A veces
nos preguntamos, cómo hemos llegado a esta convivencia social de nuestros días,
a una sociedad en la que pocos nos sentimos satisfechos, si no es, sentirnos
superiores al compararnos con los demás. Vemos el momento de humanidad en el
que nos encontramos, nos aferramos a lo material, a lo que vemos, a lo que nos
ofrece la seguridad que no sentimos en nuestro interior.
Hay muchos
libros diciendo, explicando y aconsejando, los medios por los cuales podríamos
crear una sociedad, que nos llenase de satisfacción y nos permitiese alcanzar
la felicidad que buscamos. Pero miramos alrededor, comparamos, analizamos, nos
sentimos impotentes, incapaces de utilizar las circunstancias de forma que
produjesen otros resultados. Tomando finalmente el camino de poner nuestro
futuro, nuestro presente, nuestra vida entera, en manos de los demás.
Todo lo
que somos, lo hemos vendido, empeñado, con: políticos, religiones, poderes de
todo tipo, con todo lo que creemos es mejor y más fuerte que nosotros. Pero la
realidad es, que la fuerza y el poder que tienen todos ellos, es la que
nosotros les damos.
Hay tanto
escrito, que simplemente lo miraré desde pocas frases, transmitidas desde
antiguo y que han sido pronunciadas, muchas veces, pero solamente con la voz,
desde la mente, desde el conocimiento. Pocas veces desde la comprensión, la
empatía, el corazón, el alma, desde el fondo de nuestro Ser.
Por
ejemplo, en política vemos que la frase funciona al revés, nadie se entera de
lo que ha hecho su partido, su mano, su derecha o izquierda. Para saberse con
pelos y señales, todo lo malo y si no lo es, lo hacen; de la otra mano, del
otro partido. Su mano simplemente les llena de orgullo, porque con saber lo que
les dicen, que es que todo lo hacen perfecto, que lo que han hecho o ha
desaparecido ha sido un error de alguien que pasaba y no tiene importancia, es
suficiente y les sobra.
Podríamos
aplicar el uso de la frase, casi para cualquier: grupo, asociación o persona
individual. Nos dedicamos a comparar, mirando más lo que hace la otra mano, que
la nuestra. Esto a veces nos lleva, al inflado de orgullo del ego o el
sentirnos o ser, lo que los demás nos dicen.
Miramos lo
que nuestra mano da, y olvidamos lo que nuestra mano recibe. Por eso la mano,
principalmente tiene una función, que es: la honestidad, amor propio,
individualidad, independencia y sobre todo responsabilidad.
Hacer y
ejercer nuestra función, no por los resultados o porque los demás lo sepan,
sino porque no tenemos que pregonar, anunciar y saber lo que hemos hecho por
los demás, sino desde nuestra honestidad. En la Biblia nos lo dicen en un
contexto de dar limosna, pero, por qué no desde dar simplemente, cuando lo
único que podemos dar es lo que somos. Cuando según decimos damos limosna, ¿no,
nos sentimos bien?. Hemos dado con una mano lo que habíamos recibido, y nos dan
bienestar y felicidad en la otra mano. ¿Quién ha dado limosna
realmente?, pienso que ninguno, simplemente
hemos cogido lo que queríamos o necesitábamos utilizar. Uno dinero, ropa,
comida, consejo, ¿qué más da?, el otro, satisfacción, felicidad.
Miramos
las dos manos, como opuestas, diferentes, porque hemos realizado la disección y
a veces la vivisección, de nuestra individualidad, de nuestra vida. Nos cuesta
trabajo, ver la realidad que veía Jesús al decirnos la frase. Hacer nuestro
trabajo, nuestra responsabilidad, nuestra función, simplemente porque es lo que
hay que hacer, no por recompensas o reconocimientos.
Pero
cuando no hay comparaciones, cuando hay honestidad, Humanidad, o simplemente
responsabilidad, somos una sola mano, que produce el sonido de una sociedad,
una Vida, una convivencia, en la cual solamente hay Una Mano, sin podernos
comparar, sin poder crecer, sin poder disminuir.
La Vida,
Dios, Buda, son Uno, la mano que aplaude, para manifestar el Universo, la Vida,
nosotros en un Único y Absoluto Yo.
Somos el
sonido de esa mano, que no es derecha, ni izquierda, sino Mano.
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