Siempre es
nuestro conflicto, nuestro estado de ánimo, el que nos lleva a abrir los ojos y
preguntarnos: ¿Qué es esta mierda que me rodea?, ¿Cómo es posible esta gente en
la sociedad donde vivo?.
Pero sé, que alguien al abrir sus ojos verá en mí, esa sociedad que me asquea.
Otros días
miramos al otro lado y vemos a gente ayudando a apagar los incendios que han
producido los otros. Pero que terminado el incendio, el conflicto, el problema
vuelven a sus envidias, sus, manías y rencores, a ese vivir encerrados en la
concha del yo.
Miramos, la
enseñanza obligatoria que nos lleve a todos al conocimiento y que permita rodearnos de
humanidad. La misma que nos obliga a ser adoctrinados, convirtiéndonos en
simples autómatas, cuando no borregos al servicio de la gentuza más inútil y
falta de humanidad, que necesitan dominar a los demás para sentir que son algo,
aunque sientan vergüenza de lo que son y necesiten más poder para acallarse.
Pensamos que
son esas gentuzas las que nos han traído hasta aquí, olvidados de Arturo que soñaba con
una Mesa Redonda donde todos fuésemos iguales, con un país que con paz y
justicia permitiría ser felices a sus habitantes, Camelot.
Los samurais,
dedicaban su vida al honor, la dignidad y a servir a la cabeza de la sociedad,
en la figura del emperador.
Ninguno pasaría
el filtro de los derechos humanos que hemos escrito en nuestra sociedad. Pero
bastaría un ligero vistazo, para ver que en aquellas sociedades había más
humanidad de la que nosotros conocemos, infinitamente más que la que usamos.
Hemos visto
cómo las juventudes son adoctrinadas: Alemania nazi, Rusia, China, Corea, Cuba comunistas,
los diferentes terrorismos carentes de humanidad, en tantos países, incluso en
el nuestro, que presumiendo de Historia olvidamos: “Traiciones a Viriato,
traiciones en la mayoría de los condados y reinos, autodestruyéndonos en los
conflictos con los enemigos por las traiciones e incumplimiento de compromisos”,
donde permitimos que los nacionalismos crearan una enseñanza y
comunicaciones al servicio de terroristas asesinos y de independentistas, no
nacidos de un autoconvencimiento, de un pensamiento propio, que acertado o erróneo
habría que respetar. Esa no es la indignidad
de los que lo hacen, sino la de los padres que incumplen con lo más sagrado que
han recibido: “Convertir en un ser humano, la vida que han recibido bajo su
responsabilidad”.
Morgana y
Mordred, buscan la venganza sobre Arturo, que es la lucha del bien y del mal,
la lucha entre el amor y el odio, entre el perdón de ser hijo natural que nunca
convivió con su padre, y el deseo de poder de su hermanastra, nacida del
matrimonio. Uno nacido del amor, la otra del compromiso. Uno, creando un reino
de igualdad, otra, una venganza que le diera el poder a quien matase a su
hermanastro.
En nuestra
indignidad, permitimos que nuestra sociedad se aleje del lugar donde debería
existir: “Amor, dignidad e igualdad en el respeto de la diferencia”.
Para vivir,
en una sociedad que solamente se une ante el miedo de las consecuencias de
nuestras acciones.
Que necesitamos
ofender y aislar a los demás, para buscarlos en nuestra soledad, al no poder
vivir con nosotros mismos.
Que deseamos
la paz, pero solamente creamos guerras para que nos traigan la paz.
Que deseamos
un gobierno que nos guie y ayude en nuestra convivencia, y simplemente nos
obliga a dirigirnos en la dirección que nos marcan, y nos dividen en: “Los míos y los
suyos”.
Estamos en
el siglo 21, de miles y millones de años de búsqueda de esa Humanidad que el
hombre soñó, en la que no ha podido aún saber que existe algo llamado: “Dignidad”.
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