No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 9 de marzo de 2017

IGUALDAD LETAL

          Siendo que la Vida no crea dos cosas iguales, el hombre que es la imagen y semejanza de Dios trata de comprender la vida, para hacer cosas iguales.
          El hombre, obviamente ha errado en su acercamiento a convertirse en humano, probablemente la Vida y Dios tenían puestas sus esperanzas en la mujer, pero he ahí que ella usando su gran inteligencia y su libre albedrío, ha decidido luchar para ser igual que el hombre.
          Es desesperante, al menos una cosa es segura: “Podemos perder toda esperanza de mejorar nuestra convivencia”. Es difícil conducir una carreta arrastrada por un burro y una burra, pero aunque la carreta no fuese muy bien, al menos tendríamos burritos y burritas para el día de mañana.
          Pero cuando seamos iguales, por muy bien que se mueva la carreta, habremos perdido que en el futuro, se mueva tan siquiera. No traen quien mueva la carreta mañana, si hay dos burros tirando.
          Es difícil comprender, si la Vida funciona con todo diferente, casi todo lo que vive en armonía necesita ser diferente para que pueda existir, no ellos sino la armonía. No puede existir armonía en cosas iguales, no puede haber sinfonía con notas iguales.
          Solamente a nosotros se nos ocurre tratar de que los hombres y las mujeres seamos iguales, es algo que ya inventó Dios al crear dos personas. Probablemente viendo que no nos habíamos dado cuenta y que lo único que veíamos era lo de fuera, que deseábamos solamente lo prohibido, al ver que ya tenía en el Paraíso dos burros, nos puso en otro sitio, para que nos peleásemos y no rompiésemos la paz de lo diferente.
          Siempre ha habido abortos, desde la más remota antigüedad ha habido mujeres que han tratado por una razón u otra matar la vida que lleva dentro. Pero siempre ha sido el símbolo de la Vida, la Madre, la Creadora, la Portadora de Vida, sin importar, que unas pocas tuviesen el egoísmo masculino, el de limitar lo que quiere o puede proteger.
          Pero la mujer desea ser como el hombre, ir a matar a la guerra, ser violenta, sentir que la Vida es morir o matar, tener el derecho a no cumplir con su función de procrear en la Vida, a vivir sin la responsabilidad de la familia en el día a día, tantas costumbres y derechos, creados por las necesidades de la convivencia y subsistencia, en una sociedad en continúa lucha por evolucionar y no extinguirse. El hombre tuvo una función, la mujer otra, no por diferenciarse, sino por las necesidades de ambos. Pero nos equivocamos en el principio, solamente es necesario equivocar la dirección del primer paso, para perder la dirección de la humanización.
          Cuando preguntábamos a mi Maestro, que si nos esforzábamos y meditábamos muchas horas, lograríamos llegar a la Meta, su respuesta era: “Si la dirección es correcta, sí”.
          Hemos olvidado que somos personas, cada uno, solamente la mitad femenina o la masculina, pero no como personas, sino como parejas, como grupo, como convivencia.
          Hoy ponemos en duda si somos hombres o mujeres, si tenemos que decidir lo que somos, o simplemente ser lo que deseemos en cada momento, porque lo importante en la convivencia, en la armonía, en una buena sociedad igualitaria es: “Lo que “YO” deseo”.
          Que nos peleemos unos con otras, que tengamos que luchar por encontrar la manera de respetarnos, que queramos ser iguales, que tengamos que obligarnos con leyes a concedernos las funciones en el grupo, que no valoremos lo que hacen los demás sean hombres o mujeres, y tantas cosas que buscamos por medio de las leyes y la imposición, son primeros pasos, que nos llevan a que la Vida un día diga: "Que ya tiene burros, que lo que le falta son personas".
          Que una mujer joven aborte porque era niño lo que iba a traer, que lo haga por su único interés, que pierda los valores que la Vida necesita en el aspecto femenino, no en hombre o mujer. Solamente nos llevará a que se pierda la feminidad que crea y sustenta la Vida, que se pierda a la mujer, para tener dos mitades que no sabremos qué son, pero iguales.
          Seguiremos nuestro camino, impertérritos, sin importar si nos lleva a ser personas y humanos, o solamente cosas iguales.
          Solamente cumpliendo nuestras responsabilidades, obtendríamos todos nuestros derechos.


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