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Yui Shin

viernes, 27 de octubre de 2017

RELIGIÓN

          Nos hemos acostumbrado a dar por cierta la letra de las religiones, a lo largo de la historia, las guerras y las víctimas ocasionadas por las decisiones que se tomaban de: ¿Cuál es la mejor religión, o la verdadera?, nos muestran hasta qué punto, lo importante es lo que nos dicen, más que el Amor de Dios, que es común en todas ellas.
          En algunas, para poder recibir ese Amor es necesario servirle, adorarle y obedecerle. En la antigüedad todas ellas fracasaron, cuando las peticiones de los dioses eran casi imposibles de cumplir, o cuando los sacrificios humanos, chocaban con los sentimientos de alguien poderoso. Que muchas veces usaban los sacrificios, para deshacerse de los enemigos o de las personas que podían disputarle el poder.
          Todas ellas, han tenido a alguien que ha hablado directamente con el Dios, su profeta, su mensajero al transmitir una forma diferente de adorar y servir a Dios, y que origina el cambio de los nombres del Dios y su religión.
          Desde los dioses celtas, vikingos, fenicios, romanos, griegos, indios, tribales, familiares, de los clanes, a las religiones monoteístas, siempre ha sido el mensajero el que ha dicho el nombre, la forma de adorar y servir a Dios. Dejándolo por escrito.
          Lo que no encontramos en general es que Dios haya dejado lo escrito, incluso es extraño encontrar escritos originales o palabras pronunciadas por alguno de los mensajeros de las diferentes religiones.
          Es la propia religión la que decide el lugar ocupado por el mensajero, por el que ha expandido las palabras escuchadas directamente de Dios, por una persona que ha sido como los demás, hasta el mismo momento de escuchar la voz en su interior.
          En general se argumenta, que ninguno de esos mensajeros pensó en crear una religión que se guiase por lo escrito, especialmente cuando es lo recordado por personas que no le conocieron directamente, cuando lo escrito tiene que amoldarse a las religiones con las que tiene que competir o cuando lo que se transmite, son correcciones de lo que no se considera justo de las religiones existentes. Religiones que muchas veces son la base de la nueva.
          En Budismo, es la experiencia de Shakyamuni la que es transmitida, la que sirve de base para crear una religión, con algunas reminiscencias del hinduismo y transformado en Zen en sus momentos finales en India, y llevados a su máxima expresión a su llegada a China. Nada escrito, nada que pueda atribuirse a su mano ha quedado, solamente la memoria de Ananda permitió transmitir sus palabras, dichas para aliviar el dolor de los que se acercaron en busca de consuelo, de conocimiento a los que se acercaron para saber.
          Pero nada deja de ser Buda, nada deja nunca de ser lo que es, existiendo Todo en la Eternidad de un Aquí y Ahora, en que solamente puede existir el Vacío.
          Jesús, crea una religión basada en el amor al prójimo, en la que erradica la ley mosaica del ojo por ojo, de la venganza, de guardar eternamente en la memoria los agravios recibidos.
          Envía a sus discípulos, a los que se han acercado para guardar sus palabras, a transmitir la buena nueva, de una religión en la que el amor convirtiera a todos en hermanos.
          Pero a su muerte, se transforma su cuerpo, cuando su Espíritu es entregado a ese Padre que ha descubierto para el Universo, donde ha encontrado ese Amor que buscaba es cuando nace la religión cristiana, porque es cuando se dice que ha nacido el Cristo. Nace Jesús en sus primeras experiencias, nace el Maestro cuando intenta que todos vivamos en el Amor encontrado por él. Pero el Espíritu Crístico nace para que nazca la religión.
          San Pablo defendiendo que para ser cristianos hay que calzar las sandalias y ser uno en Cristo, ese espíritu que nace de la entrega de Jesús al Padre. Otros, defendiendo la letra, el mensaje, las palabras, adaptándolas para que sean aceptadas por las otras religiones.
          Pero ese Amor del que nace la hermandad, es reinterpretado, quedando el amor por los hermanos en Cristo. Negando incluso, la existencia del alma en los que adoran o sirven a un Dios con otro nombre.
          Haciendo del Padre un Dios que exige y castiga, que puede ayudar a sus verdaderos hijos a conquistar a los que no lo son. Un Dios, que siendo Amor según su mensajero, puede llegar a odiar o castigar en la misma medida que ama o premia.
          Dios, ese que no tiene nombre, que es el Dios de todas las religiones, de todo el ateísmo, del bien y del mal, no puede ser el Padre, porque es, ha sido y será Todo eternamente.
          Pero lo que no puede dejar de ser, dicho no solamente por Jesús, sino por todos sus mensajeros es: Amor Incondicional.


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