Cuando le
buscamos en nosotros, significa que buscamos algo que no es todo lo que somos,
que “está” en una parte que llamamos buena y la otra es
nuestro ego, nuestra percepción del mal que hay en nosotros y manifestamos, porque es lo que creemos ser en realidad, que bloquea nuestra parte divina.
Cuando le buscamos en el exterior, en los
demás, sigue habiendo un algo que le busca y que esperamos que le encuentre. Si
podemos encontrarle, percibirle, es porque nosotros estamos excluidos, o
simplemente le observamos con nuestra parte no-divina, opuesta a la divinidad.
La Seidad y lo Absoluto, del concepto que tenemos de lo que
Dios Es, impide que podamos encontrarle, al menos en una parte de algo. Cada
una de las partes, no
solamente manifiesta a Dios, “Es Dios”. Nuestra negación, afirmación
o aceptación de Dios, es intrascendente para el significado del concepto que hemos creado de lo que Es Dios.
No importa lo que preguntemos, neguemos o
afirmemos; no importa nuestras respuestas, disertaciones o creencias, no
podemos percibir la Seidad o lo Absoluto, más allá de esforzarnos en mostrar
nuestra individualidad en su Absolutez, más allá de manifestar nuestra
individualidad absoluta, integrada en todos los absolutos de los que formamos
parte.
Solamente cuando manifestemos nuestra
individualidad como Absoluto, habremos encontrado a Dios.
Pero es lo que somos en la Eternidad,
desde antes de que hubiese principio, posteriormente a un hipotético final,
luego no es la búsqueda la que nos permitirá encontrar a Dios, sino
manifestando lo que somos, sin ponernos las gafas del ego, de la separación de
las individualidades, sin la discriminación.
Es por ello, que no es la Meditación la
que nos permite encontrar nuestra Realidad, nuestro Ser, nuestra Seidad en Dios,
porque es algo que somos mucho antes de comenzar a buscar en la Meditación.
La Meditación permite que nos callemos, para que hable solamente el Silencio.
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