Dicen que
dijo o le es atribuido a Sócrates, la frase de: “Sólo
sé que no sé nada”. Verdaderamente, es difícil
para los demás, incluso lo sería para él, lo que sabía para decirlo.
Mientras la ignorancia es el albergue de la
Sabiduría, pretender saber que eres esa ignorancia, parece un poco pretencioso,
para un filósofo que albergaba un conocimiento cercano a la Sabiduría.
Pretender conocer la Infinitud de lo que se
ignora, no creo fuese la pretensión de Sócrates. Lo simple, lo honesto, lo
correcto, al menos para mí, es decir lo que sabes, aceptando la responsabilidad
de las muchas posibilidades de que estés en un error. La verdad de nuestro
conocimiento, no puede basarse en que no estemos equivocados o exista error en
nuestro conocimiento. No hay ninguna posibilidad de que el conocimiento de
algo, exprese lo que es. Siempre hay aspectos equivocados en nuestra percepción.
La verdad, depende de nuestra sinceridad, de nuestra honestidad, de que lo que
expresamos salga directamente de nuestro corazón.
La Verdad es imposible de ser expresada, a
pesar de que no existe mentira o falsedad, en la sinceridad. Siendo toda Verdad
incompleta, desde el momento que hay algo o alguien que puede percibirla. Toda
Verdad que vive en el Corazón es Absoluta, independientemente de lo equivocada
que esté.
Nos hemos acostumbrado tanto a la comprobación
de la verdad, contrastando la información, los manuales o las definiciones, que
no vemos si la Verdad es en su definición o en su Alma. Vemos a través de los
cristales que está lloviendo, y afirmamos rotundamente: “Está lloviendo”. Sin
darnos cuenta de que estamos secos, de que no sabemos si llueve más allá de lo
que podemos contemplar a través de los cristales o simplemente alguien está
echando agua con un aspersor.
Nos ocultamos tras la frase de “Solamente sé que no sé nada”, a veces para no dar nuestra opinión, para no ser responsables de lo
que diríamos, para no tener que mostrar el valor de dar una opinión, incluso si
es equivocada, simplemente porque es lo que sabemos, lo que pensamos, lo que
tenemos para ofrecer a quien nos ha dado la suya o ha compartido con nosotros
su ignorancia o conocimiento, que ambos son compartidos cuando somos sinceros
en nuestras opiniones.
Vivimos tan sumidos en los miedos, del ¿Qué pensarán?, ¿Me equivocaré?, ¿Será suficientemente
profunda mi opinión?.
La Ignorancia se llena con la Sabiduría que
puede extraerse de todas las equivocaciones, callarnos se dice que puede
ayudar, pero saber escuchar y decir la Verdad, la nuestra, no la de nadie más,
solamente la que vive en nuestro corazón, es lo que podemos aportar a esa
Sabiduría, de la que todos bebemos, sin que a ella le importe nuestro nivel de
ignorancia, porque aprender solamente puede hacerlo el ignorante. Solamente en
la Ignorancia puede albergarse la Sabiduría.
Siendo consciente de su pretenciosidad al
decir la frase, la amplío un poco, mostrando también su conciencia de persona
de conocimiento: “Solo sé que no sé nada, el
saber que nada sé, es muestra de mi profundo conocimiento”.
Finalmente es lo que nos ha quedado, repetir
una frase de alguien a quien consideramos sabio. No sabiendo por qué la dijo,
qué quería realmente decir él, el momento o lo que quería que entendiesen las
personas a las que se lo dijo.
Pero al decirla mostramos nuestro profundo
conocimiento: “Hemos bajado a los profundos
abismos de la ignorancia, donde se ocultan los más ocultos secretos de la
Sabiduría, siendo conscientes de lo mucho que nos queda por aprender”.
Solamente nos queda por aprender, aquello
que creemos saber.
El conocimiento de lo que está en nuestra
Sabiduría, es todo lo que ignoramos.
Para poner el conocimiento en un lugar, no
puede haber conocimiento de algo, lo que ocuparía ya el lugar.
Para que pongamos la Sabiduría en nuestras vidas,
debemos vaciarlas de conocimiento, cuando solamente exista el Vacío de la
Ignorancia, la Sabiduría la llenará, como si la succionara.
La primera ignorancia, es pretender saber lo
que somos. La primera Sabiduría es serlo.
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