Es algo
que aprendí desde mi nacimiento, que pedí y que he exigido a lo largo de mi
vida. Estudiando y leyendo, para aprender más derechos, conocerlos y
defenderlos mejor, buscando el grupo, la masa, la muchedumbre, para hacer
fuerza y que los respetasen hasta sus últimas consecuencias.
Hace miles
de años, un profesor, un Maestro, una persona que pensaba al margen de la
mayoría, decía algo que la mayoría entendió, aplaudió, vio natural y bueno,
lógico, y sin mucho que entender. Se llamó Confucio, o al menos es conocido por
ese nombre, que no debemos pensar que deriva de la palabra confusión, pues es
un nombre chino. Escribió que: “Cada cosa tiene un nombre, que se corresponde
con una función”. “Esto nos dice que, si una cosa no cumple su función, le debe
ser cambiado o modificado el nombre”.
Así, que
he defendido mis derechos humanos por todos lados y con todas mis fuerzas, pero
nunca se me ha ocurrido mirar mi humanidad o condición humana. Alguien me ha
dicho que soy humano y me he lanzado a defender los derechos a ejercer mi
función como humano, sin apercibirme que eso no sería un derecho, sino una
responsabilidad.
Nos han
dicho que la Vida es Una, y hemos dado por sentado que es la misma en sus
manifestaciones.
Es quizás
el motivo, por el que nos llama la atención que un coche de gasoil contamine
más que uno eléctrico, siendo que son igualmente coches. Lo explicamos porque
sabemos que no son: “Un solo coche”. Lo que dice mucho de nuestra capacidad de
deducción. Lo que no dice mucho de nosotros es que nos tengan que imponer unas
leyes y penalizaciones, para que cuidemos de nuestra casa la Tierra.
Queremos ejercer
de políticos, pero no sabemos cuál es la función que determina podernos llamar
así, de la misma manera nos llamamos funcionarios, que no funcionan porque
olvidamos que políticos y funcionarios, son llamados y su ser es, el de actuar como servidores públicos, que la mayoría tampoco saben lo que es, me refiero a público.
No sabemos
lo que tenemos que aceptar como responsabilidad para recibir el nombre de:
hombres-mujeres, heterosexuales-homosexuales, trabajadores-empresarios,
propietarios-ocupas, creadores-pedigüeños, responsables-llorones de derechos,
cumplidores de su nombre-irresponsables, es por ello que sé que tengo derechos,
que debo esforzarme por: establecerlos, conseguirlos y mantenerlos.
Mi duda no
es esa, la de la necesidad de tener mis derechos, sino la de saber: ¿Qué soy?,
¿Quién soy?, que me diría los derechos que tengo, los que me corresponden por
tener y ejercer mi nombre.
Podría ser
político, funcionario, homosexual, y aceptando lo que soy, exigiría mis
derechos resultantes de mi nombre, porque son los que le corresponden.
No pediría
matrimonio, porque es un nombre para una función, que no puede ejercerse incluso
siendo heterosexual y casándose. No pediría derechos por ser hombre o mujer,
persona responsable o pedigüeño que exige por haber nacido, sin aceptar
responsabilidad o función útil en la vida, en la sociedad. Primero debería
saber lo que soy, para pedir mis derechos, los que corresponden a la función
que realizo.
Nos llamamos
por muchas palabras, decimos que son nombres, pero realmente no nos corresponde
llevarlos, siendo simplemente sonidos, palabras, del mundo de las ilusiones, de
los sueños, de la fantasía o el engaño.
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