No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 26 de enero de 2017

EL VIEJO MAESTRO

En un pueblecito en las montañas, vivía desde hacía años en un pequeño templo, un anciano Maestro Zen.
Meditaba, hablaba con los vecinos, les aconsejaba, les guiaba en el Dharma, viviendo en armonía, amado y respetado por los vecinos. Los cuales le mantenían y arreglaban el templo donde vivía.
Un día, una persona de las acaudaladas del pueblo, molesta con alguna de las enseñanzas del Maestro, que les hablaba de la no posesión, de la compasión con los necesitados, en fin esas cosas de las que hablan los Maestros, decidió comprobar si eran sólo palabras o el Maestro era una persona de firmes convicciones y respeto por el Dharma.
Su idea era exponerlo ante los vecinos, mostrándoles que no es igual predicar, que hacer lo que se predica.
Tenía a su servicio una doncella, que pasaba por ser la más bella de todos los pueblos de las montañas de los alrededores, la llamó y le dijo:
“Si estás dispuesta a seducir al viejo Maestro, te permitiré ir a tu pueblo a cuidar de tu anciana madre enferma y te dará dinero para los cuidados y el médico”.
Sin dudar un momento la joven aceptó la propuesta, impelida por el amor a su madre.
Al atardecer cuando el viejo Maestro se disponía a meditar, sonó una suave llamada en la puerta y al abrirla, se encontró a la bella joven, que sonreía, mientras se abría un poco el kimono, mostrando que no había más ropa debajo.
El viejo Maestro, la dijo que pasase y al despuntar las primeras luces, los vecinos atónitos, vieron a través de la ventana del dormitorio del viejo Maestro, a la joven peinando su largo cabello, con el kimono entreabierto.
         Escandalizados, le dijeron de todo al viejo Maestro, que en su depravación había mancillado a una joven doncella, expulsándole del templo, de sus labores y del pueblo.
Sin cargar nada, el viejo Maestro, se llevó solamente su vergüenza, repudiado por los que le amaban y respetaban, por haber seducido, por no cumplir con los preceptos de su condición, al haber pasado la noche con una doncella, que feliz peinaba su largo cabello, iluminada por los primeros rayos de sol, al penetrar por la ventana del dormitorio.
Los pájaros cantaban, las flores despertaban a un nuevo día, un kimono entreabierto, su expulsión causó, por la gente que le quería.


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