No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 15 de septiembre de 2017

APENAS DOS FRASES

          A veces nos preguntamos, cómo hemos llegado a esta convivencia social de nuestros días, a una sociedad en la que pocos nos sentimos satisfechos, si no es, sentirnos superiores al compararnos con los demás. Vemos el momento de humanidad en el que nos encontramos, nos aferramos a lo material, a lo que vemos, a lo que nos ofrece la seguridad que no sentimos en nuestro interior.
          Hay muchos libros diciendo, explicando y aconsejando, los medios por los cuales podríamos crear una sociedad, que nos llenase de satisfacción y nos permitiese alcanzar la felicidad que buscamos. Pero miramos alrededor, comparamos, analizamos, nos sentimos impotentes, incapaces de utilizar las circunstancias de forma que produjesen otros resultados. Tomando finalmente el camino de poner nuestro futuro, nuestro presente, nuestra vida entera, en manos de los demás.
          Todo lo que somos, lo hemos vendido, empeñado, con: políticos, religiones, poderes de todo tipo, con todo lo que creemos es mejor y más fuerte que nosotros. Pero la realidad es, que la fuerza y el poder que tienen todos ellos, es la que nosotros les damos.
          Hay tanto escrito, que simplemente lo miraré desde pocas frases, transmitidas desde antiguo y que han sido pronunciadas, muchas veces, pero solamente con la voz, desde la mente, desde el conocimiento. Pocas veces desde la comprensión, la empatía, el corazón, el alma, desde el fondo de nuestro Ser.
          La primera es: “Que la mano derecha, no sepa lo que hace la izquierda”. Pertenece a la Biblia y está expresada en un contexto. Pero: ¿Qué nos indica en nuestro día a día, en nuestra actualidad?
          Por ejemplo, en política vemos que la frase funciona al revés, nadie se entera de lo que ha hecho su partido, su mano, su derecha o izquierda. Para saberse con pelos y señales, todo lo malo y si no lo es, lo hacen; de la otra mano, del otro partido. Su mano simplemente les llena de orgullo, porque con saber lo que les dicen, que es que todo lo hacen perfecto, que lo que han hecho o ha desaparecido ha sido un error de alguien que pasaba y no tiene importancia, es suficiente y les sobra.
          Podríamos aplicar el uso de la frase, casi para cualquier: grupo, asociación o persona individual. Nos dedicamos a comparar, mirando más lo que hace la otra mano, que la nuestra. Esto a veces nos lleva, al inflado de orgullo del ego o el sentirnos o ser, lo que los demás nos dicen.
          Miramos lo que nuestra mano da, y olvidamos lo que nuestra mano recibe. Por eso la mano, principalmente tiene una función, que es: la honestidad, amor propio, individualidad, independencia y sobre todo responsabilidad.
          Hacer y ejercer nuestra función, no por los resultados o porque los demás lo sepan, sino porque no tenemos que pregonar, anunciar y saber lo que hemos hecho por los demás, sino desde nuestra honestidad. En la Biblia nos lo dicen en un contexto de dar limosna, pero, por qué no desde dar simplemente, cuando lo único que podemos dar es lo que somos. Cuando según decimos damos limosna, ¿no, nos sentimos bien?. Hemos dado con una mano lo que habíamos recibido, y nos dan bienestar y felicidad en la otra mano. ¿Quién ha dado limosna realmente?, pienso que ninguno, simplemente hemos cogido lo que queríamos o necesitábamos utilizar. Uno dinero, ropa, comida, consejo, ¿qué más da?, el otro, satisfacción, felicidad.
          Miramos las dos manos, como opuestas, diferentes, porque hemos realizado la disección y a veces la vivisección, de nuestra individualidad, de nuestra vida. Nos cuesta trabajo, ver la realidad que veía Jesús al decirnos la frase. Hacer nuestro trabajo, nuestra responsabilidad, nuestra función, simplemente porque es lo que hay que hacer, no por recompensas o reconocimientos.
          En Budismo, uno de los Maestros nos pregunta: “Cuál es el sonido de Una Mano al aplaudir”.
          Pero cuando no hay comparaciones, cuando hay honestidad, Humanidad, o simplemente responsabilidad, somos una sola mano, que produce el sonido de una sociedad, una Vida, una convivencia, en la cual solamente hay Una Mano, sin podernos comparar, sin poder crecer, sin poder disminuir.
          La Vida, Dios, Buda, son Uno, la mano que aplaude, para manifestar el Universo, la Vida, nosotros en un Único y Absoluto Yo.
          Somos el sonido de esa mano, que no es derecha, ni izquierda, sino Mano.


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