Dedicado durante
años a la reflexología, una de las cosas que siempre he tenido claro es que: si
alguien considera que vive sin problemas, es feliz o si experimenta o no estrés.
Cuando viene a tratamiento y tiene problemas es que está equivocado o no se
observa correctamente. No importa cuánto me lo argumente, ni sus razonamientos,
ni si está rodeado de gente maravillosa y su trabajo es idílico, mi diagnóstico
es que acumula tensiones, estrés o no desahoga sus problemas.
He considerado
la base de la curación o cambio de la persona, para vivir consigo mismo, el:
comer, beber agua, masticar, cagar y mear, esa panacea que buscamos.
En la
sociedad todos tenemos claro que, si nosotros viviésemos con dignidad, no con
ella al lado, sino viviéndola, los demás abusarían de nosotros y seriamos los únicos
en hacerlo. Siendo los perdedores sociales.
Pero al
levantarnos y estar rodeados de incendios, de guerras, de terrorismo, de
mafiosos, de políticos, de gente que no usa la dignidad por miedo a que abusen
de ellos, nos sentimos perdidos, infelices, forasteros de una sociedad que
tiene como realidad la inhumanidad.
Pero somos
nosotros mismos, los que somos los otros de los demás, los que somos vistos como
personas sin dignidad, los verdaderos causantes del fracaso de la sociedad que
hemos creado.
Tenemos a
Puigdemont que ha dicho que sí que ha declarado la independencia, pero es
incapaz por falta de dignidad, algo que probablemente piensa que es una utopía,
si es que sabe que existe, de decirlo claramente. Porque lo fácil es poner el
rebaño delante, no aceptar la responsabilidad de sus decisiones, que están
equivocadas para mí, pero que supongo que no lo son para él, su defensor.
Tenemos a
estos incendiarios, que realizan sus indignidades, a escondidas, a oscuras,
abusando de la libertad que le es concedida por los demás, para simplemente por
falta de neuronas, de dignidad y humanidad, castigar y destruir la naturaleza,
la vida, lo que no le ha hecho nada, para manifestar su indignidad, por ambición
o por venganza de cobardes.
Pero es
algo, que no importa que pensemos que nosotros sí usamos la dignidad en
nuestras vidas, miremos el resultado de la sociedad que hemos creado. No hay
que estar tan pendientes de lo que creemos que usamos o de la vida que estamos
creando, hay que mirar lo que estamos viviendo como sociedad, no como yo y lo
que tenemos, sino lo que usamos sin hacernos falta, porque es lo que no se caga
o mea, lo que envenena nuestro vehículo, nuestro cuerpo.
Pero cuando
falta la dignidad lo que se envenena es la Vida, nuestro cuerpo Absoluto,
muriendo en el resto de nuestras manifestaciones, tanto a nivel individual como
colectivo.
Me gustaría
poder decir que ha muerto la dignidad, pero sería mentira.
No puede morir
lo que no ha nacido.
Ella es
Eterna en sí misma, pero no nace si no es manifestada por nosotros, no puede
nacer en nuestras vidas, en nuestro mundo si no vive en nosotros, en todos, en
cada uno.
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