dios, como nos dicen a menudo?”, “¿no sería mejor simplemente amar al
prójimo?”.
“Es importante el amor por lo que nos ayuda, por lo que
contemplamos o conocemos, o amar por un motivo o deseo de recompensa. Pero
amarme a Mí, que no existo, que no soy nadie a quien puedas ver o percibir, es
mucho más importante, porque es amar sin que pueda haber un yo o sujeto que
ame, pues no hay objeto al que amar”.
Guardé
silencio un momento porque no estaba seguro que Dios supiese que yo era
español, por lo que alguien que está en tantos países a la vez, lo mismo me
estaba hablando en algún idioma que lo mismo era de otro Universo.
“Amáis a la
familia, que son los que comparten sangre con vosotros, peleando y tratando de
destruir a otras familias con las que competís por el poder. Incluso luchando
entre vosotros, por ambiciones y deseos, alegando que ha sido la Vida la que
impone la familia”.
“Amáis a los
amigos, que habéis elegido y han pasado las pruebas que exigís para considerarlos
amigos vuestros. Y en cuanto dejan de cumplir o responder como deseáis o creéis
que deben hacer, pasan al grupo de enemigos, incluso a los indiferentes o no
considerados”.
“Amáis al
pueblo, pero lucháis para pertenecer a los grupos de poder, el de las
posesiones, el de las envidias, de los que miran al pueblo desde la compasión o
la lástima, viéndolos tan abajo y tan incapaces”.
“Amáis la
Humanidad, os llamáis humanos, pero no es Humanidad amar a los humanos, sino el
Amor Universal: Árboles, plantas, animales, aves, peces, minerales, ciudades,
lo inhumano, el cielo, el aíre, las aguas, no hay nada que pueda ser excluido
de ese Amor Universal que es la Humanidad”.
“Deseáis
amaros a vosotros mismos, buscando el amor en los sitios más recónditos, pero
no os aceptáis, ni os respetáis”.
“Pero qué es:
“La familia, la amistad, el pueblo, la Humanidad, o ese yo que quiere amar”, cómo amar a
todas esas cosas que son inexistentes si no viven en cada corazón, en cada
individualidad”.
“Yo soy
inexistente, pero doy nombre a Todo y cada individualidad. No puedo ser amado
como Dios, pero puedo ser amado en cada una de las criaturas, de las formas, de
las individualidades. Puedo ser amado en cada sí mismo, en cada yo”.
Pero no me
ama, aquél que excluye a una sola individualidad de su amor, ni quien se excluye
a sí mismo. Porque solamente puedo ser amado como Absoluto, la Absoluta Inexistencia
donde Todo se manifiesta. Porque no teniendo existencia propia, solamente puedo
existir en el Amor que manifestáis, sin discriminaciones, sin exclusiones, sin
limitaciones. Olvidados del yo, Siendo Amor, Amáis la Inexistencia de Dios,
porque Acogiendo Todo, tengo que Ser Nada”.
En ese amar a
Dios, no hay Dios si no eres Amor, si solamente irradia amor de tu ser, es en Él
donde nace Dios.
Amar a Dios,
no es solamente amar Todo, sino ser solamente Todo Amor.
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