Escribía el
otro día, “Sígueme versus Acompáñame”, la diferencia que hay entre seguir algo o a alguien y
caminar libremente acompañando a alguien. Entre seguir el camino de otra
persona, que caminando delante nos impide ver dónde vamos o acompañar a alguien
que nos proteja en nuestro camino.
La idea de
Maestro que se tiene en la mayoría de los escritos que leo, es la de ese ser
liberado, iluminado, lleno de amor, que nos enseña todo lo que hay que saber
del camino. Pero el Maestro, solamente puede caminar en el suyo, evitando que
nadie piense que puede invadirlo, por parecerle más sencillo al estar más
iluminado, ser más ancho y caminar en compañía. Tampoco puede entrar en el
nuestro, no puede mover ni tan siquiera un grano de polvo en nuestro camino, si
es que realmente es un Maestro. Tampoco puede inculcarnos sus ideas, por lo que
la labor más difícil que tiene, es la de engañarnos lo suficiente, para que la
Verdad que encontremos sea la nuestra.
Los recuerdos
de mis tiempos en párvulos son remotos, no recuerdo los paseos que debí de dar
con los maestros, cuando hemos ido a visitar o tener actividades fuera del
colegio. Pero hoy veo pasar los niños, desde el recuerdo del tiempo transcurrido con mi
Maestro. Cuando pasean las guarderías con un solo maestro, este se sitúa detrás,
para poder cuidar de todos y saber si van por el camino que lleva donde van, si
se pusiera al frente posiblemente no llegarían todos, o alguno tendría un
accidente. Cuando van dos maestros, uno va detrás y el otro cerca de la cabeza,
pero no en ella, para que los niños aprendan a caminar por sí mismos, sin
salirse del camino.
En el
instituto, cuando el conocimiento de los discípulos ha aumentado, pero no su
responsabilidad, el maestro unas veces camina detrás, otras en cabeza, o en
cualquier otra posición, vigilando no solamente si van en el camino correcto,
sino cómo caminan. Si se pone de guía del grupo, al llegar donde van,
probablemente no llegarían todos, si es en el regreso, probablemente al día
siguiente habría muchos con resaca o en el hospital.
Los
universitarios, se les dice dónde hay que ir, se les espera y se hace la
actividad, pero hablamos de maestros, los cuales instruyen en un conocimiento
que a veces tiene que ser entendido como es explicado, siendo explicado
conforme a un sistema de enseñanza en la cual el conocimiento está encaminado a
un logro.
La enseñanza
espiritual, va encaminada a que todo sea olvidado, porque no hay nada que
saber, solamente se trata de que seas y ames lo que eres. ¿Quién podría decirte lo que eres?, la única salida es siéndolo, algo que nadie puede hacer
por ti.
La Vida
Espiritual, es sin discriminación, sin dualidad, si alguien pudiese enseñártelo,
si creyese que puede ser tu Maestro, esa persona estaría viviendo en la
dualidad, lo que haría porque todavía no es “El
Maestro”.
Cuando he
salido del templo con mi Maestro, caminaba a veces despacio, otras deprisa,
delante o detrás, a veces a un lado o a otro, nunca estaba seguro de dónde estaría.
Si iba
delante, pegado a sus talones, apenas podía ver la vereda por las que caminábamos,
de repente se detenía, mirando algo o se giraba preguntándome si había visto u
oído algo que Él había percibido.
Si venía
detrás, a veces me pisaba los talones, o cuando me daba cuenta había
desaparecido, no estaba detrás de mí, otras me preguntaba por algo que habíamos
pasado o había sucedido.
Cuando iba
en cualquier posición, era más difícil todavía saber qué pasaría.
No había
explicaciones, solamente debía de caminar solo, atento a vivir cada ahora, cada
momento todo lo que había a mi alrededor. No era importante para mí, si el
Maestro lo sabía, si lo había escuchado o visto, era mi vida, mi camino, donde todo aquello estaba sucediendo.
Nada que
enseñar, por eso mi Maestro no me enseñó nada, nunca me permitió caminar en su
camino, nunca habría penetrado en el mío por mucho que le insistiese o intentase
obligarle. Él caminaba en campo abierto, donde todo estaba creyendo marcar sus
huellas en caminos o veredas polvorientas. Él dependía de sus discípulos para
ser Maestro, pues no puede haber Maestro sin
discípulos.
Mi Maestro,
solamente tuvo un discípulo. El más humilde de los discípulos, el que vivía en
eterna ignorancia, aprendiendo de todo pues todo sabía más que Él, el que
conociendo su ignorancia nunca se atrevió a levantar su cabeza, a mirar a
alguien pensando que necesitaba aprender de Él, desgraciadamente debería
llamarse Yuishin, en lugar de Tangen Harada.
El Maestro
siempre es el Humilde discípulo de la Vida, donde aprende de Todo, siendo cada
ahora discípulo, es la verdadera Naturaleza del Maestro.
Shakyamuni tuvo
grandes Maestros a los que siguió. Pero al serle ofrecida la meta, comprendió
que no eran Maestros, al haber llegado a pensar que podían ofrecer el
conocimiento supremo y último. Pensar que hay algo encerrado tras la puerta, es
señal de que el Maestro no ha llegado.
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