Nuestra forma
de comprender las cosas de la Vida, es cuando menos peculiar.
Tratamos de
saber qué es lo que vemos, antes de aceptar lo que algo es. Una vez que sabemos
lo que estamos percibiendo a nivel personal, determinamos lo que cada cosa o
persona es. Cuando no confiamos en nosotros mismos, decidimos que las cosas y
personas, son lo que alguien nos dice.
La sociedad,
creemos que es el funcionamiento de las cosas regidas por las leyes, olvidando
que es nuestro funcionamiento o el funcionamiento individual, el que determina
lo que una sociedad o asociación es.
A veces
intentamos que un final suceda antes del principio, vemos el producto final de
algo y olvidamos que ha sido formado y es la expresión de todo cuanto ha
sucedido anteriormente. Que un ahora, es la asociación o sociedad de todos los
ahora, que existieron.
Imagino la
sorpresa y extrañeza de Nietzsche, cuando al bajar Zarathustra de la montaña,
le espetó por sorpresa: “Dios ha muerto”. La primera reacción sería de salir corriendo o la de
encerrarlo, pues o estaba loco o era un “raro”. Es como llegar a una guardería y que te expliquen las
leyes de la relatividad o el cálculo del peso del Universo usando una “romana”.
Cuando dijo
a los amigos lo que bajaba gritando Zarathustra, algunos dijeron que se habían
quedado huérfanos, así que eran ateos, que todavía no he entendido la relación.
Me refiero, a, qué tiene que ver que se le muriera Dios a Zarathustra, para que
yo sea ateo.
La verdad
es que tengo muchos problemas para entender a la gente, he oído por ahí que Nietzsche
era un filósofo, y todavía no he comprendido, el por qué no le preguntó nada a
Zarathustra. A mí al menos si me dicen que alguien ha muerto, preguntaría: por
su edad, que cuándo había nacido, por su vida, por sus obras, en fin saber algo
del muerto, pues nunca se me ha ocurrido que alguien se muriera sin nacer y sin
vivir.
Una vez
comenzada la conversación, preguntaría por sus amigos, por su familia, por sus
padres, porque si queremos saber algo sobre lo que se nos muere, tendríamos que
saber al menos: “Qué es lo que se ha muerto”.
Yo tengo claro
quién soy, porque aparte de haber estado siempre conmigo, conocí a mis padres,
a mis amigos y familia, a veces incluso he conocido algo de los desconocidos,
con lo que sé que soy el resultado de todo eso. También tengo claro que hay
quien me conoce y quien no, puede incluso que exista alguien que no sepa que
existo, lo que me resulta extraño, porque es obvio que lo hago, porque si no: "¿Cómo podría
escribir esto?, y no desayunaría por las mañanas". Es por lo que saber que existo
es de lo más fácil, solamente hay que preguntarme.
Así que
cuando Nietzsche, me dijo lo de que: “Dios
había muerto”, lo primero que le pregunté
fue: “¿También ha muerto el tuyo?”. Lo de que había muerto el de Zarathustra me lo había
dicho, pero no que lo hubiese hecho el suyo.
Al conocerme,
estoy seguro de que todavía no soy el superhombre, que necesito esforzarme más
para que Dios pueda manifestarse vivo en mí. Es lo que indica que mi Dios todavía
me es necesario, que no se ha muerto. Él solamente puede morir cuando yo le
acoja en mi ser totalmente, entonces dejará de hacerlo en mi percepción, en mi
conciencia, en mi Consciencia, dejaré de buscarle, de verle de percibirle,
porque quien habrá muerto es mi yo.
Esta será
la muerte de mi Dios, es por lo que me extraña que Nietzsche, no tuviese ninguna
pregunta para saber qué Dios se le había muerto a Zarathustra, que no tuviese
la curiosidad de saber cómo se moriría su Dios, si lo había hecho o todavía
necesitaba vivir en Él.
Dicen los
ateos que Dios no existe, por lo que no puede nacer, no puede vivir, no puede
morir. Es justamente el Dios que nunca morirá en mí, sino el que nacerá.
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