No pretendo molestaros

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Yui Shin

domingo, 22 de enero de 2017

EL MAESTRO

          Escribía el otro día, “Sígueme versus Acompáñame”, la diferencia que hay entre seguir algo o a alguien y caminar libremente acompañando a alguien. Entre seguir el camino de otra persona, que caminando delante nos impide ver dónde vamos o acompañar a alguien que nos proteja en nuestro camino.
          La idea de Maestro que se tiene en la mayoría de los escritos que leo, es la de ese ser liberado, iluminado, lleno de amor, que nos enseña todo lo que hay que saber del camino. Pero el Maestro, solamente puede caminar en el suyo, evitando que nadie piense que puede invadirlo, por parecerle más sencillo al estar más iluminado, ser más ancho y caminar en compañía. Tampoco puede entrar en el nuestro, no puede mover ni tan siquiera un grano de polvo en nuestro camino, si es que realmente es un Maestro. Tampoco puede inculcarnos sus ideas, por lo que la labor más difícil que tiene, es la de engañarnos lo suficiente, para que la Verdad que encontremos sea la nuestra.
          Los recuerdos de mis tiempos en párvulos son remotos, no recuerdo los paseos que debí de dar con los maestros, cuando hemos ido a visitar o tener actividades fuera del colegio. Pero hoy veo pasar los niños, desde el recuerdo del tiempo transcurrido con mi Maestro. Cuando pasean las guarderías con un solo maestro, este se sitúa detrás, para poder cuidar de todos y saber si van por el camino que lleva donde van, si se pusiera al frente posiblemente no llegarían todos, o alguno tendría un accidente. Cuando van dos maestros, uno va detrás y el otro cerca de la cabeza, pero no en ella, para que los niños aprendan a caminar por sí mismos, sin salirse del camino.
          En el instituto, cuando el conocimiento de los discípulos ha aumentado, pero no su responsabilidad, el maestro unas veces camina detrás, otras en cabeza, o en cualquier otra posición, vigilando no solamente si van en el camino correcto, sino cómo caminan. Si se pone de guía del grupo, al llegar donde van, probablemente no llegarían todos, si es en el regreso, probablemente al día siguiente habría muchos con resaca o en el hospital.
          Los universitarios, se les dice dónde hay que ir, se les espera y se hace la actividad, pero hablamos de maestros, los cuales instruyen en un conocimiento que a veces tiene que ser entendido como es explicado, siendo explicado conforme a un sistema de enseñanza en la cual el conocimiento está encaminado a un logro.
          La enseñanza espiritual, va encaminada a que todo sea olvidado, porque no hay nada que saber, solamente se trata de que seas y ames lo que eres. ¿Quién podría decirte lo que eres?, la única salida es siéndolo, algo que nadie puede hacer por ti.
          La Vida Espiritual, es sin discriminación, sin dualidad, si alguien pudiese enseñártelo, si creyese que puede ser tu Maestro, esa persona estaría viviendo en la dualidad, lo que haría porque todavía no es “El Maestro”.
          Cuando he salido del templo con mi Maestro, caminaba a veces despacio, otras deprisa, delante o detrás, a veces a un lado o a otro, nunca estaba seguro de dónde estaría.
          Si iba delante, pegado a sus talones, apenas podía ver la vereda por las que caminábamos, de repente se detenía, mirando algo o se giraba preguntándome si había visto u oído algo que Él había percibido.
          Si venía detrás, a veces me pisaba los talones, o cuando me daba cuenta había desaparecido, no estaba detrás de mí, otras me preguntaba por algo que habíamos pasado o había sucedido.
          Cuando iba en cualquier posición, era más difícil todavía saber qué pasaría.
          No había explicaciones, solamente debía de caminar solo, atento a vivir cada ahora, cada momento todo lo que había a mi alrededor. No era importante para mí, si el Maestro lo sabía, si lo había escuchado o visto, era mi vida, mi camino, donde todo aquello estaba sucediendo.
          Nada que enseñar, por eso mi Maestro no me enseñó nada, nunca me permitió caminar en su camino, nunca habría penetrado en el mío por mucho que le insistiese o intentase obligarle. Él caminaba en campo abierto, donde todo estaba creyendo marcar sus huellas en caminos o veredas polvorientas. Él dependía de sus discípulos para ser Maestro, pues no puede haber Maestro sin discípulos.
          Mi Maestro, solamente tuvo un discípulo. El más humilde de los discípulos, el que vivía en eterna ignorancia, aprendiendo de todo pues todo sabía más que Él, el que conociendo su ignorancia nunca se atrevió a levantar su cabeza, a mirar a alguien pensando que necesitaba aprender de Él, desgraciadamente debería llamarse Yuishin, en lugar de Tangen Harada.
          El Maestro siempre es el Humilde discípulo de la Vida, donde aprende de Todo, siendo cada ahora discípulo, es la verdadera Naturaleza del Maestro.
          Shakyamuni tuvo grandes Maestros a los que siguió. Pero al serle ofrecida la meta, comprendió que no eran Maestros, al haber llegado a pensar que podían ofrecer el conocimiento supremo y último. Pensar que hay algo encerrado tras la puerta, es señal de que el Maestro no ha llegado.


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