Publica María en su post, una
foto con frase, en ella se lee: “No subas tu voz, mejora tu argumento”.
Para ello solamente hay que
usar la razón, hablar desde el conocimiento razonado de lo que recordamos o
podemos traer al recuerdo sobre algo.
Casi nunca que expongo
argumentos levanto la voz, incluso sonrío para ser más convincente. Pero es
tratando de que la otra persona aprenda, acepte o sienta que mi conocimiento
supera al suyo y que lo mejor es que aprenda sin discutir.
Ha habido veces, que he
dado conferencias en las que expongo mis opiniones o mis argumentaciones, para
definir algo, tratando de que los asistentes aprendan de lo que expongo. Voz
firme pero suave, con convicciones, mirada sonriente y relajada, con seguridad
y a veces tratando de fingir duda. Para que su atención les permita aprender o
recordar el máximo.
Pero la argumentación,
debería ser en realidad el método para aprender nosotros, por lo que no se
puede argumentar con este objetivo sin pasión, sin poner el corazón en que los
demás expongan su conocimiento, más allá de lo que saben o puedan recordar. Si al
finalizar la argumentación, no hemos aprendido lo que no nos habrían podido
haber dicho, es que no hemos puesto suficiente corazón o la otra persona no era
merecedora de argumentar en ese momento.
El Maestro expone, para que
los discípulos opinen y den su argumentación, su conocimiento o ignorancia,
para que el Maestro al aprender pueda guiarlos a su propio conocimiento. Cuando
el Maestro, si lo es, no aprende, es porque quien le escucha es un oyente pero no
un discípulo.
Mi comentario a la frase en
el post de María ha sido:
“Cuando explicas algo para que los demás aprendan, habla
suavemente y con convicción.
Cuando hablas, sin respuestas o solamente preguntan para recordar
lo que dices, habla con convicción.
Cuando argumentas para tener razón, usa tu convicción, tu
elocuencia, tus razonamientos, incluso trata de no escuchar o que no pueda
exponer el otro sus argumentos.
Pero si argumentas para aprender, no se puede sin hacerlo
apasionadamente, hasta que la otra persona no tenga más remedio que exprimir y
exponer su conocimiento”.
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