Lo que si
sé, es que en los pequeños huecos que había dejado y logrado realizar con esfuerzo mi Maestro, a veces se asomaba la suave
luz de la Vida, por lo que estaré eternamente agradecido a su esfuerzo y
dedicación.
Un día nos
estaba hablando de Ryōkan, un monje japonés que vivía en una pequeña ermita de
unos ocho metros cuadrados, en la que la lluvia y el viento paseaban a través
de su tejado y paredes, entrando al interior por los innumerables agujeros que
el tiempo había dibujado en ellos. Un día al regresar, encontró que alguien se
había llevado todo cuanto en ella había: colchoneta, una muda de ropa, el poco
arroz que los lugareños le habían dado y poco más.
Su
reacción me impactó enormemente, en un principio sin poder entender yo exactamente por qué,
“simplemente escribió un Haiku, y en él con la brevedad que ello conlleva, todo
un tratado de vida”.
“El ladrón no se llevó, la luna en la ventana”.
La luna
llena, símbolo de la Mente Pura, no había podido ser tocada, nadie la puede
robar; al contrario de lo que creemos poseer que sí puede serlo, las cosas
verdaderamente reales no nos las pueden robar. Lo que somos, es nuestra mayor
realidad, mejor dicho, lo que verdaderamente Somos, que es precisamente lo que
nunca nos interesa. Como dijo el Buda, esa ignorancia es el origen del
sufrimiento.
En Junio
del 96, escribía mi último poema, desde entonces, he pensado algunos que no han
sido escritos, otros han sido dados sin conservar copia. De alguna manera mi
sensación al terminarlo fue, de haber llegado a una conclusión que me
proporcionaba trabajo para el resto de esta vida.
(21 - VI - 96)
¡Qué alegría me produce!,
el canto de los pájaros.
Melancolía y tristeza,
canto de pájaros.
Soñamos,
luchamos, deseamos, ambicionamos, juramos, que con la posesión de lo que
queremos porque nos hace falta, seremos felices. Que solamente necesitamos eso,
que nuestra felicidad está producida y sustentada por ……
Todo sigue
estando a nuestro servicio, la Vida nos proporciona y Es, todo cuanto nosotros
estamos creando. Y seguimos estando, llenos de melancolía por lo que no somos
capaces de ver, en la convicción equivocada que el no ver significa no existir,
sin creer que no nos hace falta poseer nada, porque nada puede ser poseído,
porque ya somos ese Vacío que acoge Todo sin poseerlo.
Espero ser
algún día la seguridad de la conclusión, de este, “Mi Último Poema”.
“Porque los pájaros, continuarán cantando eternamente”, no
importa si los escucho, si vivo la alegría, la tristeza o la melancolía: “Los pájaros,
continuarán cantando eternamente”.
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