Cuando llegó al
Paraíso, una vez terminado el papeleo, con nuevos bríos continuó su plena dedicación,
a la búsqueda, de la escurridiza Verdad.
Un día se encontró
frente a Buda, que con una sonrisa llena de amor, le miraba fijamente a los
ojos, olvidándose de su ansiedad por encontrar la Verdad.
De repente, el Buda
ascendió rápidamente, al seguirlo con su vista, percibió con total claridad,
que se estaba pisando la barba y tenía que afeitarse.
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